Es curioso dos cosas.
Primero es curioso que hayan coincidido en la cartelera, y en tan corto espacio de tiempo, tres películas europeas "independientes", aunque bien subvencionadas, sobre el mismo tema: yonquis autóctonos que se mueren y maternidades que de alguna forma los reviven. Parece un tema bastante rebuscado, y bien podría ser un síntoma del agotamiento de un cine falsamente social que vuelve la espalda a los crímenes que estamos presenciando cada día para contar historias cuadriculadas y de lagrimita fácil.
¿Acaso no se está expulsando a gitanos en Francia, no hay un gobernante xenófobo en Italia, no se están haciendo con el poder los fascistas en Centroeuropa, no se están pudriendo en la miseria los europeos del Este, no hay represión policial y asesinatos en todas y cada una de las fronteras de nuestra "Unión"? Joder, ¿no hay buenas historias "sociales" que contar en este continente de viejos?
Pues eso, lo que yo digo. Dos de esas películas que hemos visto en la última semana y media me parecen nefastas e inmorales por pretender ser sociales cuando lo que son es comerciales y ñoñas. Me refiero a Submarino, de la que ya hemos hablado, y a Le refuge, de la que hablaremos ahora. La otra es Le silence de Lorna, de los hermanos Dardenne, una peli infinitamente más decente y mejor contada, aunque su heroinómano sigue pareciéndome, igual que en las otras dos, demasiado sexy para mi gusto y para lo que viene siendo un personaje que se debate entre la vida y la muerte.
Por otro lado, me parece también muy curioso que yo sea tan gilipollas de, después de haber uncido aquí públicamente a François Ozon con los santos óleos, ayer todavía le diese una última oportunidad y me fuese a ver su película más reciente, patrocinada por el Canal +, y sacada muy pocos meses después de aquel remake de Tobi, el niño con alas, que nos había llenado de vergüenza ajena hace bien poco. Es que la oferta en los cines comerciales de Madrid estaba un poco pobre, era día del espectador y esas cosas, pero merecido nos tuvimos ese nuevo bodrio pijo, agilipollado y pasteloso, que es que no hay léxico humano capaz de fabricar adjetivos insultantes que le definan a ese Ozon de los cojones.
Yo qué sé. Voy a decir la verdad: lo que me movió a ir a verla fue un gesto bien elitista también por mi parte, que fue el de leer que esa peli había ganado el Gran Premio del Jurado del último Festival de San Sebastián, donde fueron premiadas también Gigante o La mujer sin piano, por ejemplo, que nos encantaron. Pensé: "joder, a lo mejor lo del puto niño con alas fue un simple error, una rayadura de cabeza que le dio al pobre hombre." Pero lo que no se me pasó por las mientes es que el gran premio se lo hubiera dado el Jurado (o sea te lo juro), a instancias del Gobierno Vasco y del Ayuntamiento de San Sebastián, por haber hecho, en vez de una peli, un publirreportaje sobre los encantos de la costa guipuzcoana, las infinitas bellezas que ofrece su paisaje y los atractivos que tiene para el turista lleno de pasta que se puede pagar un caserío rural en el puto bosque al lado de Guetaria.
Así que después del mal trago que pasé ayer en el cine, me he venido hoy aquí para vengarme. Voy a buscar a los cómplices de esa barrabasada, o sea a los idiotas de los miembros del Jurado de la 57 edición del Festival de San Sebastián que de milagro no le dieron la concha de su madre al cursi de François Ozon. Vamos a echarles un vistazo, aunque sólo sea para boicotearles de aquí en adelante:
Laurent Cantet | Bong Joon-ho | Daniel Giménez Cacho | John Madden | Leonor Silveira | Pilar López de Ayala | Samira Makhmalbaf |
Leonor Silveira | Pilar López de Ayala | Samira Makhmalbaf |
Bueno, sin novedad, lo de Laurent Cantent lo entiendo, ya sé yo que clase de gente es la suya. Estupenda su Recursos humanos (1999), pero poco a poco ya se le va viendo el plumerón de señorito progre. Y lo de Bong Joon-ho más todavía, porque es la versión más taquillera del maravilloso cine social surkoreano. Y John Madden, según veo, es el que hizo pelis del tipo Shakespeare in love, o sea que estaba en el ajo. Y Pilar López de Ayala, se ve que no pasó suficiente tiempo con Guerín en la ciudad de Sylvia, así que bueno, se comprende todo. Pero...
¿Tú, Samira Makhmalbaf, tú también, hija mía, cacho bruta? ¿Eso es lo que te ha enseñado tu padre?