viernes, 28 de diciembre de 2012

Las pequeñas emociones de la autoridad

Regalan los Reyes Magos a mi sobrina este bonito libro. Se llama Las pequeñas (y grandes) emociones de la vida, de una mujer sensible y amante de los niños, llamada Montse Gisbert (Valencia: Tàndem Edicions, 2009). El objetivo del libro, como bien explica  la contraportada,  es "definir las pequeñas y grandes emociones de la vida, que van surgiendo unas tras otras, a través de las experiencias cotidianas y de las relaciones con los demás", "definirlas para comprenderlas mejor o simplemente para reconocernos en ellas".


Vale, todo bien. Es verdad que uno podría plantearse qué necesidad tienen los niños de identificar, poner nombre y reconocer sus propias emociones, como hacen los adultos para evitar ser arrastrados por ellas y poder acabar siendo, como dios manda, unos seres dóciles y taciturnos. Pero bueno, es Navidad y no hace falta estar todo el rato buscándole los tres pies al gato. Ya ves tú, también puede ser educativo que la niña aprenda a llamar furia a la furia y cachondeo al cachondeo. Aunque sólo sea por una cuestión de enriquecer vocabulario.


Abrimos un rato el libro. Teníamos razón. No hay que estar siempre a la caza del asno. La primera página explica lo que es la felicidad: algo así como ser "un pez en el agua, chapotear en una bañera de agua calentita y no tener preocupaciones". Está bien. No problem. Los que pasamos algunos ratos con niños también sabemos que la felicidad para ellos puede ser meter un palito en un hormiguero hasta joderlo del todo, recibir una ventolera en la cara o asomarse a la boca del tobogán más sucio, pero bueno. Se le ve un poco el plumero a esa señora que está escribiendo el texto del libro: la pobre debe estar tan preocupada con afrontar las cuotas de su hipoteca que sólo se relajará metiéndose hasta las orejas en una bañera de agua caliente, como hacen las actrices de Hollywood. La única forma de que se le quite unos días esa preocupación vital será que le bajen un poco el Euríbor. Qué le vamos a hacer, es su libro y si a ella le gusta que sus niños se le parezcan, dejémosla estar con su satisfacción.

Nosotros vamos a seguir pasando páginas. La siguiente es sobre el Consuelo, fíjate qué bonito, y la de más allá sobre los Celos... Ey, ey, ey, eso de los celos es delicado, vamos a ver cómo explica esta señora con angustia lo que son: 
Cuando tenemos miedo de que la persona a la que queremos pueda querer a otra.
¿Pero será hija de puta? ¿Por qué tienen los niños que saber eso? ¿Por qué deberíamos presentarles esa mierda de sentimiento como si fuera lo más natural del mundo? ¿Quién le ha dicho a ella que mi amado tiene prohibido amar a otra persona y que si lo hace lo normal es que yo sienta canguelo? Que hable por ella, que es una tía cagona: la gente sensata, si su ser amado quiere a otra persona, lo que siente es satisfacción, o cólera, si por fin se va para siempre con ella. ¿Pero quién dijo miedo? Los celos deben ser erradicados de la vida y no es justo que nadie nos los describa como si fueran algo espontáneo o general.
Cuando acaparamos a la persona a la que queremos sólo para nosotros, sin querer compartirla ni siquiera con la hermanita.
Vale, es verdad, quizá esté yo un poco susceptible. Por el dibujo está claro que estamos hablando de la "pelusilla", la "pelusa". No hay que ser tan cabroncetes con las hermanitas, niños. Es bueno que estos enanos empiecen a aprenderlo.

Pasamos página. Ahora tenemos el Orgullo. Qué cosa esa el orgullo. ¿Pero qué ven mis ojos? ¿Tener una bicicleta más grande que las de los otros nos produce orgullo? "Con la cara sonrosada de orgullo y satisfacción..." (claro, un guiño de los Reyes Magos a nuestro Borbón), "...estamos contentos con lo que tenemos y nos gusta mostrárselo a los demás". Si el libro fuese para educar mayores, que falta les hace, seguro que habrían dibujado a dos fulanos enseñándose directamente la polla. Quizá sería más pedagógico para los niños también: ya que queremos que los críos se vuelvan mayores y sepan poner nombre y coto a sus sentimientos, mejor enseñarles un par de pollones bien gordos, para que se los midan, se los comparen de una vez y no se les ocurra hacer esa cochinada nunca más.

Menos mal que la siguiente página es la de la reconciliación, porque yo ya estaba a punto de tirar este libro a la basura. Es bonito reconciliarse a veces con la gente, aunque la gente sea por lo general muy diferente a uno y den ganas muy legítimas de matarlos a todos a guillotinar. Es que no se puede estar todo el día a la que salta, hombre.



El siguiente sentimiento es la morriña: básicamente, se definiría como tener un perrito gallego y que tu madre te diga que no lo vas a ver más. Hay niños a los que esa circunstancia les genera deseos de cometer parricidio, pero no es lo normal. Lo normal es que el perro se quede solito por un tiempo y nostros aprendamos a convivir con una "cierta" nostalgia canina, una "pena inmensa", como la inmensidad del mar.


Después de unas páginas la cosa se complica, y mi odio hacia esta señora corruptora de niños se empieza a exacerbar. ¿Cómo se le ocurre incluir en su lista de sentimientos  el sentimiento de Pudor? Anda que Andrés Sopeña estaría encantado, y encima ilustrándolo con un grupo de gente con cara de vergüencita en la playa en bañador. Menos mal que al final lo arregla, y nos sugiere que a los negros y a los yanomamis les importa un rábano andar en pelota picada por la selva, porque de eso se trata la multiculturalidad.

A veces nos da vergüenza mostrar algunas partes de nuestro cuerpo. A veces queremos esconder nuestras emociones, nuestros pensamientos. El pudor es un sentimiento de reserva, diferente según las culturas.

Pero el plato fuerte viene casi al final. La hipotecada Montse Gisbert y su ilustrador le dedican una página entera al "sentimiento" de Autoridad.


Hete aquí la descripción:
Mandar, dar órdenes, dirigir. Ejercer la Autoridad. Como la maestra en la escuela, los padres, el profesor de música o el capitán de un barco. Cuando reconocemos la autoridad de alguien es fácil hacerle caso.
Ya lo hemos decidido. Es literal. Estamos hartos de estos farsantes que nos envenenan con sus ideas de gente gris. Esta tarde mi sobrina y yo nos vamos a divertir aprendiendo a pintar as circuladas en los libros absurdos de la autoridad. 

jueves, 29 de noviembre de 2012

Gordillo y Cañamero apagando fuegos

He aquí esos superrevolucionarios, Sánchez Gordillo y Diego Cañamero, cuadros dirigentes del SAT, (sindicato con 40.000 afiliados, que recibe subvenciones públicas), "apagando fuegos" en las ocupaciones simbólicas del Palacio de Moratalla en Córdoba y de una tienda de Zara en Granada, los días 22 y 31 de agosto de 2012 respectivamente.

lunes, 1 de octubre de 2012

Comidaca en el koljov

 














Istoriya Asi Klyachinoy, kotoraya lyubila, da ne vyshla zamuzh 
(La historia de Asia Klachina, que amó pero no quiso casarse). 
A. Konchalovski. URSS. 1966

lunes, 10 de septiembre de 2012

Boda turca

Yumurta (Huevo). Semih Kaplanoglu. Turquía. 2007

viernes, 7 de septiembre de 2012

Año 1947


Me and a man was workin' side by side,
Now, this is what it meant:
They was payin' him a dollar an hour,
And they was payin' me fifty cent.
They said: "If you was white,
You'd be alright,
If you was brown,
You could stick around,
But as you's black, oh, brother,
Get back, get back, get back."

 Big Bill Broonzy. Black, brown and white (2'20'')

domingo, 2 de septiembre de 2012

Sabine

Elle s'appelle Sabine. Sandrine Bonnaire. Francia. 2008

sábado, 1 de septiembre de 2012

Víctimas del terrorismo español: los "zaballín" de El Cairo


Garbage Dreams. Mai Iskander. EEUU (2009)

miércoles, 29 de agosto de 2012

Cinco mil metros niños


Bacheha-Ye aseman (Niños del Paraíso).  
Majid Majidi. Irán. 1997.

miércoles, 22 de agosto de 2012

El empresario tanzano (y su pisicina)

 Darwin's nightmare. Hubert Sauper. Austria. Bélgica. Francia. Canadá. Finlandia. Suecia. 2004

jueves, 16 de agosto de 2012

Turkos

Tanto filólogo ocioso por ahí, y ninguno se ha dado cuenta todavía de que el turco suena igualito que el euskera.
 


"Ne Seattle, ne Genova, ne Latin Amerika'da ne Hindistan'da bir arayışta. Özgürlük içinde özgürlük kafanda özgürlük özgürlük sen nerdeysen orada."

"Ni en Seattle ni en Génova, ni en Latinoamérica ni en la India. La libertad está dentro de ti, en tu cabeza, la libertad está allá donde tú estés."

"Ez Seattle edo Genoa, edo Latinoamerikan edo India. Askatasuna barruan dago, zure burua, askatasuna, zauden tokian zaudela."

lunes, 6 de agosto de 2012

Jilguero


¿Voz desgarrada, lamento herido de México? Pero si en los discos que guardaba padre en el Torreón, Chavela Vargas era un jilguero.

domingo, 5 de agosto de 2012

Parece



No sé qué tienen las flores, Llorona, las flores del camposante,
que cuando las mueve el viento, Llorona, parece que están llorando.

martes, 17 de julio de 2012

Los maderos no son obreros

 

Anteyer era domingo, 15 de julio de 2012. Se cumplían 14 meses exactos de lo que algunos, ilusos, pensamos que podría haber sido una revolución en Madrid.

