Anoche, mientras acampábamos en la Puerta del Sol, yo también estaba con la escopeta cargada. No por los perros de la policía, que sinceramente pensábamos que anoche no iban a morder. Me preocupaban más los discursos "ciudadanistas", los sujetos "apolíticos", los eslóganes que amarillean. Porque haberlos, en la Qasba de Madrid ayer, los había, y monumentales.
Por ejemplo, en un bar en la esquina de la plaza, descubrí a un adolescente que acampaba conmigo reclamándole su derecho a hacer pis a un camarero alienado. Éste no se lo permitía porque no había "consumido". Y aquel muchacho se lo exigía una y otra vez indignado, blandiendo, en vez de la solidaridad y el apoyo mutuo, yo no sé qué ley u ordenanza por la que, según él, todo baño de una empresa privada en la ciudad, en caso de urgencia o necesidad, se volvía público. Para poder desalojar su vejiga, el adolescente incluso le amenazó al camarero con denunciarle. El camarero inconsciente le acercó una libreta y un boli, y le animó a que escribiera su denuncia. Y yo había querido apuntarle un poco al muchacho con mi estilográfica: "¿A qué hemos venido, chaval, a seguir refugiándonos en las mismas leyes que ayer mismo autorizaban las hostias en la cabeza, los raptos organizados, los desalojos del miedo? Vamos a mearnos encima si hace falta, hombre, vamos a cagarnos un poco en el sistema."
Por otra parte, me preocupaba mucho escuchar todo el rato entre los campistas no sé qué historias de una reforma de la ley electoral. Me inquietan más los topos de la policía con sus armas de matar escondidas en mochilas juveniles, desde luego que sí. Pero no puedo dejar de admirar con desagrado también a los topos de la Izquierda Unida. Ayer de madrugada juro que los vi saliendo de sus oscuras madrigueras para tomar conmigo el Sol, y yo había querido dispararles un poco con mi cabeza cargada: "¿Qué hacéis aquí, sinvergüenzas? ¿Qué hacéis malmetiendo a esta muchachada noble, si lleváis años pactando con los que ahora decís que no os atienden? Si os hemos visto durante años del brazo de mercenarios de CCOO y corbatitas del PSOE, si os he visto dándole la mano llena de sangre al embajador de la República Islámica de Irán, la república, sí, más asesina con su propio pueblo que existe sobre la faz del mundo."
En definitiva, lo que quiero decir es que me preocupa, y mucho, escuchar tantas veces la canción de "No quiero ser barrendero", que para mí encierra todo lo malo de la movilización de estos días. Me preocupa ese apellido constante a las licenciaturas y a los títulos propios que sistemáticamente sale de las bocas de los valientes muchachos sin futuro. ¿Qué estamos reclamando, al fin? ¿Que los banqueros no roben, pero que persista la misma división de clases que se lo permite? ¿Que los niños bien estudiados tengan trabajo y vivienda, pero que los barrenderos barran y los sintecho sigan acampando cuando yo me vaya? Ya te veo yo venir a ti, chaval. Y se te ve todo el plumero cuando gritas en el altavoz "¡Ya somos el número 1 en el trending topic del Twitter!", o "¡Nos están viendo ya en Reikiavik!" Cuando vengan los hombres grises a captarte aquí a la plaza, vestidos de patrocinadores de Eurovisión, o de creativos de Google, serás el primero en caer rendido ante su humo.
