martes, 27 de abril de 2010

Amanecer


Hola, Maria Lucha,

No estoy muy ocupado, mujer, es que me estaba poniendo ansioso porque no encontraba el cuento que me pedías. Hacía mucho que no me veía en un problema así.

Te juro que he mirado fotos, he arrebuscado en el baúl de los recuerdos, pero nada, no encontraba la manera.

Menos mal que me has vuelto a escribir. Ahora sí que me lo has puesto fácil.

Tengo 31 años, Mama Lucha, casi treinta y dos, y hace ya tres que estoy aquí en Madrid, de vuelta del país de los marcianos caraconos. Aunque empiece así como un currículum, ya verás luego por qué me hacía falta. Te decía que hace tres años largos que vine a Madrid, y dos que llegué aquí al barrio de Lavapiés, el lugar más vivible y más amable de los que yo he conocido en el mundo, y el lugar que me gustaría que visitaras antes de ir a ningún museo ni a ninguna barcelona.

Trabajo en una universidad pública a las afueras de la ciudad, pero no como profe de literatura como me hubiera gustado después de los 10 años de vida que le dediqué al empeño, sino como grapador de folios, traductor, porteador de facturas, emisario de emails y..., ¿qué estás pensando?, no señora, eso nunca, nunca hacedor de crucigramas ni sudokus.

Porque el tiempo libre que tengo, que es bastante, lo sigo dedicando principalmente a reeducarme, como yo, escolástico que soy, siempre digo. O sea a ver cine, primero, a recoger música enferma y guardarla en casa, luego, y a procesar fotografías y guardujear recuerdos. Los libros los miro menos que antes, el fútbol tampoco mucho, pero sí más que los libros, eso seguro.

He viajado bastante, casi siempre con aquel flaco mechudo que conocí a la vez que a ti en Colombia, mientras etiquetabais pájaros. Los últimos sitios que he visitado fueron Irán y Albania. La verdad es que el primer mundo no me interesa, porque se me aparece siempre, nada más salir de cualquier aeropuerto, el mismo centro comercial Chipichape, y hace tiempo que a mí esos señores que gobiernan el mundo ya no me engañan con letreritos en distintos idiomas.

Desde hace un par de años también me acompaña en casa Matilde, mi gata callejera, y en el exterior S., mi mujer persa, que también adora el cine y la comida, como yo. Cuando nos juntamos los tres en el piso que alquilo, de 23 metros cuadrados, a veces tenemos problemas de respiración. Quiero decir que o inspiramos hondo y acompasamos nuestras expiraciones hasta quedarnos dulcemente dormidos los tres, o empezamos a gruñirnos medio en serio medio en bromas mientras urdimos planes para atentar contra la propiedad privada y los usureros y rentistas que nos condenan al agobio a cambio de nuestro trabajo.

A partir de mañana, cuando nos lleguen las fotos de tu ecogranja en el monte, las pondremos de salvapantallas en el ordenador de la mesita y así tendremos más sensación de amplitud y nos acordaremos de ti y de la gente buena que por el mundo aún lucha.

A pesar de haber viajado bastante, o precisamente por eso, ya siento ganas de irme a otro lado para quedarme. Estoy un poco cansado de mi gente, de mis amigos y mis familiares, de su incapacidad para leer las injusticias y al menos ser un pelín conscientes. Tenía un proyecto de ir a Vietnam este mes agosto, y quedarme allí tres años, pero justo esta mañana acaba de llamarme una señora directora de voz cansada y me lo ha jodido bien jodido. A ver si hay alguna manera de solucionarlo...

Además de las dos gatas que me dan abrigo, del barrio más habitable del mundo, y del cine que no es en inglés, hay otra cosa muy importante que no te he dicho. Tengo dos sobrinas. La segunda es muy pequeña todavía, y casi sólo moquea y babea. Pero la primera, esa ya tiene dos años y medio, se ha vuelto una droga dura para mí, y hasta cuando no me hace caso, como este último fin de semana, me deja colgado y con sonrisa de pedo hasta la siguiente vez que la veo.

Ahí te mando una foto de la niña para que la mires bien...

Pero mírala bien, ¿eh? Que aquí viene el cuento.

Resulta que además de ser una niña preciosa, no me digas que no, muy bruta y grande (por el tamaño y el carácter yo confío mucho en que sea una luchadora profesional de mayor), mi sobrina se llama Illari. Illari con elle, con elle de "ella" francesa.

Su padre es peruano, y su madre, mi hermana, decidió ponerle dos nombres: Beatriz primero, por mi otra hermana, e Illari segundo, un nombre andino según lo que me había dicho. Gracias a la pesadez de su tío, entre otras cosas, la niña se ha quedado con Illari, el nombre bonito, y el Beatriz ha pasado a mejor gloria.

El domingo estuve con mi hermana, después de leer tu última carta, y le conté la coincidencia. Le pedí explicaciones sobre el género del nombre de mi sobrina, y ella dudó ostensiblemente. Al final sólo me supo decir que significaba 'amanecer' en la mitología inca, y que a ella le gustaba como nombre de chica. Yo le dije mira que yo tengo una amiga que ha puesto a su hijo varón Iyari con y griega, y mira que ella es un poco mística y está muy metida en rollos de estos indigenistas.

Perdona el comentario eurocéntrico e imperialista, Malú, pero joder cómo iba a explicarle yo quién eras así en un momento. Ella, mi hermana, pareció dudar entonces, y me contó que también es una marca de latas de sardina en el Perú, y que en todo caso, y en todo género, a ella le gusta así como suena.

En definitiva, que nos hemos quedado los dos pendientes de un informe exhaustivo tuyo al respecto del nombre de tu hijo y mi sobrina (la primera nieta de mis padres y la luz que ilumina mis domingos sobre el horizonte del guayabo), un informe que nos tienes que acompañar de unas buenas fotos digitales de la granja para la función que anteriormente te indicamos.

¿Vale?

Bueno, Malucia, pues me voy a ir.
Hoy no ha sido un día muy feliz, y quizá se notó en el tonito de esta carta, pero quiero que sepas que para mí también es un gustazo reencontrarte, y reconocerte, y relatarte, y reenlatarte, y responderte esa carta y mandarte un abrazo sideral de luna parra ixchal chuchumé pitingui como a ti te gusta decir, o un abrazote de puta madre como me gusta a mí.

Chau, vieja, estamos en contacto,


Favila