Una concentración de funcionarios frente al Congreso, convocada a través de Twitter bajo el hashtag #AcampadaFuncionarios, se acabó convirtiendo, desde las 9 de la noche, en manifestación no autorizada por las calles del centro de Madrid (Paseo del Prado, Recoletos, Atocha, Gran Vía y Carrera de San Jerónimo).

Este humilde redactor, agredido y detenido por policías nacionales durante una manifestación hace unos meses, y pendiente de un juicio donde le acusan falsamente de atentado a la autoridad, penado con hasta 6 años de cárcel, ya no suele ponerse en la primera fila de las manifestaciones, que es donde ocurren las cosas. Por eso anoche, hacia las 10:30 p.m., nos limitamos a ver pasar la marcha de funcionarios por la Gran Vía: desde una acera y con cierta desgana. 

La primera gran sorpresa que nos llevamos fue la de reconocer a muchísimos policías infiltrados en la manifestación. ¿Tan peligrosos iban a ser los funcionarios madrileños como para tener que infiltrar a todos esos tipos musculosos, reventadores profesionales de manifestaciones, a los que ya, por desgracia, conocemos bien el aspecto, la vestimenta y hasta las caras? 

La segunda gran sorpresa ocurrió un momento después: resulta que todos aquellos maderos, cabecitas bien rapadas, mirada inquisidora, cuerpos deformados por la mezcla de anabolizantes y comida basura, se estaban dizque “manifestando”. El gobierno de Rajoy les había quitado su paga extra y sus días de libre disposición, y ellos habían decidido salir a la calle a mostrarle su descontento. Para ello, y ante la perplejidad de los “quincemeros” que por allí husmeábamos, se habían apropiado de los eslóganes de nuestra primera acampada: “¡Vuestra crisis no la pagamos!”, “¡Lo llaman democracia y no lo es!” y “¡Manos arriba, esto es un atraco!”

Eso cuando cantaban. Porque la mayor parte del tiempo, el 50% de policías que conformaban aquella mani, junto al otro 50% compuesto por bomberos, profesores, empleados de oficinas públicas y demás familia, marchaban en silencio.

Hacia las 10:45 p.m. este redactor no pudo aguantar su cólera. En la acera de la Gran Vía, a la altura de la Calle Montera, y aprovechando el eslogan “¡No nos mires, únete!” que alguno de los funcionarios iba canturreando, me puse a gritar el viejo eslogan libertario: “¡Los maderos, no son obreros!” Inmediatamente, empecé a sentir las miradas inquisidoras procedentes de varios grupitos de policías que marchaban ilegalmente por la Gran Vía. Eran miradas de “te estoy fichando, ya sé quién eres, no te pongas chulo porque te voy a joder la vida”. Después de cinco años viviendo en Madrid, uno ya puede distinguir bien esas miradas, y reconocer a un policía español en cualquier circunstancia. Un agente que marchaba de la mano de su novia, después de escuchar mi grito y hacerme el consuetudinario fichaje visual, se encaró conmigo y me llamó “subnormal” y, cómo no, “perroflauta”.

- “Subnormal. ¿Qué dices, perroflauta? ¡Perroflauta!”

Yo me tuve que callar la boca. No me extrañaría nada que el madero ese se hubiese venido a la mani con su arma reglamentaria. Cualquier discusión con él, si yo me ponía chulo, podía acabar arruinándome la vida. 

Al lado de los funcionarios, casi escoltándolos, marchaban los antidisturbios. Ayer, en vez de dar hostias en la cabeza y disparar balas de goma a ancianos y niños, lanzaban sonrisas a quienes cortaban la calle e impedían el libre tránsito de los vehículos. En el Twitter, hacia las 11.30 p.m., el famoso “twittero” @Fanetin anunciaba a bombo y platillo que los antidisturbios se habían quitado sus cascos en solidaridad con los manifestantes que se congregaban junto al edificio del Congreso en la Carrera de San Jerónimo.  En realidad, los mercenarios de las UIP llevaban desde las 8 de la tarde intercambiando chascarrillos con sus compañeros, por una vez convertidos en manifestantes de verdad, no disfrazados.

Lleno de rabia e impotencia, bajé la calle Montera hacia la puerta del Sol. Allí nos quedamos mirando a los manteros que intentaban vender su mercancía en una esquina de la plaza. La mera contemplación de esa escena, cualquier día o cualquier noche del año, es algo que debería motivar la indignación y la rabia de los ciudadanos españoles y hacerlos salir a la calle a cambiar las leyes, el orden establecido, el sistema o como quieran llamarlo. Policías municipales y nacionales (de uniforme y de paisano) los hostigan a cada minuto, los persiguen con sus motos como si fueran carne de cacería, mientras ellos, casi todos africanos y sin permiso de residencia, intentan ganarse la vida vendiendo gafas de colores, deuvedés con las últimas películas de Hollywood, y sobre todo bolsos, bolsos de imitación de Gucci y otras marcas de renombre. Los compran a 8,50 euros en los bazares de ropa y complementos al por mayor que hay por el centro de Madrid, y los venden a 15 euros, con suerte, a los turistas que pasean por los lugares más emblemáticos de la capital. De esos lugares emblemáticos, la puerta del Sol es el espacio clave. Unos segundos con la manta apoyada en el suelo de esa plaza puede depararles la venta de un artículo. 7 euros de beneficio con los que pagar la comida de esa noche, ahorrar para los 100 o 150 euros del alquiler del sótano en el barrio de Lavapiés que comparten con 6 o 7 compañeros de trabajo, o quizá para mandárselos desde algún locutorio a sus familias en Senegal, Gambia o Camerún. 

Son los esclavos modernos, el último eslabón de esta sociedad que de verdad ha vivido durante años, no por encima de sus posibilidades, sino pisoteando la dignidad de los parias de otros lugares del mundo. 

Pues bien, anteayer los esclavos manteros y los negreros que los reprimen y violentan a diario coincidieron en una situación extraña: los unos intentaban sobrevivir como todos los días al infortunio de haber nacido en el lugar equivocado del mundo, y los otros se manifestaban por primera vez en su vida contra el recorte de su paga. En realidad, los africanos no se estaban enterando de nada. Miraban, como hacen siempre, a un lado y a otro, preparados para tirar de la cuerda y salir corriendo al menor atisbo de policía municipal en los alrededores. Saben que un descuido puede costarles carísimo: perder los 100 o 120 euros invertidos en la mercancía a manos los policías; irse a casa con una multa de 200 o 300 euros que, de no pagarse, bloqueará cualquier petición de residencia por arraigo que pretendan hacer en el futuro; pasar dos noches en los inmundos calabozos de la comisaría de Leganitos o de Aluche por no tener los papeles en regla... Quienes se tomen la molestia de acercarse a hablar con estos vendedores ambulantes  sabrán que cada uno de ellos ha pasado más de veinte veces por los calabozos de las comisarías de Madrid, por la única razón de ser negros y no tener permisos de residencia en regla. Escucharán historias de palizas de los funcionarios, de robos, de vejaciones, de insultos racistas. Les oirán contar que en Navidades es mejor no vender perfumes, porque los policías están interesados en llevarse a su casa esa mercancía. Les oirán decir que los días previos al Día de la Madre es peligroso andar vendiendo bolsos de marca, porque las mujeres de los agentes, o los revendedores de turno, están esperando con ansia a que se los confisquen.
"Eso no es vida, joder", pensamos una vez más y nos acercamos a grabar un poco a los manteros mientras hacen su trabajo. Intentamos reflejar el absurdo de este país nuestro, que dicen que se está levantando por sus derechos. Como en un agujero negro donde se concentraba la injusticia de una sociedad absurda, por un lado de la Plaza de Sol transcurría la manifestación ilegal de policías, militares y demás funcionarios, muy soliviantados ellos, camino del Congreso. A pocos metros, los manteros se ganaban su sustento con un estrés y un riesgo para sus vidas que a cualquiera de aquellos funcionarios, con vivirlo una semana nada más en sus vidas, los sumiría en una profunda depresión o les haría pensar seriamente en el suicidio. 

Entonces contemplamos una escena vomitiva, lamentable. Un grupo de policías bajaban por la calle Montera para unirse a la manifestación que transcurría por el otro lado de la plaza. Tal vez se habían quedado rezagados y no habían podido acompañar al grupo de manifestantes en el recorrido entero por la Gran Vía hasta Callao y luego por Preciados. Al verlos los manteros enseguida los reconocieron. Debían ser policías municipales de los que patrullan por el centro y los vendedores inmediatamente se pensaron que venían a por ellos, vestidos de paisano. Con pánico en los ojos, hicieron el ademán de recoger sus mantas para salir a la carrera. Los municipales se intercambiaron miradas entre ellos, se echaron unas buenas risas, se cachondearon un poco. Una de las funcionarias, en plan compasivo, al fin les dijo: "No, no, hoy no, hoy podéis quedaros." Uno de los chicos negros les preguntó, con toda la lógica del mundo: "¿Mañana tampoco?". Y ella le respondió, maternal y asesina: "No, mañana no." 

Mañana no: mañana volverán esos policías sin corazón a salir a la caza del negro, a perseguir trabajadores ilegales con que llenar sus sórdidos calabozos o sus CIE, llenos de sangre y de excrementos humanos. Saldrán a torturar y a abusar de la gente, y a encañonar a los más débiles, y a hacer disparos al aire en cuanto alguno de los esclavos se atreva a levantar la voz contra lo que están haciendo, contra lo que es injusto.


