lunes, 20 de junio de 2011

Los hipopótamos de Neptuno

Hoy es lunes, 20 de junio de 2011. Arranca la cuarta semana de la Revolución de Madrid.

Y arranca de la mejor manera posible: con la paralización del derribo de dos casas en la Cañada Real. Unas 300 personas escucharon el llamamiento hecho por la Plataforma Stop Derribos y la Asamblea Popular de aquel barrio de 25.000 habitantes, y de amanecida se subieron a los tejados de las viviendas afectadas. Así consiguieron detener la demolición que, en violación de la Ley 2/2011 y el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales, los violentos representantes de la Comunidad de Madrid (PP), el Ayuntamiento de Madrid (PP), el Ayuntamiento de Rivas-Vaciamadrid (IU) y el Ayuntamiento de Coslada (PP), en connivencia con especuladores y constructores, tenían mucho interés en perpetrar antes del mediodía.

Mañana martes a estos valientes vecinos les tocará redoblar esfuerzos, porque en el sector 3 (perteneciente a Vicálvaro) de este barrio obrero y pobre hay programados nuevos derribos, entre ellos los de una casa donde vive una mujer enferma de cáncer que, si no la sabemos defender, tendrá que dormir por la noche en la calle. Los pacifistas han quedado a las 7:30 horas en la salida del metro Rivas-Urbanizaciones. Los bulldozers estarán preparados, como hoy, desde las 6.30 de la mañana. Vamos a ver quién se apunta un nueva victoria.

Además, ayer comenzó, en Valencia, la primera de las marchas que, desde distintas ciudades de España (Santiago, Cádiz, Murcia, Barcelona, Vigo, Logroño, Málaga, Granada, etc.), confluirán en Madrid el próximo 23 de julio y que irán sembrando la semilla del asamblearismo y la solidaridad por todos los pueblos que les acojan en el camino.

Además, hoy a las 8 de la tarde, ante los juzgados de Plaza de Castilla, los miembros de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca, apoyados por las asambleas de los barrios de Madrid, acompañarán a personas, en su mayoría migrantes, que han sido víctimas de estafas hipotecarias y demandarán la paralización inmediata de los procedimientos de desahucio hasta que no se resuelvan sus denuncias penales. Entregarán en el Juzgado de Instrucción número 42 de Madrid decenas de cartas de personas y organizaciones en apoyo de estas familias, cuya denuncia por hipotecas basura ha dado lugar a las Diligencias PA 6940/10.

Además, mañana a las 7 p.m. comienza una interesantísima acampada con la que el miércoles por la mañana se toparán los diputados e imputados nacionales cuando quieran entrar al Parlamento español. Los activistas del 15-M, con sus pijamas, esterillas y sacos de dormir, intentarán ponerse lo más cerca posible de ese edificio para darle como se merecen los buenos días a los insurrectos parlamentarios que, frente al común sentir de la población pacífica, intentarán tramitar una agresiva Reforma de la Negociación Colectiva, aprobada por decretazo en Consejo de Ministros el pasado viernes 10 de junio.

En definitiva, las acciones directas de los activistas del 15-M continuarán marcando durante las próximas semanas la agenda de los políticos de este país, que por cierto ayer se llevaron un buen susto al ver en sus pantallas de ordenador cómo muchísimos miles de vecinos de la capital, a ritmo de hipopótamo, se encaminaron a las puertas del lugar donde ellos suelen reunirse a solas para conspirar y organizar actividades delictivas. Los manifestantes ayer gritaban mucho, pidiéndoles por favor a los políticos que se fueran, que dejaran de hacer sangre con los pobres habitantes de este país. Sintomáticamente, los que más gritaban eran los jóvenes y los viejos. Cientos de policías cazadores, armados hasta los dientes, nos detuvieron el paso justo cuando estábamos a punto de alcanzar el edificio de las conjuras. Se conoce que ayer no habían recibido órdenes de capturarnos a ninguno. Los redactores jefes de los periódicos y las televisiones, en cambio, sí fueron avisados a tiempo: echaron la tarde haciendo cuentas sobre la cantidad de los hipopótamos que estábamos en las calles. Luego la dividieron entre números enteros siempre superiores a 4, y la publicaron en sus variadas portadas y en sus telediarios.

Con todo y el éxito de la ocupación de ayer de las calles de Madrid, hay una cosa que me sigue preocupando mucho de la actitud de algunos de nosotros, los hipopótamos. Volví a verla anoche en la manifestación nocturna frente a la Embajada de Francia, que se convocó en respuesta a la detención de más de cien manifestantes en París a media tarde. Se convocó después de la Asamblea de Sol de las 9 de la noche, y con el regusto dulce de nuestra demostración de fuerza por la mañana. Creo sinceramente que, como no corrijamos pronto esa actitud, podemos acabar recluidos con toda nuestra manada, si no sacrificados. Me explico.

Algunos de los concentrados anoche, desde las 12:30, junto al número 9 de la calle Salustiano Olózaga de Madrid, querían que nuestra protesta fuera silenciosa. Mientras en la jaulas de las comisarías de París se lamentaban 127 de nuestros compañeros, capturados a media tarde por las fuerzas especiales de la Gendarmería francesa mientras estaban cachazudamente sentados frente a la Catedral de Nuestra Señora, algunos de nosotros, los madrileños, decían que no había que perturbar con gritos el sueño de los vecinos. Su comportamiento me pareció egoísta y, por lo tanto, un poco violento. ¿Por qué no pensaban que los compañeros parisinos necesitaban, más que nada en el mundo, que nuestros gritos de solidaridad y rabia les llegasen hasta sus celdas de castigo? ¿Por qué no pensaron que los vecinos de aquel extraño barrio de Madrid quizá también eran como nosotros de hipopótamos, y que estarían necesitando escuchar lo que había sucedido hacía unas horas en París? ¿Por qué no querían llamarles a gritos para que bajaran a solidarizarse? En silencio, creían estar manteniendo impoluta su imagen del Movimiento, sin fijarse bien antes en lo turbio de la mirada de las decenas de policías españoles que nos cortaron el paso junto a la Embajada de Francia. Los policías portaban sofisticadas armas de matar y unos vehículos con rejas donde perfectamente cabíamos todos nosotros. ¿Acaso no vieron a los policías infiltrados, otra vez con sus mochilas llenas de pistolas y cargadores, vigilándonos desde la calle de Pedro Muñoz Seca? ¿No se daban cuenta de que en sus piringanillos podían recibir, en cualquier momento, la orden de asalto de nuestros violentos gobernantes? ¿No era mejor gritar, expresarnos, para interferir aunque fuera un poco su comunicación furiosa?

http://bargen.es/asides/video-del-desalojo-de-la-manifestacion-de-paris-19j-19jmani/

Bueno, ya nos seguiremos haciendo esas preguntas mañana. Por lo menos hoy déjenme disfrutar del momento.