martes, 5 de octubre de 2010

El cine, la paranoia y las tesis conspiratorias



A ver, que hoy hay telita que cortar.

Da un poco de vértigo mirar la lista de lo que hemos visto, y lo mucho malo que hemos venido pensando en estos últimos días sobre el cine, la vida en general, y aquello que decía el informe de la UE sobre el proceso por el que algunas personas dejan de ser ciudadanos para convertirse masbién en terroristas internacionales.

Fay Grim. Hal Hartley. 2006
Katanga Business. Thierry Michel. 2008
Khadak. Peter Brosens y Jessica Woodworth. 2006
Mr. Arkadin. Orson Welles. 1955
Carancho. Pablo Trapero. 2010
Double indemnity (Perdición). Billy Wilder. 1944
Free Rainer (Un juego de inteligencia).Hans Weingartner. 2007
The Third Man. Carol Reed. 1949

Cuando uno, a los 32 años, porfín empieza a salir a la calle a protestar por lo que cree que es justo, dicen que el regustito ese que le da el vociferio y el encuentro con gente que piensa parecido no es más que un síntoma infantil, mejor dicho una regresión parcial a la adolescencia, que acabará remitiendo a medida que el invierno y las rutinas lo vayan madurando todo.

Ya veremos a ver, porque también puede ser el primer paso hacia una forma de actuar y de vivir más consecuente. En todo caso, lo raro que ha sucedido en estos días de rabia en el estómago es que una de esas rutinas mías que es ir a consumir cine casi a diario (rutina quizá aborregante, porque entreotrascosas financia con mis eurillos a las sucursales de la cultura oficial tipo Casa Encendida o Círculo de Bellas Artes, y en todo caso esquilmadora de un tiempo valioso que podría estar dedicando a la acción, y a tomar partido), digo que esa rutina de ir al cine casualmente me ha venido a hablar en estos días de lo mismito que estaba pasando allí afuera en las calles de Madrid y adentro también en mi aparato digestivo.

Vayamos por partes.

Lo primero que ocurrió, hace ya casi dos semanas, fue Fay Grim, de un tal Hal Hartley, gringo él. La peli fue un desconcierto, tanto que estuve a punto de autoexpulsarme de la sala en el minuto quince, y al final, de tanto aguantarme las ganas, acabé dándome de bruces con una obra maestra, una maravilla de ingenio y de buen gusto. Yo creo.

Como siempre que voy a ver una peli de un director gringo que no conozco, yo iba con miedo de ir a tragarme una de esas americanadas con barniz de cine independiente que tan de mal humor me ponen. Un tipo Memento o Magnolia, y acabar otra vez a vueltas con la discusión sobre el yanomami de Levy Strauss y si es mejor un fascista declarado con el que no hay nada que hablar o un socialdemócrata hijodeputa que va de preocupado por la sociedad. Un perezón, vamos.

Pero por otra parte la peli la pasaban en la Filmoteca, y no era un autor clásico, o sea que por algo sería...

((Entre doble paréntesis y con perdón: ole los cojones de los currantes de la Filmoterca que el 28-S colgaron el cartelito de "mañana cerrado por huelga", a la mierda la programación, y al final fueron de las poquísimas instituciones públicas que consiguieron chapar chapar, sin servicios mínimos (¡yo tengo "derecho" a que me pasen un corto de animación!) ni esquiroles idiotas ni nada. ¿A ver si va a haber metido allí dentro algún grupúsculo o célula de ciudadanos en vías de hacerse terroristillas?))

Pues bien, al final resultó que Fay Grim era radicalmente todo lo contrario: una verdadera peli de cine independiente, hecha con la apariencia y los recursos del cine comercial de Hollywood. Un locurón, porque la trama es una de esas chorradas de cine de espías americanos que se ven envueltos entre el bien y el mal y acaban salvando a la humanidad y casándose con la tía buena y besando la bandera de su libertad. En el primer buen rato, sólo había un par de cosas sospechosas: el encuadre torcido, unas fotos espectaculares y una hiperactuación evidente de la buenorra protagonista. Ah, vale, que me han salido tres. A ver si es que fui yo un poco gilipollas y tardé en pillar la parodia...