Anteayer, como todos los días, los policías estaban en la calle luchando por su paga extraordinaria. Ellos sí que no son obreros.


 

domingo, 15 de julio de 2012

Filtros

En este correo electrónico, enviado el pasado 13 de abril por el Comité Central del Partido Comunista de Siria a sus colegas de los CJC en España, se dice bien clarito que los jefes de los comunistas sirios apoyan incondicionalmente al Partido Baath de Al-Assad, y aplauden sus reformillas constitucionales. Para aquel entonces, 13 de abril, la población civil en lugares como Deraa ya estaba siendo masacrada a miles por el ejército sirio:

"The central Committee expressed its support for the decisions and directions of the leadership of the Socialist Arab Baath Party, which is in the forefront, in the political field, lifting the martial state and put for draft parties law to General discussion for approval later, and modify the law of publications ...etc."  
http://wikileaks.org/syria-files/docs/443954_re-situation-in-siria-.html

Los partidarios de los bloques unitarios en las manifestaciones aquí en España, los que creen que es el momento de conformar frentes amplios y hacer alianzas estratégicas contra los ataques del neoliberalismo, deberían leer esta serie de mensajes revelados por Wikileaks en los que el responsable de relaciones internacionales del Partido Comunista Sirio le explica a su disciplinado colega de los CJC, Guillermo Villaverde, la postura que deben tomar en España en relación a la revolución siria. Este Guillermo Villaverde le había escrito el 12 de abril para preguntarle por la situación de las (entre comillas y con evidente sorna) "protestas" en su país, para así poder tener información confiable y poder "darles" una postura política a sus militantes y a la juventud española frente a la hegemonía de la ideología imperialista.
Según el recuento de la Syrian Network for Human Rights, entre el 18 de marzo y el 20 de abril ya habían sido asesinadas en Siria 12.358 personas, incluyendo a 829 niños y 966 mujeres, seguramente envueltos en las "protestas" que entrecomillaba el antiimperialista Guillermo Villaverde. 
http://syrianhr.org/index.php?option=com_content&view=article&id=1181:snhr-death-toll-over-a-year
¿Tiene sentido salir a la calle a luchar junto a estos salvajes de los CJC, la UJC, el PCE, la Red Roja, que siguen apoyando a día de hoy al dictador de Siria? ¿Se puede conformar un frente amplio con quienes jalean y defienden, en nombre del antiimperialismo, al ejecutor de miles de seres humanos, muchos de ellos torturados, y muchos de ellos bebés y niños?
No tiene ningún sentido, hombre. No se puede.

viernes, 6 de julio de 2012

Maquiavelo media

Interesantísmo el email filtrado hoy por Wikileaks que la empresa de comunicaciones estratégicas Brown Lloyd James, con sedes en Londres, Nueva York y Qatar, le envió a un representante del gobierno de Bashar al-Assad el 19 de mayo de este año. Las recomendaciones que le hacen afectan al uso de los medios de comunicación como herramienta de control de la revolución en marcha, y como mecanismo para mantener el apoyo del gobierno de Estados Unidos que, como ellos bien saben (los antiimperialistas todavía no se han enterado), es "generally sympathetic" al tirano sirio.

Hay perlas como estas: "24-hour media monitoring and response system should be in place with assets in UK and US markets. Social media sites should be monitored and false sites should be challenged and removed."

Ay, qué miedo dan estas cosas...

http://wikileaks.org/syria-files/docs/2089956_political-communications.html

martes, 3 de julio de 2012

Asistencialismo

Viridiana. Luis Buñuel. España / México. 1961

martes, 19 de junio de 2012

¿Y Dios, qué es?


Alefbay-e afghan (El alfabeto afgano). 
Mohsen Makhmalbaf. Irán. 2002.

viernes, 15 de junio de 2012

Doña Ignacia


El extraño viaje. Fernando Fernán Gómez. España. 1964

miércoles, 13 de junio de 2012

El silencio de Erice

Es curioso. Parece como si las películas que, a bombo y platillo, Víctor Erice no quiso o no pudo hacer, al final las hubiese acabado haciendo, a la chita callando, Jaime Rosales. Sueño y silencio, de Jaime Rosales, es una peli maravillosa de Víctor Erice. 
http://www.youtube.com/watch?v=mRpSfz-79G4

sábado, 19 de mayo de 2012

Yo también tiré de la palanca: cinco minutos para pensar


Desiré y Fermín fueron detenidos el jueves 26 de abril por la acción simbólica que un grupo de unas 50 personas, reunidas bajo el Colectivo Tomaelmetro, realizaron el día anterior para denunciar la subida de las tarifas en el transporte público madrileño.  Desi, de 32 años, es trabajadora social especializada en población migrante y ha trabajado, durante cinco meses en el último año y medio, en casas de acogida para mujeres víctimas de violencia de género. Fermín, de 30 años, es doctor en ingeniería y profesor colaborador en la Universidad Politécnica de Madrid. Participa activamente en las asambleas de Tomalafacultad y el barrio de Austrias y fue uno de los integrantes de la diminuta acampada de la Puerta del Sol la noche del 15 de mayo de 2011. Nos reciben en el modesto piso que comparten con otro compañero en una zona popular del distrito Latina. Nos explican que todavía no habían tenido tiempo de reflexionar juntos sobre lo que padecieron esos días de calabozo, acoso mediático y represión judicial.


Ernest Favil. ¿Cómo fueron vuestras detenciones?
Desiré. Cuando volví a casa a las 11 de la mañana del 26 de abril, dos policías vestidos de paisano estaban esperándome en el portal de mi casa. Me llamaron por mi nombre, me dijeron que estaba detenida y me llevaron en un coche a la Comisaría de Moratalaz. Durante el traslado, me dijeron que habían ido a buscarme a mi antiguo domicilio antes, algo que luego comprobé que era falso. También, ya en la comisaría, me dijeron que no habían querido ir al domicilio de mis padres para no alarmarles.
Fermín. Mi abogado me recomendó ir por mí mismo a la Comisaría de Moratalaz. Y eso fue lo que hice hacia las dos de la tarde de ese mismo día 26 de abril. Una vez detenida Desi, cuando ella dio el nombre de nuestro abogado, la policía le llamó para decirle que a mí también me estaban buscando y que me tenía que “entregar” inmediatamente. Le dijeron que debía presentarme en Comisaría en el plazo de una hora, y si no me pondrían en busca y captura.


E.F. ¿En busca y captura?
F. Era mentira, porque una orden de busca y captura tiene que ponerla un juez. Pero bueno, en todo caso el abogado consideró que no tenía sentido prolongar esa situación.

E.F. ¿Cómo pudieron identificaros?
F. Nosotros tiramos de la palanca de freno del metro con la cara descubierta, estando el vagón abierto. No sentíamos ninguna necesidad de ocultarnos.
D. A Fermín lo conocían bien de las manifestaciones del 15-M. Al principio del interrogatorio al que me sometieron, y que duró cuatro o cinco horas, me dijeron que sabían que era un “voceras” y me preguntaron si era violento.  Yo les dije que era la persona más generosa que había conocido, porque es la verdad. Durante el traslado ya me habían dicho: “pues tiene un buen trabajo para dedicarse a estas cosas”. Yo les dije que eso no tenía nada que ver.

E.F. Otra demostración más de la existencia de los famosos ficheros ocultos de la Policía con activistas de los movimientos sociales, ¿no?
F. Sí, porque ninguno de los dos tenemos antecedentes. Desi ni siquiera ha participado mucho en las movilizaciones del 15-M.


E.F. ¿Los policías que os interrogaron, iban encapuchados?
D. Algunos sí y otros no. Los que iban tapados llevaban una braga negra que sólo dejaba ver sus ojos. Yo las primeras horas estuve en una habitación pequeña, con una mesa de madera en medio, donde iban entrando policías: unos “buenos”, otros “malos”. En cuanto salían unos, entraban otros. La mayoría iban tapados. El jefe de la Brigada Provincial vino al final del todo. Se sentó en una silla, con su uniforme y su gorra, en plan conquistador, y me dijo que él había entrado así, sin taparse, para ganarse mi confianza, que estaba asumiendo riesgos. Yo seguía ahí con el susto en el cuerpo…

E.F. ¿Fue muy degradante ese interrogatorio?
D.  A mí no me conocían de nada. Por eso intentaron que colaborase con ellos. De hecho, me dijeron que tenían muchos colaboradores dentro del 15-M. Son psicólogos. Intentan generarte desconfianza en tus compañeros. Me decían que los que pensaban las acciones de protesta luego no las hacían. Siempre estaban con la idea de que tenemos líderes, y querían que yo les dijese quiénes eran. Me preguntó nombres, lugares donde nos reuníamos. Me quitó el teléfono desde el momento de la detención, junto con la documentación. El teléfono sólo me lo dejaron un momento para llamar a mi madre, me lo quitaron desde las 11 a.m. y hasta las 2.30 p.m. no lo pude ver junto con el resto de mis pertenencias. Sé que me mandaron un mensaje para que nos reuniéramos a las 4 p.m. en un centro social. Ellos borraron el mensaje, y luego me estuvieron preguntando si nos reuníamos regularmente allí. El jefe de la brigada intentaba coquetear conmigo. Me dijo que sabía que yo no participaba mucho en estas cosas, que a una chica con la cara tan bonita como la mía la conocerían. Al final me dijo que tenían mi número de teléfono, y que me llamaría en un par de días.

