miércoles, 10 de marzo de 2010

Carceleros

Juízo.
Maria Augusta Ramos (2008)



Estimada Maria,

Ayer vi su película en la Casa América, junto a un montón de latinoamericanos becados y las sempiternas señoronas del Barrio de Salamanca. Cuando empezó el coloquio, yo estaba con la escopeta cargada y me dieron muchas ganas de preguntarle una cosa: ¿por qué esta última peli suya parece bastante más "light" que la anterior (Justiça, 2004)? ¿Es que el sistema judicial brasileño ha mejorado en estos años o es que usted se ha vuelto más condescendiente?

Menos mal que mi natural es tímido y me comí mis sucias palabras, porque sus comentarios me parecieron una verdadera lección de principios. En primer lugar, le agradezco mucho que se atreviera a desmarcase así, de una manera tan educada pero a la vez tan tajante, de ese género del "docudrama" que triunfa en su país (desde la maldita Cidade de Deus, del 2002, hasta la Tropa de élite, de hace dos días). Y le agradezco mucho que nos confesara que desde el principio usted tenía muy claro que quería hacer otra cosa, porque el "docudrama" en el fondo es... "como dizer... um entretenimento", y entretenerse (eso ya lo digo yo) es inmoral cuando uno no está viendo al santo Will Smith con dos pistolas, sino a críos de carne y hueso que viven en la favela. Muchas gracias, de verdad, sentí ganas de abrazarla.

Por otra parte, usted habló de la barrera social que separa a la pequeña clase media brasileña, que identificó sin vergüenza como la suya, y la enorme clase obrera y marginada. Y el ejemplo más evidente que usted nos mostró es esa señora jueza, mezcla atroz de clown y de verduga, que, antes de dictar sentencia, les habla a los críos de la importancia de la unidad familiar, el trabajo como actividad edificante y la propiedad privada como bien inalienable, términos que los chavales obviamente desconocen. "Valeu?"

Y al final del coloquio vino la guinda. Una chica brasileña vestida de hippie levantó la mano y le dijo que ella había nacido en el mismo barrio donde usted seleccionó a los protagonistas de Juízo, y que (tachantachán) podía asegurarle que la gente allí era legal y trabajadora, y que sólo un tanto por cierto pequeño eran malandros o camellos. Entonces usted reaccionó airada, y le dijo a la imbécil aquella que eso no era verdad, que el 99 por ciento de los casos de delitos juzgados en la Sala Única de Menores de Río de Janeiro habían sido cometidos por chicos nacidos en favela, y criados en condiciones indignas, y que el que negaba eso era el mismo que abrazaba una ideología reaccionaria de defensa de la seguridad y mano dura contra el delincuente. Y cada vez que la otra intentaba rebatirla a usted se le hinchaba la vena y no le permitía abrir la boca, mientras yo la adoraba en secreto, Maria Augusta, desde mi butaca de la última fila.