Querido Pere, le presento a Basilio Martín Patino. Querido Basilio, le presento a Pere Portabella.
Tengo yo la humilde sospecha de que se van a entender muy bien ustedes dos.
A lo mejor no lo saben, pero ustedes dos son unos seres semejantes. Ya sé que se consideran a sí mismos artistas experimentales, periféricos, pero les voy a decir una cosa: en el fondo lo que ustedes dos son, y lo que les hace idénticos, es su egocentrismo y su carcamalidad. Dos viejos verdes es lo que son ustedes. Se lo digo yo, que para eso tengo el gusto de presentarles.
De hecho, ayer no hice más que pensar en lo parecidos que son ustedes dos. Fíjese bien, Basilio, mire esta escenita de Die Stille vor Bach, la mamarrachada que por fin le dio a Portabella su minuto de gloria entre la gente que es tan pedante como él. Fíjese en la cellista en bolas: está buenilla, ¿eh? Fíjese en su marido, ese viejales que ni siquiera la mira mientras ella se seca el pelo púbico. ¿Para qué la iba a mirar, si él es ya un señor maduro? ¿No ve que está preocupado en hacerle un buen desayuno? ¿No ve qué bien, qué elegante se despide de su chochete cellista, que se va de gira por Alemania? ¿Ve cómo él le pregunta a ella, paternal, por las piezas que van a presentar, por cuál de los hijos de Bach van a pergeñar? ¿Y ve cómo ella le responde entusiasmada y le abraza amorosa? ¡Qué hombre, de verdad, qué gran hombre, qué buen hacer con su esposita cachonda!
Y no se crea que se pone celoso porque la del cello se enfunde su chocho y se vaya unos días a tocar por ahí. No, él le dice a ella "diviértete" (con los hijos de Bach, se entiende, y sus inconmensurables partituras), "no seas como una cualquiera mujer de Lot". Y en cuanto sale ella por la puerta, él, el viejo verde, o sea lo que a ustedes les gustaría ser, prepara las cosas para ir adonde realmente es feliz: a la librería, a hablar de historia y de cosas importantes con su amigo librero, que es un gran hombre también, un gran gilipollas.
¿No le recuerda a nadie, Basilio? Venga, hombre, no me diga que no. Si es el mismito protagonista de la Octavia de usted, aquella bonita historia de intelectuales incomprendidos de la que ya hablamos un día.
Bueno, no se hable más. Les dejo solos, que seguro tendrán mil anécdotas que contarse. No se olviden de llamar luego a sus gráciles esposas, ¿eh?, que seguro que se hacen buenas amigas.
Yo me tengo que marchar ahora.
Espero no volver a verlos nunca más.
Octavia Die Stille von Bach
Basilio Martín Patino (2002) Pere Portabella (2007)