Hoy ya es viernes, 17 de junio de 2011, se cumple el vigésimo sexto día desde que estalló la Revolución de Madrid.
Los acontecimientos de hace dos días en la Ciutadella de Barcelona reproducen de nuevo la misma serie argumental que vivimos en Madrid la noche del 15 de mayo, la mañana después del desalojo, los primeros días de la semana del 30 de mayo al 5 de junio, y finalmente el sábado pasado después de la acción de boicot a la investidura de Gallardón en la Plaza de la Villa.
Los indignados se concentran pacíficamente, la policía carga, hiere y detiene a varios de ellos, los medios intentan marginar a los “insurrectos” y criminalizar la protesta, los políticos les secundan entusiasmados, las redes sociales comienzan a publicar documentos evidentes sobre la brutalidad policial o la presencia de agentes infiltrados que causan los principales actos de violencia, la gente se da cuenta, los medios se repliegan, los policías y quienes les ordenan retrasan el momento de la “carga final”, la caza de brujas que tanto están deseando tiene que aplazarse.
Nada nuevo bajo el Sol. Pero la cuerda se tensa.
En realidad, somos algo injustos al decir que la clase política de este país, y los poderes para quienes gobiernan, estén aplazando la caza de brujas contra los activistas del Movimiento 15-M. Que se lo pregunten a los tres chicos del colectivo Anonymous que fueron detenidos en sus casas de Gijón, Almería y Barcelona, y que se enfrentan a penas de tres años de cárcel. Que se lo digan a los tres militantes del PCPE víctimas de un montaje policial que tuvieron que comparecer anteayer en la Audiencia Nacional bajo la acusación de terrorismo. Que se lo cuenten a las tres personas arrestadas en Burgos, tiempo después de haber participado en la cacerolada contra la comitiva del alcalde Juan Carlos Aparicio. La clase política de este país y los oligarcas para quienes gobiernan ya hace días que se están defendiendo así de la guerra de guerrillas que, de forma cabezota y pacífica, ha ingeniado el Movimiento 15-M para ponerles contra las cuerdas. La estrategia de quienes nos gobiernan, visto que los porrazos y los pelotazos de goma ya no dejan del todo indiferente a la opinión pública, es la represión individualizada, particular y esporádica, transmitiendo la idea de que quienes la ejercen, igual que quienes la sufren, son simplemente fantasmas. Piensan que los asaltos de tricornios y pitufos en los domicilios de personas afines al Movimiento, y los paseíllos en medio de la noche hasta sus calabozos lúgubres o sus tribunales corruptos, serán ahora más efectivos para amedrentar a los rebeldes.
Y ya es hora de decir lo que es más triste: nuestros políticos y los empresarios para quienes gobiernan están empezando a pensar bien lo que hacen. Por fin, después de casi un mes de salidas de pata de banco, han dado en el clavo.
Porque el Movimiento 15-M, con su aversión telúrica a las siglas y a las organizaciones previas a su estallido, es posible que haya cometido un error de bulto consigo mismo. Las consecuencias para los individuos que se les han sumado pueden ser fatales. Nos hemos marchado de Sol y de otras muchas plazas de este país, sin dejar bien tupida una red de apoyo a las potenciales víctimas que, de forma aleatoria, irán cayendo a partir de ahora, presas de montajes policiales y trajines judiciales.
De eso hablábamos con Fernando (nombre ficticio) el domingo por la tarde, mientras desmontábamos el campamento en la Puerta del Sol. Él nos decía que en los primeros días de la ocupación de la plaza, mientras se formaban las comisiones de trabajo, se había intentado impulsar la creación de una Comisión de Defensa de Activistas en Peligro (no me acuerdo exactamente el nombre que él le dio), que al final no cuajó, mientras que sí se sacaron adelante comisiones como la de Espiritualidad o la de Pensamiento Abstracto. Es cierto que la Comisión Legal ha hecho un trabajo estupendo durante estos días en la superficie solar, con abogados siempre alerta por lo que pudiera pasarnos. Sin embargo, una vez levantado el campamento, y sin haber permitido que organizaciones con experiencia se fusionaran a cara descubierta en el Movimiento, Fernando y yo estamos de acuerdo en que el grado de indefensión de los militantes que ahora se mueven por los barrios es mucho más alto. Y es que Fernando es uno de los cuarenta valientes que estuvieron acampados en Sol desde la misma noche del 15 de mayo, y un firme defensor del sistema asambleario, que ha acabado triunfando como órgano de decisión, de convivencia, y hasta como herramienta de acción directa dentro del Movimiento. Ahora mismo, no tiene claro qué ocurriría con su vida si la Policía Nacional le fabricase una de sus famosas acusaciones falsas por pertenencia a banda armada, como les ha ocurrido a los chicos de Anonymous o a los comunistas asturianos. Sin embargo, yo creo que sí lo sé. Fernando es profesor de una universidad pública madrileña y desde bastante tiempo antes del 15-M militaba en el Sindicato de Enseñanza de la CGT. Además, colabora muy activamente con el colectivo Rompamos El Silencio, y con otro buen puñado de organizaciones. No se pierde una manifestación. Es bien conocido, querido y respetado por todo el mundo. Lleva maldurmiendo, no ya tres semanas, sino bastantes meses, entregado a una causa en la que cree firmemente. Ayer por la mañana no quería darnos las coordenadas de la concentración a la que iba a asistir por la tarde, porque en su teléfono se oían ruidos extraños y estaba convencido de que lo tenía pinchado.