E.F. ¿Y te llamó?
D. Sí, a los dos días me llamó a mi teléfono móvil. Yo estaba en un parque con mis sobrinos. Me preguntó que qué tal estaba mi familia, que si les había contado algo. Me dijo que él había hecho mucho por que nos trasladaran a Plaza de Castilla lo antes posible. Al final, me propuso quedar para tomar un café, me dijo que él me invitaba. Yo le dije que no me parecía una buena idea.
F. Quizá influye que pensaran que, intimidándola, podían sacarle información a Desi. Conmigo ni lo intentaron. En cuanto me preguntaron el nombre de otras personas involucradas en la acción, les dije que no iba a hablar si no era delante de mi abogado, y me dejaron en paz.

E.F. ¿Cuándo pudisteis hablar con vuestro abogado?
D. Pasaron más de 24 horas hasta que nos dejaron hablar con él. Y eso que le habían contactado desde por la mañana. Él estuvo desde la tarde del 26 en Moratalaz, porque le dijeron que íbamos a declarar ese mismo día en comisaría. Pero luego no se lo permitieron.
F. Dormimos la noche allí. Primero les dijeron que declararíamos allí ese mismo día, y al día siguiente nos trasladarían a Plaza de Castilla. Esa misma noche, al despertarnos a los 2.30 a.m.  para tomarnos las huellas, nos dijeron que no nos pasarían a disposición judicial hasta el día siguiente. Cuando me llamaron a declarar en Moratalaz, el 27 a las 11 de la mañana, el jefe de policía me preguntó si iba a querer declarar en comisaría, y cuando contesté que no,  me dijeron que no nos iban a trasladar a Plaza de Castilla hasta el día siguiente.

E.F. La desinformación es parte del acoso psicológico, ¿no?
D. Sí. A las 4 de la tarde, y cuando ya estaba mentalizada para pasar otra noche en el calabozo,  vinieron para llevarnos a Plaza de Castilla. En tres minutos, pasamos a declarar delante del juez. El abogado dijo que aquello no lo había visto en la vida, puesto que los traslados desde Moratalaz se hacen siempre por la mañana. No nos dio casi tiempo a hablar con el abogado. No nos dejaron casi estar en el locutorio para preparar la declaración. Se notaba que había intereses políticos detrás de todo lo que hacían con nosotros.

E.F. ¿Os maltrataron durante los traslados?
F. Nos esposaron junto a un hombre y nos metieron en la “furgona”. Por lo que supimos después, era un ultra del Real Madrid detenido en una pelea del fútbol. Sin mediar palabra, el tipo aquel nos dijo: "¿vosotros sois los del metro?"
D. Tardamos 5 minutos en llegar de Moratalaz a Plaza de Castilla [11 kilómetros]. Sin embargo, una vez allí, nos tuvieron más de 20 minutos a oscuras dentro de la furgoneta, con un calor asfixiante, sin ventilación. El ventilador que tiene en el techo no funciona cuando está parada.

E.F. ¿Son tan horribles las condiciones higiénicas de las celdas como cuentan?
D. En Moratalaz, yo estuve sola en una celda de unos tres metros por tres metros, sin luz ni ventana. Hay un olor nauseabundo, sólo te dejan coger una manta, que no han lavado en años. Luego en los juzgados de Plaza de Castilla, en uno de los calabozos de mujeres, yo estaba con tres mujeres más. Una de ellas era a una mujer de veintipocos años, embarazada de cinco meses. Venía directamente del aeropuerto, y al parecer habían encontrado droga en su maleta. Tenía dos niños más en Madrid, se había quedado en paro hacía tiempo. Ganaba 420 euros de subsidio, era madre soltera. Cuando llamaron a una abogada de oficio, ésta parece que la riñó: le dijo que vivía a las afueras de Madrid, que tenía dos niños y que le había molestado mucho tener que ir un sábado por la tarde a Plaza Castilla. Fui yo, que he sido trabajadora social en prisión, la que tuve que explicarle algunas cosas. Le comenté la importancia de la declaración que iba a hacer en Plaza de Castilla. Aquel calabozo tenía dos literas sucísimas pegadas a una de las paredes. Las condiciones higiénicas eran horribles. El funcionario que nos metió allí no dijo que no podíamos tocar nada. Yo les dije que ella se tenía que sentar sobre algo, que estaba embarazada. Él dijo que no se podía. Aun así, yo terminé cogiendo algunos de los cojines mugrientos que había en aquellas literas para que aquella mujer pudiera por lo menos estar sentada.

E.F. ¿Visteis alguna agresión física durante el tiempo que estuvisteis detenidos?
F. Un chico marroquí que estaba conmigo en Plaza de Castilla, y que había sido detenido por no tener papeles en regla, tenía un ojo muy amoratado. Le habían pegado en Moratalaz y luego iba directo al CIE de Aluche. A mí no me golpearon, pero sí me maltrataron en el sentido de que, como pasan de uvas a peras donde tú estás encerrado, no apagan la luz cuando quieres dormir, no te permiten salir a mear... Hay detenidos que pasan horas enteras golpeando las rejas para salir al baño. A mí mismo, desde las 2.30 a.m. hasta las 11 a.m. del día 27, no me permitieron ir a mear. También tenía mucha sed, y no me dieron agua. Hace mucho frío, todo huele a orines. Las celdas son de dos por tres metros, sin luz natural ni ventilación… Yo escuchaba a un hombre de otra celda que tenía un problema de salud y reclamaba unas pastillas que tenía que tomar. Tampoco le atendieron.

E.F. ¿Consiguieron que os arrepentierais de haber tirado de la palanca del metro?
D. ¿Por ser generosa y poner en riesgo tu futuro por una causa justa? Nadie se arrepiente por eso. Pero estar ahí te hace replantearte las cosas. Ellos intentan hacerte sentir culpable. Yo tenía la conciencia muy tranquila, y ellos lo percibían. Por eso te intentan hacer creer que lo que has hecho es horrible, que eres una terrorista. Se lo dije varias veces a los que me interrogaban. Cuando me amenazaban con ir a la cárcel, o quedarme mucho tiempo allí encerrada, yo les decía que me llevaba bien conmigo misma, que no tenía problemas en estar allí dentro sola, y que además tenía muchos amigos en la cárcel, donde he tenido que trabajar mucho tiempo. El sacrificio por una causa, por una idea, por algo más justo, es algo que ellos no entienden. Yo no puedo no puedo sentirme libre si los demás están sometidos.
F. Yo he sentido todo lo contrario a arrepentimiento. Después de haber conocido lo que pasa ahí dentro, si tenía alguna duda de seguir con esto, ahora lo tengo más claro. Mira la gente que está encerrada. Una mujer que se ve obligada a llevar droga por 6.000 euros para alimentar a sus hijos, por ejemplo. O un ciudadano de origen egipcio que había vivido diez años en Italia, pero en estos momentos no tenía permiso de residencia en regla. Había viajado a España, y la Policía aquí decía que no les valía la antigua tarjeta de residencia italiana. El juez dictaminó ingreso en el CIE para él. Hasta sesenta días entre rejas por tener un papel caducado.

E.F. ¿Qué más se puede hacer contra el “tarifazo”?
D. Todo sería más fácil si la gente asumiese la idea que nosotros queríamos transmitir con nuestra acción. El valor simbólico de parar los trenes cinco minutos para que la gente se parara también a pensar. Sería todo más fácil si la gente tuviera un poco de solidaridad, si adquiriéramos conciencia del poder que tenemos. Me sentí muy empoderada cuando tiré de la palanca. Fue una acción muy eficaz.  Un acto solidario. Yo tiré de la palanca no por mí sola. Si se conseguía algo era por los demás.
F. Es un pequeño ejemplo de lo que se podría hacer. Si decidimos participar en esa acción fue porque era completamente simbólica y pacífica. Estábamos bien informados y éramos plenamente conscientes de que no causaríamos ningún daño a personas ni cosas tirando de la palanca de freno de emergencia estando las puertas de los vagones abiertas.

E.F. ¿Y sirvió de algo?
F. La verdad es que los medios de comunicación consiguieron que no hubiera debate sobre la subida de precios del transporte público, todo se quedó en hablar de la acción en sí misma. Pero sí sirvió para visibilizar la represión, con nosotros y con toda la gente que fue a Sol a manifestarnos su solidaridad [hubo un gran despliegue policial y la mayoría de las doscientas o trescientas personas que se concentraron allí fueron identificadas http://bambuser.com/v/2592176]. Gente de otros círculos, otros ambientes, como mi trabajo, se van dando cuenta de la represión del sistema y su arbitrariedad. ¿Cómo tirar de la palanca de freno de un tren te puede acarrear prisión?
D. Hay una desproporción enorme. Pero el hecho de que los políticos se pusieran nerviosos demuestra su debilidad. Se asustan cuando ven que puede haber gente organizándose contra su dinero y su posición de poder. La nuestra era una acción simbólica colectiva. Pero en mi caso es una acción personal también. Mis hermanos y yo hemos tenido que firmar una hipoteca para salvar la casa de mis padres, a los que iban a desahuciar. Mi situación es desesperada. ¿Qué va a pasar a partir del uno agosto cuando se me acabe el paro? En un año y medio he trabajado cinco meses. He hecho lo que supuestamente tenía que hacer: ser buena estudiante, desempeñar mi trabajo con devoción. Yo con esa acción también quería que las cosas cambiasen, pasar de las manifestaciones a una acción directa. No soy tan activista, pero los que están ahí siempre [mira a Fermín] también necesitan un relevo. Es el momento de que, los que hemos estado en la sombra, estemos dispuestos a pasar a la acción.

