sábado, 15 de noviembre de 2014

Si no puedo bailar qawwali, no es mi revolución

Cuando a uno le preguntan cuál es el género musical que más le gusta en el mundo, lo normal es contestar que el rock, el pop, el blues, el jazz, el punk, la música electrónica, el hip hop, el country, el gospel, el swing o, si se es ya muy excéntrico (en el sentido literal de la palabra), el reggae, el ska, o el afrobeat. Pero si uno contesta, por más que lo haga con el corazón en la mano, que la música que más escucha y más le emociona en el mundo es el qawwali pakistaní, entonces la conversación conducirá indefectiblemente a un silencio escabroso en el que, mientras el otro piensa de ti que eres un pretencioso, tú pensarás de él que es un gañanazo, y ambos nos pondremos manos rápidamente a la obra de buscar un nuevo tema de conversación que nos congenie o algún tipo de excusa para despedirnos sin que la sangre llegue al río.

De verdad, no sabéis qué envidia me da escuchar a esa gente que se enfrasca en largas conversaciones edificantes sobre grupos musicales, conciertos memorables y discos devotamente adquiridos. Yo nunca podré explicar a nadie que me dé coba lo que sentí cuando escuché por primera vez a los Hermanos Sabri, o cómo encontré en la sección de "world music" de una tienda de segunda mano de la calle Bleecker el primer cedé de Abeeda Parveen, el Ji Sindhi Mehfil de 1981, mezclado con los discos de Virgínia Rodrigues. El pobre encargado de clasificar los discos, como no podía leer la carátula en urdu, había decidido colocar a la cantante pakistaní al lado de quien tenía la cara de hogaza más parecida en el mundo de la música del mundo, y a decir verdad que la clavó: la brasileña Virgínia Rodrigues, por entonces superfamosa en el gremio, es un clon de la grandísma Abeeda Parveen.

Después de unos cuantos años, ya me he dado cuenta de que, con los únicos que podré compartir entre lágrimas las sensaciones de escuchar el último concierto que dio Ustad Nusrat Fateh Ali Khan, ya gravísimamente enfermo, para el Channel V en Karachi en 1997 será con alguno de esos místicos que rezaban al dios Chac de la lluvia todas las mañanas en la acampada de Sol o esos jipis que vagabundean buscándose a sí mismos por las aldeas del Bierzo. Lo malo es que enseguida aprovecharán mi arrebol para intentar darme un abrazo colectivo y conducirme, ¡a mí que soy ateo!, al culto a la Pachamama o la investigación sobre las energías telúricas o los zumos de hortalizas. Es una pena.

Lamentaciones aparte, el "qawwali" es un género musical emocionante, luminoso, potentísimo, con una mezcla perfecta de improvisación y virtuosismo, unos fraseos vocales que interrumpen ritmos cardíacos y que anticipan el jazz clásico no sé cuántos siglos antes de las primeras bandas de "dixieland" de Luisiana. Y lo más importante para el asunto del que estamos hablando, es un tipo de música que hoy en día se escucha con pasión y se consume masivamente en un territorio con más de doscientos millones de habitantes. El número de seres humanos que acuden a los conciertos de "qawwali", compran los discos y veneran a los más famosos intérpretes de este género nada tiene que envidiar al de los que consumen rock o pop en Estados Unidos, Reino Unido y sus colonias.

¿Por qué, entonces, quien contesta qawwali en el "quiz" tonto de "cuál es tu música favorita" termina siendo un raruno, mientras que el que dice blues de Mississipi es un tipo informado y cabal? Pues obviamente porque somos víctimas del imperialismo cultural anglosajón. Al escuchar la maravillosa colección de discos de pizarra de RTVE en el programa Melodías Pizarras de Radio 3, a uno le entran fundadas sospechas de que nuestros abuelos, antes de la segunda gran guerra, tenían una cultura, o por lo menos una (digamos) tolerancia al espectro musical del planeta, mucho mayor que nosotros. En España en los años 30 y principios de los 40 las diferentes corrientes de la "música americana" competían en igualdad de condiciones con el calypso, el fado, la copla, el hula hawaiano, la bomba boricua o el biguine de la Martinica, y eran superados por goleada por la conga, el son, la polka o (ya no digamos) el bugalú cubano. ¿Qué hicieron los ganadores de aquella guerra para reducirnos así los cerebros y dar la vuelta a la tortilla hasta el punto de que ahora, quien comenta que Faiz Ali Faiz es su cantante vivo favorito, resulta que es un iluminado o un talibán? ¿Os imagináis qué habría pasado si los gobernantes alemanes hubieran ganado aquella guerra?