De todas formas, y a pesar de sus miedos justificados, el día en que Fernando reciba en su casa la visita nocturna de una pareja de agentes del orden y se vea conducido a una comisaría, Fernando tendrá en pocas horas a su lado un abogado, experto en desmontar montajes policiales. Además, a la mañana siguiente, Fernando se sentirá acompañado por un buen grupo de militantes de las organizaciones con las que colabora, que se concentrarán a la puerta de la comisaría en la que probablemente lo estén humillando y torturando. Cuando escuche sus voces desde detrás de las rejas, Fernando levantará la cabeza. El día de la vista oral, sus familiares sabrán que Fernando no es un terrorista, ni un villano, sino un hombre que cree en la justicia social, un pacifista, un muchacho que, por principios, jamás será capaz de hacer un rasguño a otro ser humano. Todos nosotros sabremos que Fernando es un pequeño héroe y estaremos allí presentes para animarle.
Porque en la práctica, la realidad cruel que conocen los que ya llevan un tiempo en esto del activismo político es que un abogado experto que conoce la corrupción endémica de los cuerpos de seguridad y del aparato judicial de este país, puede salvar una vida llegado el momento de la detención de un activista. La realidad cruel es que un grupo de compañeros gritando a las puertas de una comisaría mientras un hombre justo es torturado de puertas adentro, puede salvar su vida.
Un entorno solidario y consciente de la brutalidad del sistema, es capaz de salvar la vida de quien tiene la mala suerte de estar en el lugar incorrecto en el momento menos adecuado. Y sinceramente todavía no puedo imaginarme a los ciberactivistas de Anonymous detenidos el otro día recibiendo la asistencia profesional de un letrado sin nombre, con traje pero sin cabeza, desactivando las mañas del comisario de turno. Más bien supongo que, a pesar del valiente ataque del colectivo Anonymous a la web de la Policía Nacional la noche siguiente a la detención de sus compañeros, los tres muchachos detenidos habrán pasado bastantes solos, y sin la compañía de buenas personas de carne y hueso, por el doloroso trance de ser presentados ante el mundo entero (incluidas sus madres y sus amigos del instituto) como terroristas relacionados con la ETA y Al-Qaeda.
En definitiva, creo que la reciente muerte de la joven Patricia Heras, víctima de un montaje de los Mossos d’Esquadra y de la Guardia Urbana de Barcelona, nos debería haber hecho reflexionar más sobre este tema.
http://poetadifunta.blogspot.com/2009/01/4-f-sucesos-para-normales.htmlEn nuestra opinión, muchas de las personas que hoy se están plantando frente a los antidisturbios en las ciudades de España todavía tienen pendiente hacer ese simple ejercicio de reflexión. Se están exponiendo demasiado, se están quedando vendidas ante el primer uniformado fascista que se proponga arruinarles la vida. Si el día incorrecto en el lugar menos adecuado ese uniformado decide que no le gustan sus pintas, que le perturban sus voces, o le molesta su gesto de resistencia pacífica, su vida estará en serio riesgo. Y el problema empieza, aunque sea también doloroso reconocerlo, por la inocencia que muchos de esos jóvenes demuestran al confiar todavía en el mismo sistema que los amenaza de muerte.
