El poder domina mediante el miedo. Existe, sin embargo, otro miedo. El miedo que evalúa el peligro, que sabe tratar con él. Se requiere, pues, conocer el propio miedo, cuál es su calidad si se quiere llegar a pensar.
El poder intenta impedir el pensar. Lo hace evitando la superposición entre el yo y el centro del dolor, haciendo que aumente la distancia que los separa. El hilo musical, la sucesión de imágenes... que se despliegan en el metro y en tantos lugares están dirigidos a imposibilitar este encuentro.
En la distancia entre el yo y el centro del dolor se pone el cuerpo que no piensa.
(...)
La única huida que dignifica: volverse contra el aguijón.
Has soltado los perros. Lo que ha sucedido había de suceder. ¡A qué afligirte por lo que has hecho! No invoques a un Dios que no escucha. Para el otro pensar no habrá jamás descanso. Celebra que el 'Hay orden' se ha hundido.
Santiago López Petit. Amar y pensar. El odio de querer vivir. Barcelona: Bellaterra, 2005 (pp. 90-91).
"Tiro parabólico". Hamah, Siria, veintitantos años después de la masacre.