Cuando nos preguntasen cuál es el género musical que más nos gusta en el mundo, lo normal sería contestar que la "volkmusic" en general, en especial los grupos de schuhplattler progresivo, ländler electrónico y waltz, aunque también nos molan los cantautores de lied a lo acústico, los clásicos de la Barockmusik o, si nos queremos hacer los muy excéntricos (en el sentido estricto de la palabra), diríamos que nuestra música favorita es el yodel tirolés.

domingo, 2 de noviembre de 2014

El empresario ruso (y su piscina)


Elena. Andrei Zvyagintsev. Rusia. 2011.

El trabajo

Yo creo que ya vamos siendo mayores como para empezar a cuestionarnos el concepto de "trabajo" que nos echaron de comer primero en casa, luego en la escuela, después en el curro, y todo el tiempo en la tele. El trabajo, y mucho más el trabajo asalariado, no es regenerador, ni hace más dignas a las personas ni nada de eso. Todo lo contrario. El trabajo, tal y como está concebido hoy en día, debería ser un motivo de vergüenza para quien lo practica. No es ningún orgullo, sino una lástima, que uno tenga que dedicar infinitas horas al día a estar produciendo algo cuyo beneficio no le corresponde o, como pasa en muchas ocasiones, cuyo beneficio desconoce o simplemente no existe. Ese tiempo, si fuéramos personas dignas y de verdad responsables, deberíamos estar dedicándolo a informarnos correctamente, a aprender cosas nuevas, a estar con nuestros hijos si es que los tenemos y, consecuencia de esas tres obligaciones que "el trabajo" nos impide hacer, a luchar porque el mundo que les espera a las generaciones venideras no sea tan mierdoso como el que nos dejaron en prenda a nosotros nuestros padres. El trabajo es una vergüenza porque en la mayor parte de los casos es tiempo invertido en perpetuar un sistema capitalista odioso y en seguir generando riqueza para unos pocos sujetos que son causantes de cientos de miles de muertos cada año en hambrunas, crímenes de estado, enfermedades inducidas, políticas antimigratorias y guerras. El trabajo es una puta vergüenza porque, en el mejor de los casos, es tiempo perdido inútilmente realizando tareas inútiles que no benefician a nadie más que a esos mismos pocos inútiles de arriba, los que tienen el dinero, las armas y el poder, a los que les conviene mucho inutilizarnos como zombis "trabajando", no vaya a ser que empecemos a dedicar tiempo a buscar información sobre cómo destruir el mundo que ellos se han montado y desenmascaremos la gran hipocresía de la sociedad en que vivimos y la violencia y la muerte que esa hipocresía produce en otras personas iguales a nosotros.

Creo que ya va siendo hora de que nos paremos seriamente a pensar en ese concepto del trabajo y a dejar de creernos pequeños héroes por el mero hecho de que trabajemos muchas horas. No somos madres ni padres coraje por trabajar mucho, somos simplemente unos irresponsables, por no decir unos infantiles, o directamente unos gilipollas. En eso consiste uno de los grandes engaños que la familia, la escuela, la tele ha conseguido inocularnos durante años. Por favor, no se lo transmitamos también a los que vienen detrás.

Muchas personas de mi generación, cuando nos hemos empezado a sacudir ciertas ideas que los libros de texto, las empresas de control de la informaciòn y las abuelas nos tenían impuestas, nos hemos encontrado con esta conversación doméstica:

- Mamá, papá, ¿vosotros qué hacíais mientras en vuestro país todavía se mataba a garrote vil a la gente que pensaba diferente?

- Yo, trabajar, bonito, para labrarte a ti un futuro. Para poder darte de comer, pagar la casa en la que ahora vives...