Por poner un ejemplo, el pasado jueves, junto al Congreso de los Diputados, y con la retina todavía irritada por las imágenes de la brutalidad policial contra los compañeros de Valencia, muchos intentamos gritar lo que sabemos que es cierto: “La Policía, tortura y asesina”; “Cuerpos policiales, parásitos sociales”. Sin embargo, enseguida muchos de los allí reunidos nos chistaron, nos pidieron que nos calláramos, porque incitábamos, según ellos, a la violencia. Los cánticos que acabamos dirigiendo a los cientos de antidisturbios que nos cortaban el paso con sus cascos, sus pistolas H&K USP Compact, sus escopetas Franchi Modelo SPS 350 a las que se acoplan botes de gas lacrimógeno ATL, fueron bien distintos: “Vosotros también estáis hipotecados”, “Los maderos también sois obreros”, o “A vosotros también os han bajado el sueldo”. Incluso un muchacho de la Comisión de Alimentación ofreció su bocadillo de mortadela a uno de esos hombres desafiantes, que esperaba, atento a su piringanillo, la orden de sus superiores para agredirle. También hubo un momento en que un grupo de jóvenes abrieron efusivamente los brazos y ofrecieron a gritos un achuchón a los antidisturbios, que por su puesto permanecieron impasibles al ofrecimiento.
Yo no dudo de que, como estrategia de resistencia pacífica a la autoridad, en un momento de amenaza como el que se vivió aquella noche, la búsqueda de algún tipo de complicidad por parte de la policía pueda ser útil. Pero me preocupa mucho observar que bastantes de esas personas entregan de corazón su comida o sus abrazos a personas entrenadas para arruinarles la vida. Me asusta comprobar que muchos todavía no saben, por ejemplo, que acciones directas como la paralización de desahucios, en el momento en que se generalicen, pondrán en riesgo la supervivencia del sistema capitalista y serán respondidas a balazos por parte de quienes están al cargo de su pervivencia. Por eso, me parece crucial que nos paremos todos a pensar un poco antes de la manifestación hacia el Congreso del próximo domingo, que entendamos por la vía rápida que los cuerpos de seguridad de este país son los que más denuncias por torturas reciben (después de los griegos) en el territorio de la Unión Europea, y que, a pesar de eso, son los plusmarquistas europeos en la terrible especialidad de quedar impunes. Es imprescindible que la gente que se la está jugando en las calles estos días conozca la verdadera naturaleza del monstruo al que se está enfrentando: un Goliat que tiene, en vez de piernas, un aparato judicial que en el noventa y pico por ciento de los casos da la razón a los funcionarios implicados en denuncias por abuso de autoridad y torturas en dependencias policiales. La Policía Nacional española, para poder torturar, asesinar e irse de rositas, coloca de forma sistemática una contradenuncia por desacato a la autoridad y desórdenes públicos a quienes se atreven a denunciar en los tribunales tratos vejatorios sufridos en comisarías. Esas contradenuncias, redactadas a partir de plantillas genéricas previas, son aceptadas por la inmensísima mayoría de los jueces del Estado español como pruebas incriminatorias irrefutables contra los que han sufrido torturas y se han visto con fuerzas para denunciarlas. En realidad, es la historia reciente de esta España nuestra la que ha permitido que los que torturaban y asesinaban en los últimos años de la Dictadura sean los mismos (o en muchos casos los padres) de los que hoy nos apalean, nos cierran el paso por la fuerza al Congreso, al Parlament, al Palacio de la Villa, y luego nos juzgan por violentos. La policía y la Guardia Civil españolas, sí señor, torturan y asesinan, abusan premeditadamente de las personas a las que detienen y las enredan de forma sistemática en procesos judiciales que les conducen injustamente al pago de multas desorbitadas, a prisión y, muchas veces, a la degradación psicológica y a la muerte. El asesinato de la joven Patricia Heras en Barcelona nos debería haber hecho reflexionar más a todos al respecto.
Y por esa misma razón, por esa peligrosa inocencia que demuestran personas muy implicadas en el Movimiento 15-M, y que consiste en desconocer la impunidad de la que gozan en nuestro país los cuerpos de seguridad del Estado, la exclusión, casi por alergia, de cualquier sigla o nombre de asociaciones políticas y movimientos sociales previamente organizados, puede llevarnos a algunos de nosotros a la tortura, la cárcel y la muerte. Porque, por arte de esa inocencia que aún no sabe mirar a los ojos al monstruo, estamos dejando en una posición sumamente indefensa a muchos de nosotros, privándonos de la experiencia, asesoría y solidaridad que organizaciones políticas y sociales mucho más viejas podrían aportarnos cuando empiece la caza de brujas en Madrid.
Y cuando hablo de organizaciones, estén ustedes tranquilos, no estoy hablando de ningún partido, y mucho menos de Izquierda Unida. No voy a ser yo quien diga que el jarro de agua fría que recibió Cayo Lara el miércoles en Tetuán fuera un error táctico o un gesto de violencia. Al contrario, creo que recibió su merecido, y que es imprescindible que el jefe de Izquierda Unida sea consciente de que la gente del 15-M no es tonta, y sabe perfectamente que su partido político, cuando ha gobernado en sitios como Sevilla o el Principado de Asturias, ha echado encima de los que disentíamos de sus políticas especulativas y neoliberales a la misma jauría de perros guardianes que ahora sujetan Esperanza Aguirre o Rubalcaba. Que abandone el señor Cayo Lara esa organización que trabaja codo con codo con el sindicato traidor CCOO (el que defiende la actuación de los Mossos d’Esquadra en Barcelona, por ejemplo), y entonces le dejaremos pasar como individuo a nuestras concentraciones. Cuando lo haga y nos pida disculpas a los trabajadores agredidos en este país, entonces nos pensaremos nosotros si aceptamos su presencia a nuestro lado.