Porque eso es lo que es la película de Hal Hartley: un parodión inmisericorde del cine belicoso norteamericano, salido de las mismas entrañas del Imperio, y del que yo no me cosqué hasta que ya apareció el enésimo agente doble israelí-iraní que escapaba por los pelos de una balacera y carrerita de coches y amenazaba con irse a Chechenia previo paso por las cuevas de Tora Bora.
No sé si me hago entender.

A la salida del cine todo eran incógnitas: ¿Se habrán coscado los demás también? ¿Entraría al trapo un verdadero aficionado a esas películas, un gañán de estos que devoran las pelis de Schwazenager o de Will Smith?

Después de un rato llegamos a reflexiones un poco más vehementes: ¡Qué gran idea, joder, meterse en el nido de la perra disfrazado de perrito y hacerlo saltar por los aires! ¿No lo hacen ellos, acaso, con el café de comercio justo de Starbucks, la ropa ecológica del H&M y la bolsita biodegradable del Carrefour? Pues bien les está que se les rían a la cara con una peli que también tiene carreras de coches, saltitos de un edificio a otro, y música emocionante. Que les den.

Y después de otro rato, quizá hubimos llegado a lo que mejor está. Que el cine, tanto el de Will Smith y Morgan Freeman como el de gente como Todd Solondz o este Hal Hartley, en realidad está basado en el mismo principio del pensamiento paranoico. Si no, ¿por qué
en las pelis belicosas de Hollywood salen tantas referencias vacías a territorios exóticos (Irán, Chechenia, Cachemira) y a supuestos conflictos? Está claro, ¿no?, que es para hacerle creer al espectador que en realidad él es un tipo especial, que alguito sabe, como en los bestseller de Pérez Reverte, que se le aprecia que vea la CNN y esté un poquillo interesado en la historia de aquí y de allá, y que con estas pelis, como con la píldora endulzada, se va a divertir aprendiendo. ¿O no es cierto que hacen eso?

Pero claro, las pelis de Todd Solondz, o de Hal Hartley, al final están usando el mismo recurso para el fin contrario: la interpretación paranoica: el hacerle sentir al receptor que es un privilegiado cuando en realidad le está tratando como a un borrego. ¿O no es eso lo que nos pretendía decir la Fay Grim?: "A ver, tú, chaval, tú sí que eres listo. Sí que te das cuenta de que lo que estoy haciendo en realidad es reírme mogollón de ellos, de los demás, de nuestros enemigos gañanes que no saben pensar. Pero que no se enteren, ¿eh?, tú a callar, que así las risas que nos echamos son más".

Y nos acordábamos de cuando García Márquez declaraba que su Cien años de soledad la había escrito para que la entendieran él y sus amigos nadamás, o cuando Juan Rulfo dejó de escribir porque sentía que no le habían sabido entender. ¡Qué miedo, por dios, este debate entre los dos hemisferios de mi órgano cerebral!:

- Pues haz un documental, joder, Hal Hartley de los cojones.
- No, no, mejor déjalo estar. Que así es mejor, más efectivo el dardo.
- Pero con un documental sobre Hollywood y sus inversores, sería bastante más honesto y más mejor.
- Déjate de documentales, que así es más guay. ¿No te has divertido con la peli o qué? ¿No viste al tonto de tu derecha que se reía donde no se había que reír?
- Pero así nos vamos a volver todos locos, como ellos, hombre también tú.

¿Veis como Fay Grim, de Hal Hartley, era un puto desconcierto fenomenal?

Mañana a ver si seguimos con la demás tela que había que cortar.