Muy probablemente los hijos de nuestra generación vendrán dentro de pocos años a hacernos a nosotros esa misma pregunta iniciática, que marcará para siempre el abismo entre ambas generaciones, el mismo abismo de incomprensión que existió entre la generación nuestra y la de nuestros progenitores:

- Papá, mamá, ¿vosotros qué hacíais mientras en la frontera de vuestro país se disparaba y se mataba a sangre fría a las personas que intentaban saltar una valla llena de cuchillas que vuestros gobernantes habían puesto allí? ¿Qué hacíais mientras disparaban y ahogaban a las personas que intentaban cruzar el mar nadando o en barquitos para buscar aquí trabajo y alimentar a los suyos? ¿Qué hacíais mientras la policía perseguía a la gente con piel de color oscuro por las calles, les encerraba en mazmorras llenas de mugre un par de días al mes, les torturaban semanas y semanas en centros de terror que llamaban CIE y les deportaba, a veces matándolos por el camino o dejándolos a su suerte en lugares muy alejados de los lugares de los que habían venido? ¿Qué hacíais, papá? ¿Mamá, cómo llevabas tú lo de que a la gente pobre que no tenía para pagar sus deudas con el banco, ejércitos de policías armados los echasen fuera de sus casas? ¿Qué hacías mientras se le prohibía ir al médico a algunas personas, porque eran pobres y, aunque vivían aquí, no habían nacido aquí? ¿Qué hacías mientras se torturaba a los presos, a los políticos y a los que no lo eran, sistemáticamente en las cárceles? ¿Qué hacías tú, cuando a la gente que se manifestaba en la calle contra ese tipo de abusos, les sometían a montajes judiciales, les condenaban a pagar multas enormes, les encarcelaban y les daban palizas en mitad de la calle? ¿Qué hacías tú mientras mataban a Alpha Pam, a Patricia Heras, a Soledad Torrico, a Juan Andrés Benítez, a Diego Pérez?

- Yo, hijo, trabajar, para labrarte a ti un futuro. Para darte de comer, pagar la hipoteca de la casa en la que ahora vives y el coche que cuando seas un poco mayor te dejaremos que te lleves por ahí. Trabajar para que tú también sigas trabajando y nos compremos todos esa tele de plasma que nos quitará las ganas de hacer preguntas tontas cuando salgamos del trabajo.

Y tus hijos te mirarán con unos ojos de amor tan como platos que parecerá que ha pasado un ángel, o un terremoto, y ha dejado en medio el vacío de toda una vida sin sentido. 


viernes, 17 de octubre de 2014

Recordando

Una canción magnética del bajista Avishai Cohen con su trío.


Avishai Cohen. Remembering (5'12'')

Avishai Cohen: bajo acústico
Mark Guiliana: platillos
Sam Barsh: piano


Nueva York: Razdaz Recordz, 2005


Camarada mono

Siempre me pregunté por qué los comunistas, igual que los falangistas, se llaman entre ellos "camaradas" ('compañeros de cámara, de habitación'), siendo como son por lo general tan patriarcales y tan machitos los unos y los otros. El inefable calipsoniano costarricense Walter Ferguson, en una de sus estrofas cargadas de sabiduría, nos da una pista que puede ser crucial para resolver ese enigma:



"El mono y la mona sentados en la grada,
la mona le dijo al mono: yo soy tu camarada."

Walter "Gavitt" Ferguson
Rumba en Cahuita (2'59")

lunes, 13 de octubre de 2014

Esta china

Decía el inolvidable Abelardo Barroso: "No se dejen engañar, porque para bailar, para gozar, no hay como mi son cubano".
Pues se equivocaba. Sí que lo hay: el son cubano interpretado por las grandes orquestas senegalesas de los 70.
Comen candela.