Pero respetemos a las organizaciones que sí llevan décadas trabajando limpiamente en Madrid por los mismos objetivos que ahora estamos asumiendo muchos de nosotros. Escuchemos a los colectivos que funcionan (oh, sorpresa) desde hace años con el mismo sistema asambleario, con rotación de cargos y sin venderse a ningún agente externo que quiera cooptarlos o embadurnarlos de dinero. Me refiero, en materia laboral, a sindicatos combativos como Solidaridad Obrera, CNT, o CGT; en materia de inmigración, a colectivos como Ferrocarril Clandestino o Brigadas Vecinales; en materia de vivienda, a la PAH o a las oficinas de ocupación de los centros sociales autogestionados; en materia de sanidad, al CAS; en materia medioambiental, a Ecologistas en Acción; en materia de educación, a las plataformas por la Escuela Pública; en materia de asociaciones de vecinos, a la FRAVM; en materia de comunicación, a la Red de Radios Libres; en la universidad, a las asociaciones estudiantiles autónomas. Etcétera, etcétera.
Resulta un poco triste en estos días acercarse a las sedes de esos colectivos y algunos más, y ver cómo, a regañadientes y entre suspiros, muchos de sus mejores activistas voluntarios se están quedando de brazos cruzados frente a los escritorios, hasta hace poco repletos de sueños y proyectos de cambio social definitivos. Se quejan muchos de ellos de que el Movimiento 15-M no les deja colaborar ni ofrecer su experiencia y asistencia en los ámbitos en los que son expertos. En el escenario que muchos de ellos han soñado durante años y años, la posición de estos colectivos se está volviendo de repente conservadora. Quieren (y es bien lógico) proteger el trabajo que han realizado durante años, al tiempo que desconfían, muchas veces por ignorancia o falta de compromiso, del viraje ciudadanista o reformista que puede realizar el Movimiento 15-M en cualquier momento. En el fondo, y aunque hayan colaborado a ratos en el Sol y en los barrios, los activistas de las organizaciones asamblearias que hemos mencionado, no han hecho el esfuerzo de conocer bien a los viejos nuevos ocupantes de las plazas de nuestros barrios. Se están olvidando, como se olvida el núcleo duro del Movimiento, de que la unión de las fuerzas, con banderas, siglas y lo que haga falta, nos llevará, si somos valientes, al éxito más rotundo. Mientras tanto, los proyectos que muchas de esas organizaciones tienen diseñados desde hace tiempo para organizar, por ejemplo, una verdadera huelga general, o una marcha definitiva contra los Centros de Internamiento de Extranjeros, o un protocolo final contra las redadas racistas, o una acción masiva contra los desahucios, o un movimiento sin vuelta de hoja contra las privatizaciones de los servicios públicos, se están quedando en los cajones de los viejos cuarteles generales, mientras las asambleas de barrio se enzarzan en discusiones interminables sobre organización y gestión de sí mismas, y el verano se nos echa encima.
Eso es un poco lo que está pasando en Madrid hoy día 17 de junio de 2011. Dentro de 48 horas, el domingo, en la capital del Reino habrá una multitudinaria marcha hacia el Congreso de los Diputados, que estará protegido por varias filas de cientos de policías antidisturbios armados con la última tecnología para arrebatarnos los sueños. Ojalá que no ocurra, pero quienes les dirigen podrán perfectamente darles la orden de cargar con todas esas armas contra los manifestantes, se muevan o se quieran quedar sentados. La convicción de que cualquier acción violenta quedará impune está de su parte.
Un porrazo en la cabeza puede provocar un derrame cerebral y causar la muerte. Un pelotazo de goma en un órgano vital puede provocar la muerte. Una “llave del sueño” sobre la arteria carótida de una persona que permanece sentada puede cortarle el riego al cerebro y causarle la muerte. En Túnez, en Egipto, en Marruecos, en Siria, en Irán, en Bahréin, en Yemen, en Grecia, cuando los indignados pusieron en riesgo el sistema que gobernaba sus vidas, los francotiradores les dispararon a la cabeza y los policías los apalearon hasta la muerte.