Hola, Gran Lucarni,
Cómo se nota que eres un enorme mago. Qué digo mago, transformista es lo que eres.
Ya sabes que el trabajo está feo en esta época. Se pasaron las fiestas y los representantes no llaman ni para preguntar qué tal está uno. De hecho, yo ya llevaba más de dos semanas ahí en casa, mondándome los dientes y sacando bolisa de debajo de las uñas con los cuchillos de lanzar. Así que el jueves ya por fin me había decidido a aceptar el trabajo ese del que te hablé. Sí, sí, el del centro comercial: un sueldo de mierda, un traje de felpa barata y millones de niños gordos que sólo buscan caramelos masticables y hasta se ríen de uno. Pero qué iba a hacer. Mejor prostituirse que quedarse en casa mano sobre mano.
Sin embargo, cuando bajaba las escaleras, se me ocurrió mirar en el choribuzón, y econtré tu sobre sorpresa. No veas la ilusión que me hizo. Tanto que me fui al Club a celebrarlo con los chicos, y pasé olímpicamente de mi cita en el Centro Comercial. No veas la suerte que tuve, porque justo acababa de llegar el maestro Lang Toi, el del Nuevo Circo de Vietnam, que estaba de paso por Madrid y todavía me recordaba de cuando yo hacía el hombre-abejaruco en el Price. Nos pusimos a hablar, hubo química entre nosotros, y me ha prometido… TATATACHÁN… ¡un contrato!
Seguramente en verano macharé a Vietnam para perfeccionar con las viejas técnicas indochinas el giro aquél que me traía por la calle de la amargura. Y creo que le vamos a añadir un número de platos chinos en pleno vuelo, ¿qué te parece? A ver si me pongo en serio a bajar de peso, que ahora según estoy no sé si sería capaz de remontar ni 4 metros. Según Lang Toi, en septiembre estaré en condiciones de debutar en Hanoi. ¿Vendrás a verme?
Bueno, viejo amigo, pues estas son las novedades desde aquí. Te mando infinitas gracias por el sorpresobre, y por favor cuéntame cuando puedas cómo está todo por allí.
Un abrazo,
Arturrón