Étoile de Dakar. Esta china (5'08)
En: Once upon a time in Senegal. The birth of Mbalax (1979-1981)
Londres: Sterns Music, 2010

 


domingo, 5 de octubre de 2014

La Felguera

Hoy hace ochenta años, en La Felguera, en Asturias, durante la última revolución social que ha habido en Europa, los obreros asaltaron el cuartel de la Guardia Civil, el Ayuntamiento y tomaron lo que era suyo: las instalaciones de la fábrica Duro Felguera, donde la mayoría de ellos trabajaba. Abrieron la caja fuerte de la empresa y sacaron unas doscientas cincuenta mil pesetas (unos 60.000 euros de hoy en día). Ni tus profes de historia ni los cronistas republicanos te lo han contado, pero los más viejos saben que los obreros de La Felguera, con aquellos billetes hicieron un hermoso fuego, quizás la hoguera más bonita que desde entonces se ha visto en el mundo entero. Allí mismo declararon abolido el dinero y convocaron una asamblea popular en su ciudad. En esa asamblea, que empezó a las 3 de la tarde del día 7 de octubre de 1934, se decidió instaurar el comunismo libertario como sistema de convivencia de quienes allí se reunieron y se colectivizaron todos lo bienes y recursos, quedando "abolida la propiedad privada y con esta la moneda". Desde entonces, la Felguera sigue viviendo en los corazones de muchos de nosotros y esa ciudad sigue creciendo en este instante.

Peregoyo


Leonor González Mina. 
Mi Buenaventura / Mi peregoyo (3'22'')

viernes, 3 de octubre de 2014

¿Qué querrá decir "nada"?


Liliana Felipe. "Volver (parodia)" (2'12")
Buenos Aires: Los Años Luz Discos, 2007.

Come chocolates

Para todos mis amigos que ya son papás y están tan preocupados por proteger a sus hijos de los pederastas que hay ahí fuera, en vez de por mostrarles la obscenidad del mundo en que los mantienen encerrados.



Liliana Felipe. Come chocolates (2'20")
México D.F.: Ediciones El Hábito, 1997


viernes, 15 de agosto de 2014

En agosto, las cabañuelas


pa' mi no hay diciembre
pa' mi no hay enero
ya que siempre he sido
ay, un prisionero


The Latin Brothers. Las cabañuelas (5'07")
Edigsa, 1979

viernes, 18 de abril de 2014

Tomavistas

 

Normalmente, cuando uno escucha o lee a alguien ponderando la fotografía de una película, suele ser por dos motivos: o porque la película es una mierda, o porque el que habla o escribe es un sujeto pretencioso. Esperemos que en este caso solo se dé un poco lo primero.

La película Sahanagar (1963), del director indio Satyajit Ray, tiene una fotografía maravillosa. No en vano, el responsable de la "cinematografía" era Subrata Mitra, otro brillante director indio que empezó su carrera a la sombra de Ray. Frente a la torpeza de los actores y la perversidad política del argumento, resulta asombroso que en una película como Sahanagar aparezcan fotografías tan originales, tan valientes y tan bonitas. Hasta tal punto que uno, antes de que haya pasado la media hora, ya ha dejado de interesarse por lo que cuenta la cinta, para quedarse embobado con el cursillo de fotografía en blanco y negro e iluminación de interiores que se encierra en cada toma.

Y digo iluminación de interiores porque curiosamente, aunque la película trata sobre la modernización de la ciudad de Calcuta, la belleza de la fotografía de Sahanagar no tiene nada que ver con la espectacularidad del paisaje urbano. En realidad, y contra lo que estaría deseando el espectador después de tener que soportar durante un rato los domésticos diálogos de los protagonistas, la película nos regala muy pocas imágenes de las increíbles calles de aquella ciudad a principios de los años sesenta. Todo lo contrario, la pericia del fotógrafo explosiona en un ambiente mucho menos propicio: en la casa humilde de Bhambal y Arati, en las anodinas oficinas del jefe Mukherjee, dentro de la clínica del oculista Pranab, bajo las escaleras de algún edificio residencial de nueva construcción...