E.F. ¿Cómo interpretáis la medida cautelar que puso el fiscal y que el juez aceptó?
D. No podemos acceder a las instalaciones del metro hasta el día del juicio. Pero la medida en sí misma es absurda. ¿Entonces tampoco podemos coger el cercanías, que comparte instalaciones con el metro? Para mí supone un gran perjuicio económico. Estoy buscando trabajo. Me tengo que mover. Para mí es necesario el transporte. En autobús me gasto más, y esto puede durar más de un año. La primera alegación del abogado va a ser para retirar esa medida, exponiendo mi situación personal. Es poner una multa sin ponerla, quieren joderme, obviamente no voy a ser tan tonta de volver a tirar de la palanca de freno. Es un castigo ejemplar y una forma más de coartarte tu libertad.
F. Yo creo que fue la rabieta final de la fiscal, al ver que no podía pedir prisión preventiva para nosotros.  En su mente, nuestra prisión preventiva era lo mejor para evitar que un supuesto grupo organizado empezara a cometer sabotajes en el metro. El fiscal, por el discurso que hizo durante nuestra toma de declaración en Plaza de Castilla, demostró que tenía preparado ese argumento, que al final cambió por el de que nosotros éramos un peligro para el metro y que por tanto no debíamos volver a entrar. Se veía que había recibido presiones para solicitar nuestra prisión preventiva. Pero legalmente eso no se sostenía por ningún lado, y tuvo que conformarse con esa medida absurda de impedirnos acceder a las instalaciones del metro.

E.F. ¿Cómo analizáis el tratamiento que os dieron los medios burgueses y qué importancia tuvo en el desenlace de vuestra detención.
D. Los medios actuaron con falsedad, siempre juzgando nuestra acción. Esperanza Aguirre acabó pidiendo disculpas delante de los medios por habernos llamado “kale borroka”, por decir que sólo buscábamos montar follón.
F. Todos esos medios son un instrumento político. Cuentan mal los hechos, dicen que hemos puesto en peligro la vida de 8.000 personas, cuando no ha habido ninguna denuncia, ni queja.  Juzgaron nuestra acción antes de informarse sobre ella para poder presentar lo que hicimos como un delito y al llegar las detenciones parecieran justificadas. Metro de Madrid dijo que se causaron perjuicios significativos, no daños, mucho menos cuantificables. Cuando desde arriba se toma una decisión, también se pone en marcha una maquinaria en los medios de comunicación masivos. Luego interviene la policía y lo terminan los jueces. Esperemos que dentro de un año, cuando salga el juicio, ya los de arriba no tengan que hacer esa demostración de fuerza y los jueces puedan ser justos.

E.F. ¿Qué interés podían tener esos medios en presentar así vuestro asunto?
D. Sensacionalismo, vender. Para vender era más interesante hablar de dos saboteadores que de dos universitarios o dos borrachos, que también tiran de la palanca de freno infinidad de veces en una noche de fin de semana. Detrás de esos medios hay intereses políticos, y desde arriba los controlan.
F. Yo creo que son simples instrumentos. Todos los medios masivos son iguales. Por ejemplo, el Diario Público también hablaba de “sabotaje”. Deberíamos empezar a centrarnos en los medios de contrainformación, y dejar de pensar que los mismos medios que nos llaman un día saboteadores van a contar alguna vez la verdad sobre lo que ocurre.

E.F. ¿Creéis que se cumplió el objetivo principal de la acción del colectivo Tomaelmetro?
F. Nuestro objetivo consistía en que la gente se parara a pensar en lo positivo de una acción de este tipo: cinco minutos de reflexión sobre cómo podemos actuar contra un abuso como es la subida de precios del transporte. Que en ese rato nos preguntásemos todos: “¿Qué hacemos?”,  “¿vamos a hacer algo o nos quedamos parados?”. También queríamos poner de manifiesto que una subida tan brutal del precio de metro, en el contexto vital y económico en que nos encontramos, afecta especialmente a los que están parados. Su trabajo es moverse para buscar trabajo, y si encareces su transporte, los obligas a permanecer inmóviles. Por eso nuestra reivindicación es simple: transporte público gratuito para que sea accesible a todas las personas.

lunes, 16 de abril de 2012

Jaque al alfil

En un país muy remoto, que se llamaba Jordania, vivían muchos camellos, talibanes, princesas y gente con turbante en general. Una primavera, en la región sureña de Tafileh, famosa por sus tambores de marfil, la gente salió a la calle a protestar contra su rey. Se habían soliviantado porque los jueces y corregidores de aquella ignota región habían castigado a un pobre joven que quemó la foto del rey Abdalá en una plaza de su ciudad y a un extravagante señor con barbas, llamado Ahmad, que habló delante de muchos sobre un sistema de gobierno sin reyes.

https://english.al-akhbar.com/content/jordan-jails-18yo-burning-kings-picture

http://www.albawaba.com/en/node/411503

Un 31 de marzo en Amman, la capital de aquel lejano reino, hubo una manifestación contra el monarca en la que unos hombres fuertemente equipados con armas (seguramente sables) pegaron y detuvieron a muchas personas que pacíficamente se concentraban frente a las oficinas del walid.


http://www.youtube.com/watch?v=Bsn9lsNnRgI

Después de unos días, como ocho de los manifestantes seguían en prisión provisional (seguramente en las mazmorras de uno de los castillos del rey), la gente decidió continuar sus protestas. Salían gritando de sus casas, organizaban campamentos, se sentaban en las principales vías, impedían el paso de las caravanas.

Entonces el gobierno de España, a través de su Agencia de Cooperación Internacional, ayudó al rey de Jordania a crear un observatorio para monitorizar la implementación de unas reformas con que la gente se quedase tranquila y no volviese a salir a la calle a protestar. Los emisarios de Al-Jazeera, fieles al rey que les pagaba, permanecieron callados.

Y colorín colorado, esta historia...

http://www.aish.es/index.php/component/content/article/148-clavesjordania/2798-jordania-120412-tafileh-centraliza-y-centra-las-protestas-contra-el-rey

jueves, 29 de marzo de 2012

¿Y tú?

Mientras los jerifaltes de los grandes sindicatos celebran el éxito de la huelga y hacen cálculos sobre lo que podrán seguir lucrándose a partir de ahora gracias a esta demostración de fuerza. Mientras los empresarios, los banqueros y los políticos celebran el fracaso de la huelga, y hacen cálculos sobre lo que podrán seguir estafando a la gente a costa de su trabajo y su miseria. Mientras ocurre eso, mi compañero D., del Sindicato de Enseñanza, estará pensando en su hijo pequeño e intentando cerrar los ojos en los inmundos calabozos de la Comisaría de Moratalaz en Madrid, entre excrementos humanos dejados a posta por los carceleros, chinches, frío y con una brecha en la cabeza que le han hecho unos tipos armados mientras estaba en un piquete delante del Carrefour de la plaza de Lavapiés. En tu país se encarcela, agrede y humilla a las personas que valen la pena y que creen en un mundo más justo. Los sinvergüenzas, los ladrones, campan a sus anchas por los despachos, los pasillos de los edificios públicos y las calles de nuestras ciudades. ¿Y tú? ¿Hasta cuándo vas a seguir mirando para otro lado?

miércoles, 28 de marzo de 2012

Apaleado y detenido por documentar una redada racista

Entrevista a Javier, miembro del Grupo de Migración y Convivencia de la Asamblea Popular de Lavapiés (15-M), detenido junto a un vecino senegalés el pasado viernes 17 de marzo por grabar una redada racista en la Plaza de la Corrala. Ahora enfrenta un cargo de resistencia activa a la autoridad, penado con hasta 1 año de cárcel.

Javier, de 33 años, nos recibe en el piso que alquila junto a su compañera inmigrante en el barrio de Lavapiés. Lo primero que hace es mostrarnos los moratones que todavía tiene en las muñecas y tobillos. Nos dice que el asunto de su detención, hasta que salga el juicio, lo tiene olvidado. Sin embargo, a medida que fluye nuestra conversación notamos que continúa bastante afectado por lo que vio y sufrió en los calabozos de Leganitos y Moratalaz. Miembro activo de la Asamblea Popular de Lavapiés y del sindicato de Enseñanza e Intervención Social de CNT, asegura que, a pesar de los cargos que le imputan, no van a conseguir apartarle de la lucha contra las redadas racistas de la Policía que desde diversos colectivos vecinales y organizaciones se viene desarrollando en su barrio. Aunque al principio se muestra receloso hacia nuestro trabajo como periodistas, cuando le explicamos que sólo publicamos nuestras crónicas en medios de comunicación asamblearios y alternativos, su actitud se vuelve entusiasta, mostrándose como un buen conversador, apasionado con sus ideas.

E.F. - ¿Qué pasó la noche del 17 de marzo en la Plaza de La Corrala?

