Ayer por la mañana, mientras paseaba por Lleida, al cantante Pablo Hásel le abordó un señor y le dijo: "Acompáñeme". Pablo Hásel preguntó adónde y el señor aquel le enseñó su placa de policía. Le llevaron a una comisaría, mientras entraban por la fuerza en su casa. Se llevaron el ordenador suyo y el de su hermana de 8 años. Se llevaron todos sus libros. Mañana le meterán en una furgoneta con rejas y cristales tintados y le traerán a Madrid, a la Audiencia Nacional, ese lugar donde dicen que juzgan a los terroristas. Al cantante Pablo Hásel le acusan de apología del terrorismo, castigada hasta con 10 años de cárcel. Ha tenido mala suerte: escribió canciones en las que decía verdades como puños y acusaba a todos los gobernantes españoles de tiranos, llamaba mafia a nuestra democracia, cocainómanos a los miembros de la Familia Real. Pablo Hásel, ahora que el Estado no tiene a la ETA para llenar de titulares su propaganda, ha sido seleccionado para asustarnos a todos los que hemos decidido no callarnos más la boca.
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