En definitiva, lo que hace Subrata Mitra en Sahanangar se convierte en un verdadero deleite para la imaginación y para el sentido de la vista, y en una fuente de inspiración para cualquier aprendiz de fotografía analógica, aquella de cubetas, cronómetro y sombras de plastilina. Atendiendo un poco al contexto histórico y al argumento de la película, uno puede imaginar que el director Satyajit Ray había recibido un encargo de parte de alguna institución gubernativa de su país. El objetivo era transmitir al gran público nacional algunas ideas que interesaban a los poderes fácticos de la recién nacida "democracia independiente" de La India. Por ejemplo, que para el "desarrollo" económico de la nación ya no bastaba con la explotación laboral de una masa superestratificada de obreros, sino que también era necesario que un buen puñado de millones de mujeres humildes abandonaran la esclavitud de sus casas para entregarse con regocijo a la esclavitud de las fábricas y las oficinas; que hacía falta la armonía en el ámbito laboral entre las distintas nacionalidades (que no clases sociales) que componían esa joven India recién escindida de la metrópoli; o que los hombres debían abandonar ciertos prejuicios antediluvianos como el de pensar que era feo que sus esposas salieran de casa solas para buscar empleo o el de imaginar que, si pasaban tres cuartas partes del día trabajando para otros en el sector servicios, las mujeres descuidarían sus obligaciones para con los ancianos, los niños, sus maridos y las cazuelas de arroz.

Al lado de ese propósito político tan rastrero, a uno le gusta imaginarse al fotógrafo de la película haciendo un hermoso ejercicio de abstracción, casi de resistencia. Mientras los nefastos actores ensayaban el recitado de sus guiones, mientras el regidor apresuraba a los operarios para que organizasen cuanto antes los estultos escenarios, mientras el director contaba mentalmente los duros que iba a ganar por hacer la película que le mandaban, el fotógrafo, con su iluminador, se afanaba de un lado para otro buscando el encuadre más loco, la foto más memorable.

De puntillas sobre su máquina, aquel genio silencioso encontró la manera de convertir un aburridísimo largometraje de dos horas y diez minutos en un deslumbrante taumatropo. Para que el espectador del futuro, o sea nosotros, nos quedemos solo con un recuerdo: el recuerdo agradable de su maravillosa exhibición de fotos.

domingo, 13 de abril de 2014

El empresario italiano y su piscina (de bolas)


Michelangelo Antonioni
Il deserto rosso. Italia. 1964.

lunes, 10 de marzo de 2014

Tiran bombitas

A mí qué me importa
que un rey me culpe
si el pueblo es grande y me abona
voz del pueblo es voz del cielo y anda
que no hay más ley que son las obras.

 



Enrique Morente con Sabicas. Voz del pueblo (Mirabrás). (3'51'')
En: Nueva York-Granada BMG Ariola, 1990

viernes, 7 de marzo de 2014

El Cine Doré, un viernes de primavera

 Pierre Étaix. Tant qu'on a la Santé. Francia. 1966.

martes, 18 de febrero de 2014

Barcas en gelatina de plata

En los últimos años en Madrid nos ha resultado relativamente fácil ver películas polacas contemporáneas. Eso se debe a la actividad de algunas instituciones fuertemente subvencionadas, especialmente el Instituto Polaco de Cultura, cuyos gestores, vaya usted a saber por qué, se han centrado en el cine como forma de lavar la cara del gobierno neoliberal y fascistón al que representan.

Una y otra vez hemos hecho de tripas corazón y, olvidando el fiasco anterior, hemos vuelto a meternos en la Filmoteca o en otra sala para ver alguna de esas pelis recientemente producidas en un país que, por lo general, mal recibía a unos aficionados como nosotros. En realidad, creo que solo una vez nuestra perseverancia nos dio fruto. Pero resultó un fruto enormemente nutritivo, valioso, teniendo en cuenta la huella que nos ha dejado en el recuerdo mucho tiempo después de haberlo digerido.

Hablamos de Las (El bosque), una peli de Piotr Dumala de 2009. La vimos en la Semana de Cine Experimental de Madrid de 2011. Era otra vez una de esas cintas que nos apasionan: una historia doméstica, pausada, localizada en algún lugar semiurbanizado de la periferia del mundo que, como por arte de magia, de repente nos recordó al lugar más privado y recóndito de nuestra infancia, de la infancia de cualquier ser humano.

Aunque al parecer el director era principalmente dibujante y todo lo que había hecho anteriormente eran películas de animación, Las tenía unas fotografías mágicas, irrepetibles, extensísimas, siempre en blanco y negro. Y esas fotos también debieron quedársenos  pegadas como mermelada a las dendritas de alguna región inhóspita del cerebro, porque a menudo, estando después fuera del cine, se nos han venido a la mente por asociación con otras imágenes.