J. - Yo salía con unos amigos de un local de la calle Mesón de Paredes, cuando de repente vi un helicóptero volando a poca distancia de mi cabeza y un grupo numeroso de personas gritando un poco más arriba de la calle, a la altura de la plaza de la Corrala. Apreté el paso y encontré al menos una decena de coches patrulla de la Policía Nacional que bajaban lentamente la calle Mesón de Paredes. Enseguida vi que las personas que gritaban, unas 50 o 60, eran en su mayoría miembros de la asamblea de mi barrio, y que su consigna era “Ningún ser humano es ilegal”. Inmediatamente entendí que había habido una nueva redada contra la población migrante del barrio, y que mis vecinos habían reaccionado para afear a los policías su comportamiento racista. En estas páginas tienes relatos fiables de personas que estuvieron en la plaza de la Corrala desde que comenzó la redada:

http://www.lavapieshoy.es/vamos-a-contar-verdades-la-redada-del-viernes-16-de-marzo-vt1352.html

http://www.diagonalperiodico.net/Una-nueva-redada-racista-en.html

http://lavapies.tomalosbarrios.net/2012/03/21/no-fue-una-rina-fue-una-redada/

Sinceramente, yo llegué cuando mis compañeros ya habían conformado un cordón con las manos en alto, intentando expulsar pacíficamente a la Policía del barrio, al estilo de lo que ocurrió el 5 y el 12 de julio de 2011 en la Plaza de Lavapiés, o, sin ir más lejos, el jueves anterior por la tarde en la calle Amparo. Recordé el protocolo de actuación que tenemos los vecinos de la asamblea del barrio en caso de redada racista, y me di cuenta de que nadie estaba intentando documentar la escena.

http://lavapies.tomalosbarrios.net/2011/11/28/protocolo-de-actuacion-en-caso-de-redadas-racistas-asamblea-popular-de-lavapies/

Como llevaba una cámara de fotos en la mochila, la saqué y me coloqué entre los manifestantes y los policías, que en cada vez mayor número se estaban reuniendo en la intersección de la calle Mesón de Paredes y la calle Tribulete.

E.F. - Entonces, ¿crees que fue el hecho de estar grabando lo que motivó tu detención?

J. - Estoy seguro. Nada más llegar a la comisaría de Leganitos, los policías me preguntaban una y otra vez si era periodista y si tenía acreditación de prensa. Parecían muy preocupados por el asunto. Lo cierto es que no llevaba ni medio minuto grabando la escena cuando de repente, y sin previo aviso, tres o cuatro policías de paisano me agarraron por el cuello, me tiraron al suelo y me pusieron boca abajo, colocándome unos grilletes. Mientras lo hacían, me dieron un patadón en el tobillo derecho y porrazos en la cabeza y en los antebrazos. Luego dijeron en el atestado que yo les había mordido y me había autolesionado dándome cabezazos contra el suelo. Ya me habría gustado tener la sangre fría como para pensar tantas cosas en ese momento, pero lo cierto es que con preocuparme con respirar, mientras un policía me hacía una llave de yudo en el brazo y otro me tapaba la boca, era más que suficiente para mí. Los vecinos del barrio intentaron protegerme, pero no lograron evitar que me llevara unos cuantos golpes.


E.F. - ¿Te maltrataron también durante el traslado a la comisaría de Leganitos?

J. - Me llevaban con las esposas muy apretadas y a toda velocidad. Cuando me sacaron del coche me hicieron agachar la cabeza dándome golpes en la nuca y me dieron varios empujones. Una vez en el “Calabozo provisional” (así reza el simpático cartelito de esa inmunda habitación) empezaron a hacerme preguntas, entremezcladas con burlas y amenazas cada vez que me atrevía a mirar a alguno de los agentes que custodiaba la puerta. Cuando dije el nombre del abogado penalista de mi sindicato, parece que les molestó mucho: “Abogaditos, abogaditos. La culpa es de esos abogaditos”. Como venganza, dentro de esos divertidos códigos heteropatriarcales que ellos manejan, escribieron el nombre de mi abogado en femenino (“Daniela” en vez de “Daniel”), y me pasaron la hoja de detención con el nombre cambiado, diciendo que no habían podido localizarle en los listados del Colegio de Abogados. Yo entonces di el nombre de otro abogado, y el funcionario torció el gesto, y me dijo que no hacía falta.

E.F. - Y de ahí al calabozo “no provisional”, ¿no?

J. - No, antes me llevaron a hacer un reconocimiento médico, que yo solicité. Para entonces unos cuantos vecinos del barrio ya estaba concentrados en la puerta de la comisaría de Leganitos. Aunque yo salí por la puerta trasera (la que da a los calabozos), sentí la presencia de mis vecinos, sobre todo en el hecho de que los policías estaban un poco descolocados. Tuve suerte con eso: empezaron a tratarme un poco mejor. No sé, quizá fue simplemente la preocupación porque yo fuera periodista y acabara contando cosas por ahí…

E.F. - ¿Qué ponía en el reconocimiento?

J. - El reconocimiento fue lamentable. Aquella escena delante de un médico en un centro de salud me ha hecho pensar mucho. Es muy fácil criticar a la Policía Nacional, una institución que todos sabemos está integrada fundamentalmente por hijos de policías franquistas, e infiltrada por grupos organizados de ideología racista o directamente neonazi. Pero cuando ves que la corrupción y la violencia afecta también a otros colectivos aledaños, incluidos trabajadores de la salud, las sensaciones son más tristes. Las esperanzas de un verdadero cambio en la sociedad se disipan. Mucho más que los golpes que recibí, me dolió que la médico encargada de hacerme el reconocimiento preceptivo en el llamado Centro de Apoyo a la Seguridad, y con número de colegiado 24096, me tratase como una alimaña. Entré en su despacho custodiado por tres policías. En cuanto me quitaron las esposas, me espetó, de muy malos modos: “¿Y a ti, qué te pasa?” Le mostré mi antebrazo izquierdo, claramente deformado por una inflamación masiva, y con una herida sangrante de unos cinco centímetros. Le dije que además creía que me habían hecho un esguince en el tobillo, y que tenía dolores en las cervicales y el cuello. Ni se molestó en tocarme. Me miraba como si fuese un desecho, un animal peligroso. Al final, me echó un poco de réflex por la espalda y se puso a escribir. Sólo se me ocurrió mirarle a los ojos, en plan ciudadano, y decirle que yo también era un empleado público, como ella, que trabajaba como profesor en una universidad de Madrid, y que si necesitaba mirarme otra vez las heridas, porque me parecía que no las había visto bien. Ni se inmutó la doctora. Cuando salí del calabozo dos días después, leí su informe. Decía lo siguiente: “Refiere dolor en ambas muñecas por las esposas”. “Refiere”, había escrito la muy sinvergüenza.


E.F. - Después del reconocimiento médico, ¿hubo más interrogatorio, o te mandaron directamente al calabozo?

N. - En el tiempo que estuvimos esperando al reconocimiento médico los cinco policías que me vigilaban (dos uniformados y tres de paisano) me hacían preguntas entre gestos de desaprobación e incredulidad. Hacían como que estaban muy indignados con lo que había ocurrido. Me decían que yo no tenía ni puta idea de lo que había hecho, que no sabía a qué tipo de gente estaba defendiendo. Yo recordaba que sólo tenía obligación de contestar si me preguntaban por mi nombre o mi dirección, así que sólo respondí con el nombre de la calle y el número del portal donde vivo cuando me dijeron: “Si seguro que no vives en Lavapiés, ¿a que no?”. Luego optaron por la estrategia del “poli bueno”. Me decían: “¿Cómo crees que acabará esto dentro de un año?”. Como seguía callado, uno se acercó en plan colega diciendo: “Dejad al chaval, ¿no veis que no quiere hablar?”. Y luego me dijo: “Claro, tú tienes tus ideas y nosotros las nuestras”. No sé si esperaba que le explicase cuáles eran mis ideas, así como estaba esposado y con todo el cuerpo magullado. Preferí quedarme callado como un ser humano.

E.F. - ¿Cómo son los calabozos de la comisaría de Leganitos?

J. - En realidad, a mí me recordaban más a mazmorras medievales, de esas que uno ve en las películas. Hay un olor nauseabundo, fruto de la falta de higiene y ventilación. Te dan una colchoneta fina, impregnada de orines y efluvios de las muchas personas que la usaron antes. Y una manta. Cuando te mandan acercarte al montículo de mantas raídas que tienen a la entrada del calabozo, un funcionario te avisa de las terribles consecuencias que puede haber para ti si se te ocurre coger más de una. Luego comprendes por qué: en las celdas hace un frío terrible. La humedad se te mete en los huesos.

E.F. - ¿Había más gente en tu celda?

J. - Sí, cuando yo llegué había ya cinco personas en mi celda. En un espacio como de cuatro metros cuadrados. Vamos, que había overbooking. Quedaba el espacio justo para colocar mi colchoneta y mi cuerpo, justo al lado de los barrotes.

E.F. - ¿Y cómo son las celdas?

J. - En los calabozos de Leganitos hay como tres naves abovedadas. No hay ningún tipo de luz natural. La mayor parte del tiempo todas las luces están apagadas. Cada celda tiene dos alturas, separadas por un banzo como de medio metro. El suelo es de baldosa. Los techos están desconchados por la humedad y el deterioro. Con el estrés y la humillación a la que te someten, uno termina pensando que el techo, que ya de por sí es muy bajo, se le va a venir encima.

E.F. - ¿Y para orinar?

J. - Para orinar o hacer de vientre hay que esperar a que el agente de turno esté del humor adecuado. Durante el tiempo que estuve en Leganitos, y luego en Moratalaz, hubo al menos tres personas detenidas que, ante la imposibilidad de salir a la letrina, decidieron orinar a través de los barrotes, con el consiguiente disgusto para sus compañeros de celda y los habitantes de las celdas contiguas. Aunque también te digo que ir a la letrina no es una experiencia mucho mejor.

E.F. - ¿Cómo es?

