viernes, 19 de febrero de 2010

Fantasma

Hace unos meses vi en una de estas páginas de contrainformación (no sé si Indymedia o La Haine) cómo ponían a caer de un burro a la Naomi Klein. Estaban hablando de las revueltas en Atenas en el primer aniversario del asesinato de Alexandros Grigoropoulos, y contaban cómo la gente, desde un centro okupado, luchaba por reorganizarse y escapar de la brutal represión policial, mientras la Klein, allí mismo, "se dedicaba a vender sus libros."

Yo había seguido mucho a Naomi Klein. Incluso más que la Mazagatos a Vargas Llosa, porque en realidad había visto un documental suyo, aquél sobre la ocupación de fábricas en Argentina (La toma, 2004). Y la verdad es que me había gustado mucho. Pero también es cierto que hasta esta The Shock Doctrine no la había conocido en todo su esplendor, con su traje de chaqueta y su media melenita.

A nosotros, por nuestra cultura, nos cuesta mucho comprender esa moralidad anglosajona, ese estado positivo de mente por el que es lícito comer la oreja a la gente desde un púlpito sin sentir vergüenza propia, siempre que la prédica se haga, eso sí, desde el sacrificio, el esfuerzo y la honradez, que para el caso de Naomi viene de la convicción de que así puede ayudar a cambiar el mundo. Y si de paso, al cambiar el mundo, ganas tu propio dinero, tampoco es ninguna deshonra.


Yo, más que analizar esa actitud, me pregunto si ese repudio nuestro a los predicadores, a los egos sublimados (¿igual da que sea Michael Moore que Al Gore?) viene por un lado bueno, o sea de un inconsciente colectivo de madre y padre anarquista, genuinamente hispano y libertario, o por un lado malo, por esa necedad nuestra de pueblo mojigato, ignorante, incapaz de leer biblias por sí mismo, pero a la vez impelido a poner verde al que se atreva a enseñarle. En definitiva, me gustaría saber si ese individualismo nuestro por el que se nos conoce a la legua cuando salimos, viene de una bonita tradición antiautoritaria, o simplemente de nuestro pasado bárbaro, que ahora, convenientemente adaptado a los tiempos que corren , nos permite tragarnos como pocos otros pueblos este capitalismo voraz de soledades colectivas.

Es muy probable que sea un poco de las dos cosas, sí, pero a los maniqueos no nos valen esas respuestas. Y aparte de eso, a esa gringa pija de la Naomi Klein que aparece en el documental The Shock Doctrine (2009), sí hay una cosa que rebozarle, o que me diga, preguntarle en justicia: cuando al final de la peli apareces entre las masas que acudieron a la investidura de Obama y nos intentas equiparar el "Yesgüican" con la verdadera rebelión de los pueblos sometidos, ¿no te haces inmediatamente tú cómplice de las farmacéuticas, las compañías de seguros, las petroquímicas que financiaron la campaña del asesino Obama? ¿No serán tus libros y tus pelis un producto más manchado de mierda, por no decir de sangre?

Entre Rumsfeld y Klein, entre Al Gore y Moore, obviamente hay que querer a los segundos; pero a la postre, al final de los finales, ¿no serán más dañinos Klein y Moore, no serán ellos como las bolsas biodegradables del Carrefour, una forma de disolver envolviendo?



Michael Winterbottom

The Shock Doctrine (2009)