De aquella peli recordamos con especial conciencia la escena final: una barca descendiendo lentamente por un río sereno y centelleante, con un solitario anciano de abrigo negro a bordo. Fue una barca que después de un tiempo nos condujo, a contracorriente, hacia Los muertos (2004) del argentino Lisandro Alonso, y luego, sosegadamente, al Jim Jarmush casi adolescente de Dawn by Law (1986).

Nos gusta pensar que esta barca resume simbólicamente la intención de este tipo de películas que transcurren tranquilas por los rincones del cine independiente del mundo. Familiares en su aislamiento, todas ellas requieren un poco de tozudez por parte del espectador, para descubrirlas primero y para conocerlas luego. Se diría que son películas surgidas espontáneamente y que de alguna forma se quedarían huérfanas, como fascinantes setas, en lugares totalmente alejados del mundo, si no fuera porque alguien, algunos pocos, las van recogiendo en su recuerdo y las ponen a vivir juntas.

Otros hay que consideran estas películas lentas e incluso tediosas. Para nosotros simplemente exigen un poco de paciencia hasta hacernos topar con el placer del asombro.



Piotr Dumala. Las (El bosque). Polonia. 2009 – Lisandro Alonso. Los muertos. Argentina. 2004 - Jim Jarmusch. Down by Law. EE.UU. / R.F.A. 1986.

La frágil condición del disidente

http://rmadrigaldil.blogspot.com.es/2014/02/la-fragil-condicion-del-disidente.html?spref=fb

F. Ay, querido amigo, qué mal te sienta eso de creerte un "ilustrado", una elite pensante, un intelectual. Con lo majo que tú serías sin esa pose. Qué ganas tengo de que algún día te quites esa máscara y por fin podamos hacer el ejercicio de nombrar "gobiernos" que hayan existido en el mundo, en la historia, y que no hayan sido "totalitarios". Entonces, cuando nos quedemos sin palabras, quizá empecemos a comprendernos. De momento, a ver si nos cuentas más cosas de tu época de "disidente" en la isla, de tu vida cotidiana. A mí personalmente me interesa mucho.

M. No hablaba de mi. Yo no soy disidente.
     No me negaras que libertad, igualdad y fratrenidad son preocupaciones del ilustrado. Pan y cebolla preocupa mas al hambriento. Lo que sucede es que el hambriento no se da cuenta de lo importante que resulta tener instituciones culturales para evitar el hambre. Nada peor que la ignorancia arrogante (no es tu caso). Discutir contigo es un placer.

F. Entonces te deseo con todo mi corazón que dentro de poco te toque pasar hambre por allá por Cincinnatti. Solo entonces creo que te darás cuenta de que esas diferencias que tú estableces entre los hambrientos y los ilustrados están basadas en un clasismo cuyo origen es la falta de experiencia...

V. Trate de leerme el articulo para entender al susodicho Favila que se atreve a meterse contigo, pero me fue imposible rememorar cosas de Cuba. Soy toda una apatrida, no soporto las cosas de la isla, ni hablar de ellas siquiera! Asi que lo unico que me queda decir es que ese Sr. Sang no se que, ni es amigo tuyo, ni respeta la opinion de otros! Y los que si te queremos, no nos interesa que escriba en tu blog!

M. A mi ya hace muchos anos que me toco pasar hambre en Cincinnati, no creo que me vuelva a tocar, pero parece que no has vivido rodeado de crapula como por mala suerte me toco a mi hace muchos anos. No es clasismo. Lo que pasa es que tu vives en un pais que a pesar de que los franceses lo consideran el norte de Africa, es una gran cultura, y eso se deja ver hasta en la miseria. Nunca he sido clasista, tengo amigos de cualquer raza y grupo social, no lo digo, lo cumplo y no lo cumplo por pose ni por correccion politica, que detest, pero he visto como la mentalidad mediocre y populachera, apoya cualquier cosa. Tu no sabes lo que es la mentalidad del sobreviviente, por suerte para ti, que vienes de Buena familia y aunque tu pais se deteriora entre los Rajoy y su comparsa, todavia hay gente Buena y recursos de donde sacar. Hay muy poca gente de coraje e ideas como tu, pero no te das cuenta. La mayoria solo salta cuando le pisan los callos.