J. - En la letrina yo me empecé a dar cuenta de esas sutiles estrategias con que los carceleros se divierten humillando a los detenidos. Lo de “sutiles” es obviamente un eufemismo. Un par de horas después de ingresar yo en el calabozo de Leganitos entró una mujer, muy probablemente toxicómana, que nada más ser encerrada en su celda solicitó un “támpax”, puesto que estaba con el período. Un funcionario le respondió que allí no tenían “támpax”, y que si le servía con papel higiénico bien, y si no también. El famoso “támpax” usado de la detenida acabó obviamente en la letrina. Cuando yo conseguí que un policía me dejase ir al baño, el tampón sanguinolento estaba colocado justo encima del murete donde te tienes que sujetar si quieres hacer tus necesidades. Me acuerdo que lo bajé de ahí con el pie y lo empujé de una patada contra una esquina de la letrina. Pues bien: las dos veces siguientes que conseguí ir al baño, el “támpax” volvía a estar, como por arte de magia, en el mismo lugar estratégico. También, la última vez que fui había un excremento humano en medio de la entrada a la letrina. Obviamente no se había podido salir de la taza del váter. Alguien se estaba divirtiendo colocándolo en mitad de nuestro camino al baño.

E.F. - Lo que cuentas sobre el trato a una toxicómana es muy grave.

J. - Es peor que muy grave. En la celda contigua a la mía en Leganitos un hombre pasó yo calculo que unas ocho horas pidiendo que le proporcionasen metadona. Por lo que pude escuchar era un usuario del dispensario de Valdemingómez. Le estuvieron dando largas toda la mañana del sábado y buena parte de la tarde. Cada vez que se quejaba a gritos, venían a la puerta de su celda y le decían: “Sí, ya la hemos pedido, ahora viene.” El hombre se llamaba Gelu [nombre rumano] y los funcionarios se dirigían a él, en un alarde de ingenio, con el apelativo de “Gelu Kitty”. Recuerdo comentarios de lo más cruel, del tipo: “¿Qué te pasa, “Gelu Kitty”, estás sudando?” No sé qué puede haber dentro del cerebro de un ser humano para poder burlarse así de otro ser humano que está en una situación tan jodida. Al final se lo llevaron a un centro de salud hacia las cinco de la tarde, avisándole previamente de que en realidad se lo llevaban de paseo, porque ningún centro de salud le iba a dar metadona los fines de semana.

E.F. - ¿Cómo podías saber la hora estando allí dentro? ¿No decías que no había ningún tipo de iluminación natural?

J. - Pathe, el compañero senegalés que fue detenido conmigo, había conseguido “colar” un relojito de estos digitales Casio. Aunque nos pusieron en celdas separadas para que no pudiéramos charlar, de vez en cuando Pathe cantaba las horas. A veces, si los funcionarios estaban de buen humor, también te decían la hora. Ese relojito nos ayudó mucho a pasar el mal trago de la detención. Después de dos días sin poder dormir, sin ningún tipo de referencia, uno acaba aturdido, pierde la noción del tiempo y el espacio, y la amenaza de una crisis de ansiedad o un derrumbe emocional es cada vez más grande, sobre todo sabiendo que lo más probable es que nadie te vaya a atender si al final te ocurre. No me quiero imaginar cómo será el régimen FIES en las prisiones. Si esto es lo que hacen con detenidos a los que supuestamente les ampara la presunción de inocencia, no sé qué harán en los presidios con los reos ya condenados.

E.F. - Son estrategias de humillación y castigo por anticipado, en definitiva.

J. - Sí, por supuesto. Ellos consiguen animalizarte. Eso tiene mucho que ver con lo que hablamos antes, lo que estaba escrito en el atestado policial y que luego fue reproducido por todos los periódicos: que yo les había dado mordiscos a los policías durante el arresto, como si fuera un perro rabioso. Es lo mismo que te comentaba sobre el trato que me dieron los médicos forenses. Hay todo un aparato policial que, conscientemente, busca animalizarte, y que consigue que a los ojos acríticos de la gente que está en los alrededores (los funcionarios del Juzgado que te reparten comida o que te abren y cierran las puertas en el calabozo de Plaza de Castilla, los médicos que te hacen los reconocimientos, algunos abogados de oficio, etc.) los detenidos también aparezcan como simples animales. Y lo que es peor de todo: uno termina también animalizándose. Yo recuerdo los últimos minutos en que estuve privado de libertad, que me encontré a mí mismo asomando literalmente la nariz por una rendija de la puerta de mi celda, pidiendo por favor al funcionario que no volviese a cerrarla, que dejase así abierta una rendijita, que con eso me valía para estar a gusto. Habían pasado más de 6 horas desde mi comparecencia ante la juez, en la que habían decidido concederme la libertad. Sin embargo, las órdenes de libertad tardaban en bajar firmadas a los calabozos, y los que estábamos allí encerrados (unos 30 sólo en mi celda) andábamos desesperados.

E.F. - ¿Con qué tipo de gente estuviste encerrado?

J. - Principalmente chicos jóvenes, muchos de ellos consumidores habituales de cocaína o basuco, que estaban acusados de hurtos o robos con violencia. Varios heroinómanos muy deteriorados física y mentalmente también había, algún pequeño estafador (a Urdangarín no conseguí encontrármelo), pero sobre todo chicos de bandas juveniles. Es curioso comprobar que los códigos machistas y consumistas que manejan esos chicos son exactamente los mismos con los que se comunican los policías entre ellos. El tamaño del miembro viril, el fútbol y la aversión a la homosexualidad aparecen constantemente en el discurso de ambos bandos. También el patriotismo o la obsesión por tu lugar de origen. Entre los policías se llaman los unos a los otros de “¡gallego!”, “¡asturiano!”, y entre los delincuentes comunes se gritan, de una celda a otra, “¡eh, moro!”, “¡eh, cubano!”, o “¡andaluz!”. Recuerdo el policía que me sacó el DNI de la cartera cuando llegué a Leganitos. Lo primero que miró fue mi lugar de nacimiento. Cuando lo leyó exhaló un profundísmo “¡palentino!”. Yo me preguntaba a mí mismo: “¿Qué cojones le importará a este tío dónde he nacido yo?”

E.F. - Entonces, torturas físicas no sufriste, ¿no?

J. - Si quitamos el frío y el dolor por tener que aguantarme el pis, yo he de decir que no recibí torturas físicas. Pero hubo dos detenidos que sí. La noche del sábado en Leganitos ingresó un hombre, que al parecer llegaba acusado de maltrato, y que hizo un comentario acerca del hecho de tener que quitarse los cordones de sus zapatos antes de entrar en la celda. Enseguida el grupo de policías que lo habían bajado, junto con los que estaban de guardia, empezaron a gritarle al unísono. Después de los gritos empezaron los golpes. El asunto debió de durar como unos diez minutos, y por los gemidos del detenido y por el sonido de los golpetazos, puedo asegurar que le pegaron. La otra agresión la vi con mis propios ojos en la comisaría de Moratalaz, la noche del domingo al lunes. Enfrente de mi celda había un hombre solo en una habitación. La tenían iluminada con una luz halógena fuerte, muy blanca, que hacía imposible que aquel detenido durmiera. Cada quince minutos ese hombre se levantaba desafiante y daba patadas contra los barrotes, al grito de: “¡Policía, apaga la luz!”. Todos los demás detenidos del módulo nos revolvíamos en las colchonetas. Le llovían los insultos. Algunos le rogábamos que por favor se callase, e intentase dormir con la manta en la cara. Aquel hombre estaba siendo torturado, y acabó torturando a todos los que intentaban dormir en aquel módulo: fue una situación muy desagradable. Ningún agente se acercó a nuestras celdas en tres o cuatro horas, ni respondiendo a los gritos del detenido de la celda iluminada, ni a los de los que nos quejábamos de la situación. A las 7 de la mañana, poco antes de que comenzaran los traslados a los juzgados de Plaza de Castilla, un policía uniformado se acercó sigilosamente a la celda de mi vecino de enfrente y apagó el interruptor. La celda quedó por fin a oscuras y alguno de mis compañeros consiguió dormir un rato.

E.F. - O sea que el machaque psicológico es constante.

J. - Claro. Son muchos insultos, muchos gritos fuera de contexto, muchas órdenes absurdas. Recuerdo con especial horror a un policía con acento andaluz, bajito y con gafas, que era uno de los encargados de la guardia del calabozo de Leganitos el sábado 17 de marzo en el turno de tarde (creo que de 2 a 10). Llegó pegando gritos a todo el que le pedía ir al baño. Al segundo o tercer bocinazo, alguien le insultó desde alguna de las celdas, haciendo referencia a su tono de voz, que en verdad no era demasiado varonil. Entonces el funcionario entró en cólera y desató una retahíla de insultos, que terminó con el muy sintomático: “¡Inmigrantes de mierda, volveos todos en patera a vuestro puto país!” Después desapareció dentro de la garita, y ni él ni nadie más de los policías que se encargaban del turno atendieron a las llamadas de los detenidos durante varias horas. Desde detrás de la puerta, se podían escuchar un poco las voces desaforadas de los locutores del Carrusel deportivo. La afición de aquel policía andaluz por el fútbol parecía directamente proporcional a su aversión por los inmigrantes.

E.F. - ¿Qué opinión te merecen las mentiras reproducidas en las notas de prensa que aparecieron en los periódicos con respecto al suceso de aquella noche en la plaza de la Corrala?

J. - Sinceramente, a mí no me sorprendieron lo más mínimo. Las notas de los periódicos reprodujeron literalmente lo que decía el atestado policial, tal y como hacen habitualmente. Da igual que sean reporteros de El País, del moribundo Público, o de La Razón. En definitiva sus dueños, quienes les pagan, tienen los mismos intereses. Los diferentes posicionamientos ideológicos de los medios de comunicación españoles son absolutamente impostados en mi opinión, son simples cuotas de mercado para quienes controlan sus capitales sociales, que en realidad son unos pocos sujetos y sus familias, que además se relacionan y reproducen entre sí. Para conservar el puesto de trabajo, los periodistas, los reporterillos (muchas veces becarios) que trabajan para los medios hegemónicos desarrollan sus propias estrategias de censura y autocensura, y no les importa mentir a cambio de conservar el sueldo, aunque para ello tengan que poner en riesgo la integridad física o el futuro de personas como en este caso fui yo.