Sin embargo alguien, que aterrizaba desde la Qasba de Túnez, me trajo anoche un poco de la luz que me faltaba. Me señaló la palabra "dignidad" que se repetía sintomáticamente en el manifiesto de los acampados, ese manifiesto redondo, ambiguo, blanco, de tiro al plato:
"¿Quiénes somos? Somos personas que hemos venido libre y voluntariamente, que después de la manifestación decidimos reunirnos para seguir reivindicando la DIGNIDAD y la conciencia política y social. No representamos a ningún partido ni asociación. Nos une una vocación de cambio. Estamos aquí por DIGNIDAD y por solidaridad con los que no pueden estar aquí. ¿Por qué estamos aquí? Estamos aquí porque queremos una sociedad nueva que dé prioridad a la vida por encima de los intereses económicos y políticos. Abogamos por un cambio en la sociedad y la conciencia social. Demostrar que la sociedad no se ha dormido y que seguiremos luchando por lo que nos merecemos por la vía pacífica. Apoyamos a los compañeros que detuvieron ayer durante la manifestación y pedimos su puesta en libertad sin cargos. Lo queremos todo. Lo queremos ahora. Si estáis de acuerdo con nosotros y nosotras, únete. Es mejor arriesgar y perder, que perder por no haber arriesgado."Y es verdad. Tengo que tragarme, como cordero, mis propias balas de paja. "Dignidad" era el grito de los bárbaros luminosos de Túnez, los que acamparon sin estudios en aquella Qasba y nos cambiaron a todos la forma de leer el mundo. Y "dignidad" también es el concepto más repetido en la Puerta del Sol madrileña. Deberíamos saber rendirnos a la evidencia, porque ante la "dignidad", así como suena de estruendosa para el 70 por ciento de los humanos, no queda nada más que hacer.
http://www.youtube.com/watch?v=akRqbHtsk-Q
Bueno, sí. Leer un rato a Piotr Kropotkin, y asombrarse con la vigencia de sus reflexiones, que también son morales:
Pero el enemigo inveterado del pensamiento -el gobernante, el curial, el religioso- se rehace en seguida de la derrota. Reúne poco a poco sus diseminadas fuerzas, modifica su fe y sus códigos, adaptándolos a nuevas necesidades; y, valiéndose de ese servilismo de carácter y de pensamiento que él ha tenido buen cuidado en cultivar, aprovecha la desorganización momentánea de la sociedad, explotando la necesidad de reposo de éstos, la sed de riquezas de aquéllos, los desengaños de los otros -sobre todo los desengaños-, comienzan de nuevo y con calma su obra, apoderándose desde luego de la infancia, por la educación.
El espíritu del niño es débil, y fácil, por lo tanto, el someterle por terror: a esto apelan. Le intimidan, y le pintan los tormentos del infierno, le hacen ver los sufrimientos de las almas en pena, la venganza de un Dios implacable; más tarde le hablarán de los horrores de la Revolución, explotarán cualquier exceso de los revolucionarios para hacer del niño «un amigo del orden». El religioso le habituará a la idea de ley para mejor hacerle obedecer lo que él llama la ley divina: el abogado le hablará también de la ley divina, para mejor someterle a los textos del código. Y el pensamiento de la generación siguiente tomará ese tinte religioso, ese tinte autoritario y servil a la par -autoridad y servilismo van siempre cogidos de la mano-, ese hábito de sumisión que demasiado se manifiesta entre nuestros contemporáneos.
Durante estos períodos de adormecimiento, raramente se discurre sobre cuestiones de moral. Las prácticas religiosas, la hipocresía judicial, les entretiene. No discuten; se dejan llevar por la costumbre, por la indiferencia. No se apasionan en pro ni en contra de la moral establecida; hacen lo que pueden para acomodar exteriormente sus actos a lo que dicen profesar; y el nivel moral de la sociedad desciende cada vez más.
Se llega a la moral de los romanos de la decadencia, del antiguo régimen, del fin del
régimen burgués. Enriquecerse, gozar del momento, agotar su inteligencia, su ardor, su energía, no importa cómo, llega a ser el desiderátum de las clases acomodadas, así como también el de la multitud miserable, cuyo ideal es el de parecer burgués. Entonces la depravación de los gobernantes -del juez y de las clases más o menos acomodadas- se hace tan repulsiva, que la otra oscilación del péndulo se descompone.La juventud se emancipa poco a poco, arroja los prejuicios por la borda, la crítica vuelve. El pensamiento despierta desde luego en algunos; pero insensiblemente el despertar gana la mayoría; dado el impulso, la revolución surge.
Piotr Kropotkin. La moral anarquista.
Hoy a las 8 volvemos a la Puerta del Sol. Pero esta vez nos llevamos almohada. Necesito dormir un poco. El péndulo se descompone.