F. Vaya por dios, V. No creo que sea una falta de respeto ni un "atrevimiento" hacer una crítica. Es verdad que hace tiempo que no tengo trato directo con M., pero eso no quita para que conserve un grato recuerdo de él y lo considere un amigo. Además, M. suele copiar enlaces de sus escritos en los muros de sus contactos, entre ellos el mío, con lo que entiendo que le gusta que le hagan comentarios o críticas a ellos, supongo que para mejorar en su forma de escribir o para que se le ocurran nuevas ideas.
 
En este caso, y desde hace bastante tiempo, a mí me apetecía comentarle el tema de su posicionamiento siempre desde el lugar del "intelectual", el "erudito", el "letrado" o el "ilustrado", como él se denomina a sí mismo en el principio de su último texto. Esa postura política, a mi modo de ver, aparece siempre en todo lo que escribe en su blog, ya sea hablando de cine, de béisbol, de música o de sus recuerdos de Cuba. A mí me resultaba importante transmitirle lo que opino al respecto: que esa pose elitista se debe a un clasismo o, mejor dicho, a su inconciencia de clase (algo que a él enseguida le parecerá odioso, porque le recordará a conceptos que le imponían durante su adolescencia o juventud), que le hace sentirse superior a una supuesta plebe inculta por el simple hecho de ser aficionado al jazz, al cine independiente europeo o a la poesía. Tengo la impresión de que sus textos serían más interesantes (por lo menos para mí) y más sinceros si en algún momento se cuestionase ese prurito intelectual suyo y empezase a escribir desde el punto de vista de una persona sensible a unas determinadas cosas y con unos gustos concretos, que no son superiores ni inferiores a los de nadie.

 
Ahora, después de su último comentario, me doy cuenta de que el problema es más grave, porque además esa inconciencia de clase se le mezcla con una idea bastante decimonónica de las naciones y las culturas ("tu vives en un país que es una gran cultura"), como si las fronteras hubiesen sido otra cosa en la historia más que un obstáculo para que la gente tuviese cultura. 

 
Por último, también me apetecía criticarle el nombre con el que se refiere al gobierno de Cuba, al que le llama "gobierno totalitario". Cualquiera diría que en el mundo existe o ha existido algún gobierno o estado que no sea totalitario y no haya impuesto a sus gobernados por la fuerza "toda" su colección de leyes y normas para mantener los privilegios de unos pocos a costa del trabajo de la mayoría.
Es más, me apetecía comentarle que los cubanos "comemierdas", estómagos agradecidos con el régimen fascista de Castro y su partido, que yo he tenido la oportunidad de conocer en mi vida, curiosamente siempre me han parecido que pecaban de ese mismo ego intelectualoide y complejo de superioridad que observo en los "gusanos" exiliados. Quizá sería interesante para M., que por suerte me parece que todavía no ha abrazado, como muchos de los miembros de su generación en el exilio, el neoliberalismo más criminal por reacción al comunismo autoritario que padeció en su juventud, que tampoco reprodujera esa postura intelectualoide que tan parecido le hace al resto de los cubanos, de un lado y del otro, que escriben por ahí en blogs y diarios. 

 
Y a ti, V., también me gustaría sugerirte que pensaras conmigo una cosa. Ya sé que de primeras te parecerá escandaloso que una persona que no te conoce y por lo tanto no siente el más mínimo afecto ni animadversión por ti, te sugiera que pienses con ella o con él una cosa. Pero ya que te has metido en esta conversación a mí me gustaría decirte algo. Me parece que en este mundo virtual de las redes sociales toda la gente es tan políticamente correcta y tan forzadamente educada precisamente para evitar no hablar de temas políticos serios, porque en el momento que uno empieza a pensar en asuntos políticos serios, la vida empieza a ser más complicada y le conduce a uno a asumir ciertos riesgos. Un ejemplo muy claro de eso me parece que has sido tú, que en vez de ponerte a valorar o a desmentir el concepto de elitismo o clasismo que yo le atribuía a M., paradójicamente te has puesto a apelar a tu enorme afecto por él o a dudar de mi amistad con él para desacreditarme. Resulta paradójico que en este mundo virtual aséptico y sin sentimientos al que tú parece que estás tan acostumbrada, hasta el punto de que enseguida te solivianta, te hace saltar sobre tu teclado y te asusta que alguien haga una crítica sentida y apasionada a una persona a la que quieres, tu reacción inmediata sea apelar a los afectos y a los sentimientos para evitar cuestionarte el contenido de la crítica y tener que comentar de alguna forma tu desacuerdo con ella. Esa reacción tuya me parece muy interesante, y creo que merece la pena que reflexionemos un poco sobre la hipocresía que encierra.