E.F. – Pero es verdad que al 15-M no le han tratado del todo mal en esos medios “progresistas”.

J. - En el caso concreto de las redadas racistas en Lavapiés y otros barrios obreros de Madrid, está claro que a ninguno de los socios capitalistas que controlan los cuatro o cinco grandes conglomerados mediáticos españoles les interesa difundir que los inmigrantes se están empezando a organizar para contestar a los abusos que a diario están cometiendo contra ellos. Quizá una acampada festiva, un pasacalles o una cabalgata indignada no lo haga, pero una respuesta colectiva y contundente de la población migrante de Madrid contra quienes están violando sistemáticamente sus derechos como seres humanos pondría en serio riesgo los intereses económicos de esa elite financiera que posee los medios de comunicación en España. Entre los multimillonarios que pertenecen a esa elite desde luego que también están los dueños del fondo de inversión Liberty Acquisition Holding, que controla el Grupo Prisa, o la familia Abelló, que controla el fondo de inversión Torreal, que gestiona Mediapro y por lo tanto la Sexta y el extinto Diario Público, o la familia Azcárraga que maneja los hilos de Televisa. A ninguno de ellos les interesa lo más mínimo difundir que los inmigrantes están plantándole cara a sus agresores. Nosotros en el Grupo de Migración y Convivencia de la Asamblea Popular de Lavapiés ya habíamos tenido experiencias muy desagradables con reporteros de toda calaña desde principios del verano, y por eso llegamos a un acuerdo en asamblea de no tratar con ellos, de boicotearles. Ese trabajo va de la mano de un esfuerzo por difundir nuestros comunicados y nuestras notas de prensa por los medios de contrainformación, siempre que sean asamblearios o, por lo menos, económicamente independientes. Creo sinceramente que otras asambleas barriales y organizaciones como mi sindicato (CNT) deberían dar un paso en firme para boicotear de raíz cualquier tipo de relación con reporteros que trabajen para estos medios hegemónicos, sea la simpática Sexta o la recalcitrante Intereconomía.

E.F. - ¿Y cómo conseguiríamos que ese boicot del que hablas fuera efectivo?

J. - Pues empezando por quienes tenemos más cerca. A mí me parece mucho más honesto (y más laborioso también) intentar que la gente a nuestro alrededor saque de sus sobacos el domingo por la mañana ese maldito País, o ese maldito Diario Público y se aficione de una vez por todas a informarse seriamente a través de nuestros blogs, nuestras páginas de contrainfo, nuestras redes sociales y nuestros periódicos como el del 15-M, o el Rebelaos. Es mucho más honesto y más valiente que seguir tratando de mendigar un buen trato en la Cadena Ser o en El País. Obviamente en El País o en la Cadena Ser algunas veces nos tratarán bien, nos darán un poco de coba a las gentes de los movimientos sociales, según los intereses políticos o económicos que en cada momento tengan sus dueños o sus patrocinadores. Mira, te voy a decir una cosa: si algo ha tenido de positivo mi detención y los moratones de mi cuerpo es que algunos miembros de mi familia, por ejemplo, fieles votantes algunos del PP, se han llevado las manos a la cabeza al ver como en todos lados me llamaban narcotraficante, incitador a la violencia, o perro mordedor. El otro día mi hermana me preguntaba que de qué manera podía informarse a partir de ahora, que tenía la sensación de que en todos los sitios la estaban engañando. Yo, después de una intensa conversación con ella, le he pasado los enlaces de medios de comunicación que me parecen fácilmente digeribles para una persona que está empezando a darse cuenta de la farsa que hay detrás de los medios de comunicación masivos. Le he recomendado el Diagonal, Periodismo humano y Madrilonia. Me parece que ese trabajo de convencer a gente como mi hermana de que se aparte del televisor y deje de leer los periódicos de quienes nos gobiernan es más digno y más gratificante que el de pedirle al defensor del lector de El País que rectifique una noticia y nos deje por favor contarle a la gente que yo no soy ningún narcotraficante ni ningún perro sarnoso, que tengo mi doctorado por la Universidad de Yale y que la policía me pegó simplemente por manifestarme contra un hecho injusto. Entre otras cosas, si la policía me maltrató y me ha puesto unos cargos que pueden suponer hasta un año de cárcel es por haber intentado documentar un hecho injusto, o sea hacer lo que los periodistas a diario no hacen, que es contar en justicia lo que está pasando en nuestras calles.

E.F. - Hablando de justicia, ¿cuándo será el juicio?

J. - No sé, creo que tardará muchos meses. El próximo 17 de abril los policías declaran ante el juez, y dice mi abogado que ahí veremos si tienen ganas de fastidiarme vida. Yo también he denunciado a los policías por agresiones, así que el día de juicio, y si su señoría no decide archivar mi denuncia, ello irán no sólo como denunciantes sino también como denunciados. A mí me acusan de un delito de resistencia activa a la autoridad, que está penado con hasta un año de cárcel. Aunque como soy blanquito, “palentino”, y era la primera vez que estaba detenido, si al final salgo condenado me lo sustituirán por una multa. Mucho peor lo tiene nuestro compañero Pathe, que es negro, senegalés y le acusan de atentado a la autoridad. Él tiene ya varias causas pendientes, todas ellas por delitos contra la Ley de Extranjería, excepto una por atentado a la autoridad de una vez que le dio un codazo a un policía que intentó quitarle los cedés que estaba vendiendo en la calle. A Pathe es probable que le caiga un año de cárcel. Cuando cumpla su condena, el día que salga en libertad, una patrulla de policía estará esperándolo a la puerta del centro penitenciario tal y como llevan haciendo desde hace ya meses. Lo meterán directamente en un CIE, donde se comerá otros 60 días privado de libertad antes de ser deportado a su país.

E. F. - ¿Crees que tiene solución el tema de las redadas racistas?

J. - Yo creo que las redadas racistas de la policía se terminarán en un corto plazo. Me refiero a los controles de identidad por perfil étnico en las bocas de metro, en los intercambiadores y en las plazas de los barrios obreros de Madrid. Son demasiado descaradas, y la gente de a pie ha empezado a concienciarse de su injusticia, gracias, al estupendo trabajo de difusión de las Brigadas Vecinales, al reciente informe de Amnistía Internacional o al ingente trabajo de asociaciones como Ferrocarril Clandestino, las ODS, la Federación Local de CNT en Madrid o la Asociación Sin Papeles, con el definitivo impulso del Movimiento 15-M.

E.F. - ¿Estás seguro de que dejaremos de ver a policías de paisano pidiendo papeles por todos lados, ahora que gobierna el PP?

J. - Sí, es como el tema de los desahucios y la dación en pago. El actual gobierno de ultraderecha hará lo posible por que se acaben. Al poder y al capital, por muy conservador que sea en sus principios ideológicos, no le conviene que su violencia sea tan visible. Sin embargo el acoso a la población inmigrante continuará, disfrazado de operaciones antidroga, antirrobo o “antiloquesea”, como ya está pasando en Lavapiés, que sirvan para exacerbar entre la gente el discurso fascista que identifica al inmigrante con el delincuente, “el que ha venido aquí a quitarnos lo nuestro y a traernos lo que no necesitamos”. También es más que probable un fuerte endurecimiento de las leyes de extranjería, especialmente en lo tocante a la obtención de permisos de residencia por arraigo. En definitiva, yo creo que hay una auténtica limpieza étnica que desde hace tiempo está decidida desde quienes tienen el poder político y económico, no sólo en este país, sino en toda Europa. A medida que las nuevas leyes laborales están sancionado la existencia de una masa trabajadora autóctona en condiciones apropiadas de indefensión para ser explotada de la forma más descarada, la antigua mano de obra semiesclava de origen extranjero, la que construía nuestras segundas residencias, cuidaba a nuestros ancianos o limpiaba nuestra basura, ya no es necesaria en nuestros países, y hace falta eliminarla, porque “compite” directamente con los nuevos parias nativos. Los policías, los jueces y los gobernantes acosarán a los migrantes, los meterán en los CIE o en los calabozos el tiempo que sea necesario, les harán la vida imposible hasta que por fin se vuelvan voluntariamente a sus países. Si no lo hacen, habrá que deportarlos. Entre medias, tendremos víctimas, como Samba Martine, asesinada por la policía en el CIE de Aluche en Madrid, o el joven Abdellah El Asli, al que la policía ha dejado tetrapléjico recientemente en Guadalajara. Sólo una reacción valiente y organizada en función de principios ideológicos claramente antifascistas podrá detener esa espiral de violencia contra los inmigrantes.

E.F. - ¿Quieres decir algo más?

J. – Quiero darles las gracias a mis compañeros de la Asamblea de Lavapiés y de CNT por habernos acompañado a Pathe y a mí tantas horas a la puerta de la Comisaría de Leganitos el viernes por la noche, el sábado en la plaza de Lavapiés y el domingo en los Juzgados de Plaza de Castilla, con un frío que pelaba. Se siente mucho esa presencia cuando uno está detenido, y creo que debemos continuar haciéndolo con todos los compañeros que sigan siendo represaliados en esta lucha, que será bien larga. La solidaridad y el apoyo mutuo en los momentos chungos es lo fundamental.