jueves, 22 de marzo de 2012

Conversaciones con un periodista

21 de marzo

Hola, E.,

Soy J. A., un periodista de El País. Me ha paso tu correo I. A., del Diagonal, que es amigo mío.

Te escribo porque estoy preparando un reportaje sobre los conflictos que están produciéndose en los últimos tiempos en Lavapiés entre policía y vecinos. Quisiera describir con cierto detenimiento el clima que se ha generado en el barrio, sobre todo a partir de la proliferación de redadas los últimos tiempos.

Sé que tú te viste envuelto en uno de estos enfrentamientos hace pocos días. Soy consciente de que los artículos que hemos escrito al respecto no han sido demasiado afortunados.

http://ccaa.elpais.com/ccaa/2012/03/17/madrid/1331983193_329008.html

Ya he tenido que dar explicaciones a varias personas con las que he hablado del asunto. Si quieres podemos discutirlo, pero te aseguro que mis intenciones van en otra dirección.

Te dejo mi teléfono: ___________. Si quieres, puedes darme el tuyo y te llamo yo, o podemos vernos cuando te venga bien, que también vivo por la zona.

Muchas gracias. j

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Estimado A.,

Te agradezco mucho tu interés. En realidad, ya conocía tu nombre y tu apellido por los correos que estás mandando al Grupo de Comunicación de la Asamblea Popular de Lavapiés.

Desgraciadamente, y a pesar de que el contacto te lo haya dado un compañero mío de sindicato, no estoy dispuesto a colaborar contigo ni con tu diario. Sé perfectamente quiénes son sus dueños y los intereses que les mueven. Esos intereses entiendo que son diametralmente opuestos a los míos y a los de mis vecinos migrantes, gente humillada, perseguida y violentada a diario por una policía cada vez más racista y más salvaje.

Espero que tengas suerte encontrando a gente que te ayude a escribir tu reportaje. Yo, el día que decidas abandonar ese trabajo y unirte a los que luchamos por un periodismo independiente y digno, síntoma de una sociedad más justa, te recibiré con los brazos abiertos y colaboraré a tu lado, como compañero. Mientras intentes poner parches a algo imparcheable, siento decirte que no voy a poder estar contigo.


Te mando un saludo,

E.F.

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Hola, E.,
ante todo, muchas gracias por responder a mi correo. Comprendo perfectamente tus motivos para no colaborar conmigo ni con mi diario y no tengo absolutamente nada que reprocharte por ello. De hecho, te animo a que sigas defendiendo vigorosamente tus ideas.
Dicho esto, no era necesario que me obsequiases con este sermón. No me hace falta que me mires por encima del hombro ni que me hables con condescendencia sobre mi forma de vida o mi trabajo. Yo decido los parches que me voy a dedicar a poner.
Un saludo.

J.

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Querido J.,

Yo no te he obsequiado ningún sermón. Te he expresado mis ideas, tan simple y llanamente como he sabido.

Yo los parches hoy los estoy poniendo todavía en las heridas y magulladuras de mi cuerpo, y en los planes que tenía previstos para mi vida, que seguramente se verán modificados para siempre cuando me condenen por un delito que no cometí, basado en pruebas falsas jaleadas por tus compañeros de redacción, a sabiendas de que ponían en riesgo la integridad física y el futuro de otras personas como yo.

Yo no tengo constumbre de mirar a nadie por encima del hombro ni de hablar a la gente con condescendencia, puedes creerme.

Intento estar informado, llamar a las cosas por su nombre, y reclamar a los demás lo mismo que, a diario, me reclamo a mí mismo: dignidad.

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E.,
no pretendo enredarme en ninguna controversia contigo. Por diversas razones: primero porque comprendo que tu situación es complicada, estás viviendo un trance muy desagradable y es cierto que desde mi periódico no te lo hemos puesto precisamente más fácil. Segundo, porque te he escrito pidiéndote colaboración: tienes todo el derecho del mundo a negármela y yo no puedo más que agradecerte que me hayas respondido. Tercero, porque es un amigo el que me ha pasado tu contacto. Y cuarto, porque realmente siento simpatía por lo que me cuentas y piensas.
Todo esto no significa que haya dejado de pensar que hay una frontera entre expresar las propias convicciones y dar una lección. Pese a ello, preferiría que te quedases con la idea anteriormente expuesta: llama a las cosas por el nombre que mejor te parezca y reclámame toda la dignidad que creas que necesito que me reclamen; alinéame con quien tengas que alinearme. Haz lo que creas más oportuno: yo te seguiré deseando que todo vaya bien y que las consecuencias de esta injusta experiencia terminen siendo lo menos dramáticas posible.
Un saludo. j

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25 de marzo

Este es el artículo, E.
Un saludo. j.
http://ccaa.elpais.com/ccaa/2012/03/24/madrid/1332620862_892703.html