martes, 9 de febrero de 2010

Basilio Martín Patino

Vaya por dios, un director más que sumar a nuestra triste lista de estómagos agradecidos a la democracia y al estado de derecho.

Habíamos visto tres documentales maravillosos de Martín Patino, pero claro, hechos en el primer lustro de los años 70: Canciones para después de una guerra (1971), Queridísimos verdugos (1973) y Caudillo (1974). Ayer se nos ocurrió ver una película de ficción suya: Octavia, del año 2002.

¡Qué cosa más pedante, cursi y ridícula! Es como si le hubieran dado una cámara a un catedrático de historia de estos casposos, y le hubieran dicho que contase una historia profunda. Obviamente el catedrático te contaría su vida, adobada con mil referencias, sentencias, adagios, lagrimones. Crearía a un superhéroe superpedante que sería lo que a él le hubiera gustado ser en la vida: un señor ecléctico, al que los palos de la vida le han hecho sabio, políticamente sensato al tiempo que crítico y sagaz, pero no por ello menos valiente. Valiente gilipollas.

Pero la duda que me surge es mucho más cruel. Los documentales de Martín Patino, recogidos en los tiempos de Franco, hoy se nos venden como "hechos en la clandestinidad". De verdad son documentos inolvidables, valiosísimos, que sorprende que pudieran haberse grabado estando el momio todavía vivo. Pero el tipo los hizo, y uno se pregunta de qué pie cojeaba el tal Martín Patino para poder entrar como Pedro por su casa en archivos, filmotecas del Régimen, domicilios de verdugos...

De hecho, cuando acabé de ver Queridísimos verdugos me quedé desconcertado un buen rato. Yo decía, ¿pero este tipo era uno de ellos, o era un cínico? Los extras del DVD me sosegaron: el autor había elegido ese tono maiestático para no levantar sospechas y poder conocer en profundidad el vil tema del garrote vil. Luego he visto un documental suyo para la televisión andaluza que se llama El grito del Sur, hablando de lo que pasó en Casas Viejas durante la República. El tono es otra vez imparcial, pero esta vez del año 1996. En 2002 el tono ya es directamente subnormaloide.

El egocéntrico no nace, se hace, eso es evidente. Igual que el amigo de la Transición y el vendedor de estados de derecho y valores democráticos de hoy pudo haber sido una persona comprometida en tiempos más feos. Pero de algún componente estúpido sí que tienes que ser portador durante toda tu vida para que tu lengua llegue a lamer un día tu propio culo, así de forma tan evidente. Supongo que es el mismo afán que en un momento dado te haría levantar la mano o cantar el cara el sol, pero de mentirijillas.




Basilio Martín Patino
Octavia (2002)