M. Es interesante lo que tocas con lo de las fronteras y las barreras culturales, que es cierto, aunque no quise referirme asi, no debo haberme expresado bien. De todos modos, el termino totalitario, como yo lo uso, es cuando nacion y estado se confunden en una,por obra y gracia de la gestion gubernamental, que como sabes, no lo debe hacer. Al unirse los intereses de la nacion con los del estado-gobierno, se pierde toda posibilidad de pluralidad e incluso de individualidad y la colectividad es forzada a un unico proposito, con lo que hasta ir a mear se convierte en un acto politico vigilado. Nunca me he considerado un intellectual porque mi formacion academica no es humanista y lo que se lo he aprendido por m cuenta y disgregadamente. Solo tengo quiza demasiados anos de informacion. Trato de hacer articulillos bien informados, inteligentes y honestos, nunca condescendientes. Mi punto de vista esta claro desde el principio. Creo que soy un bongosero intellectual, no trato ningun tema con citas ni profundiades. Si eso es pose, bueno escapa a mi voluntad. Lo que no puedo es escribir como lo que no soy. Ni como un carpintero, ni como un teologo, ni como un albanil, ni como un peon, ni como un buhonero, ni como un matematico. Mas bien un dilettante (aunque me ha gustado eso de decimononico). Me alegra que te tomes el trabajo de leerme, aprecio tus juicios y tu inteligencia, ojala que no pierdas la costumbre.

V, Sr. Favila como tiene tiempo usted! Le dire que coincidimos en algo, efectivamente salte apacionadamente, si, y asi soy con mis amistades, no me importa el punto de visto que tengan, soy incondicional. Pero este es un portal de entretenimieto, no estoy en la corte del juzgado ni ante el cadalzo. Aqui defiendo a mis amigos de personas como usted, digan lo que digan. Dudo ahora de la "amistad querida que dice O." que tienen. Yo, si tengo un punto de vista diferente con amigo, lo hago en privado, no de esta forma en que doy espacio para mentes calenturientas a opinar (me incluyo y ahorro que me lo tenga decir) La verdad es usted severo en sus opiniones y con esto pongo fin a mis comentarios para permanecer alejada del teclado de FAVILA que puede ser muy indolente y falta de afecto.



martes, 11 de febrero de 2014

Una españolada

Despre Oameni Si Melci (De caracoles y hombres) es una película estúpida, perversa en su manejo de los buenos sentimientos. Frente a ese cine rumano maravilloso del que veníamos hablando, descubrimos que en los circuitos del supuesto cine alternativo, aprovechando el tirón de los premios en los festivales, también se cuelan ponzoñas como esta de un tal Tudor Giurgiu, en la que, entre otras cosas que no pueden ser peores, se banaliza la lucha de los trabajadores de las cuencas fabriles rumanas tras la caída del régimen comunista.

La tremenda acidez y realismo de las pelis del último cine rumano que nos había llegado se convierte aquí en una reproducción artificial de todos los arquetipos narrativos y políticos de una comedia norteamericana al uso (devoción al líder, consumismo, desvanecimiento de las causas de los conflictos sociales e individuación absoluta de los conflictos personales, reconocimiento de la autoridad...) En definitiva, una película de "Transición", que quizá solo tenga el interés de permitirnos imaginar mejor cuál será el cine rumano de los próximos años, cuando la hornada de los Porumboiu, Puiu, Mungiu, Mitulescu, etc. se acomode en los cojines de la fama.



miércoles, 22 de enero de 2014

Cásate, hipotécate, ten hijos


Da hong deng long gao gao gua (La linterna roja).
 Zhang Yimou. China / Taiwan / Hong Kong. 1999.