Yo creo que ya vamos siendo mayores como para empezar a cuestionarnos el concepto de "trabajo" que nos echaron de comer primero en casa, luego en la escuela, después en el curro, y todo el tiempo en la tele. El trabajo, y mucho más el trabajo asalariado, no es regenerador, ni hace más dignas a las personas ni nada de eso. Todo lo contrario. El trabajo, tal y como está concebido hoy en día, debería ser un motivo de vergüenza para quien lo practica. No es ningún orgullo, sino una lástima, que uno tenga que dedicar infinitas horas al día a estar produciendo algo cuyo beneficio no le corresponde o, como pasa en muchas ocasiones, cuyo beneficio desconoce o simplemente no existe. Ese tiempo, si fuéramos personas dignas y de verdad responsables, deberíamos estar dedicándolo a informarnos correctamente, a aprender cosas nuevas, a estar con nuestros hijos si es que los tenemos y, consecuencia de esas tres obligaciones que "el trabajo" nos impide hacer, a luchar porque el mundo que les espera a las generaciones venideras no sea tan mierdoso como el que nos dejaron en prenda a nosotros nuestros padres. El trabajo es una vergüenza porque en la mayor parte de los casos es tiempo invertido en perpetuar un sistema capitalista odioso y en seguir generando riqueza para unos pocos sujetos que son causantes de cientos de miles de muertos cada año en hambrunas, crímenes de estado, enfermedades inducidas, políticas antimigratorias y guerras. El trabajo es una puta vergüenza porque, en el mejor de los casos, es tiempo perdido inútilmente realizando tareas inútiles que no benefician a nadie más que a esos mismos pocos inútiles de arriba, los que tienen el dinero, las armas y el poder, a los que les conviene mucho inutilizarnos como zombis "trabajando", no vaya a ser que empecemos a dedicar tiempo a buscar información sobre cómo destruir el mundo que ellos se han montado y desenmascaremos la gran hipocresía de la sociedad en que vivimos y la violencia y la muerte que esa hipocresía produce en otras personas iguales a nosotros.
Creo que ya va siendo hora de que nos paremos seriamente a pensar en ese concepto del trabajo y a dejar de creernos pequeños héroes por el mero hecho de que trabajemos muchas horas. No somos madres ni padres coraje por trabajar mucho, somos simplemente unos irresponsables, por no decir unos infantiles, o directamente unos gilipollas. En eso consiste uno de los grandes engaños que la familia, la escuela, la tele ha conseguido inocularnos durante años. Por favor, no se lo transmitamos también a los que vienen detrás.
Muchas personas de mi generación, cuando nos hemos empezado a sacudir ciertas ideas que los libros de texto, las empresas de control de la informaciòn y las abuelas nos tenían impuestas, nos hemos encontrado con esta conversación doméstica:
Muy probablemente los hijos de nuestra generación vendrán dentro de pocos años a hacernos a nosotros esa misma pregunta iniciática, que marcará para siempre el abismo entre ambas generaciones, el mismo abismo de incomprensión que existió entre la generación nuestra y la de nuestros progenitores:
- Papá, mamá, ¿vosotros qué hacíais mientras en la frontera de vuestro país se disparaba y se mataba a sangre fría a las personas que intentaban saltar una valla llena de cuchillas que vuestros gobernantes habían puesto allí? ¿Qué hacíais mientras disparaban y ahogaban a las personas que intentaban cruzar el mar nadando o en barquitos para buscar aquí trabajo y alimentar a los suyos? ¿Qué hacíais mientras la policía perseguía a la gente con piel de color oscuro por las calles, les encerraba en mazmorras llenas de mugre un par de días al mes, les torturaban semanas y semanas en centros de terror que llamaban CIE y les deportaba, a veces matándolos por el camino o dejándolos a su suerte en lugares muy alejados de los lugares de los que habían venido? ¿Qué hacíais, papá? ¿Mamá, cómo llevabas tú lo de que a la gente pobre que no tenía para pagar sus deudas con el banco, ejércitos de policías armados los echasen fuera de sus casas? ¿Qué hacías mientras se le prohibía ir al médico a algunas personas, porque eran pobres y, aunque vivían aquí, no habían nacido aquí? ¿Qué hacías mientras se torturaba a los presos, a los políticos y a los que no lo eran, sistemáticamente en las cárceles? ¿Qué hacías tú, cuando a la gente que se manifestaba en la calle contra ese tipo de abusos, les sometían a montajes judiciales, les condenaban a pagar multas enormes, les encarcelaban y les daban palizas en mitad de la calle? ¿Qué hacías tú mientras mataban a Alpha Pam, a Patricia Heras, a Soledad Torrico, a Juan Andrés Benítez, a Diego Pérez?
- Yo, hijo, trabajar, para labrarte a ti un futuro. Para darte de comer, pagar la hipoteca de la casa en la que ahora vives y el coche que cuando seas un poco mayor te dejaremos que te lleves por ahí. Trabajar para que tú también sigas trabajando y nos compremos todos esa tele de plasma que nos quitará las ganas de hacer preguntas tontas cuando salgamos del trabajo.
Y tus hijos te mirarán con unos ojos de amor tan como platos que parecerá que ha pasado un ángel, o un terremoto, y ha dejado en medio el vacío de toda una vida sin sentido.
Creo que ya va siendo hora de que nos paremos seriamente a pensar en ese concepto del trabajo y a dejar de creernos pequeños héroes por el mero hecho de que trabajemos muchas horas. No somos madres ni padres coraje por trabajar mucho, somos simplemente unos irresponsables, por no decir unos infantiles, o directamente unos gilipollas. En eso consiste uno de los grandes engaños que la familia, la escuela, la tele ha conseguido inocularnos durante años. Por favor, no se lo transmitamos también a los que vienen detrás.
Muchas personas de mi generación, cuando nos hemos empezado a sacudir ciertas ideas que los libros de texto, las empresas de control de la informaciòn y las abuelas nos tenían impuestas, nos hemos encontrado con esta conversación doméstica:
- Mamá, papá, ¿vosotros qué hacíais mientras en vuestro país todavía se mataba a garrote vil a la gente que pensaba diferente?
- Yo, trabajar, bonito, para labrarte a ti un futuro. Para poder darte de comer, pagar la casa en la que ahora vives...
Muy probablemente los hijos de nuestra generación vendrán dentro de pocos años a hacernos a nosotros esa misma pregunta iniciática, que marcará para siempre el abismo entre ambas generaciones, el mismo abismo de incomprensión que existió entre la generación nuestra y la de nuestros progenitores:
- Papá, mamá, ¿vosotros qué hacíais mientras en la frontera de vuestro país se disparaba y se mataba a sangre fría a las personas que intentaban saltar una valla llena de cuchillas que vuestros gobernantes habían puesto allí? ¿Qué hacíais mientras disparaban y ahogaban a las personas que intentaban cruzar el mar nadando o en barquitos para buscar aquí trabajo y alimentar a los suyos? ¿Qué hacíais mientras la policía perseguía a la gente con piel de color oscuro por las calles, les encerraba en mazmorras llenas de mugre un par de días al mes, les torturaban semanas y semanas en centros de terror que llamaban CIE y les deportaba, a veces matándolos por el camino o dejándolos a su suerte en lugares muy alejados de los lugares de los que habían venido? ¿Qué hacíais, papá? ¿Mamá, cómo llevabas tú lo de que a la gente pobre que no tenía para pagar sus deudas con el banco, ejércitos de policías armados los echasen fuera de sus casas? ¿Qué hacías mientras se le prohibía ir al médico a algunas personas, porque eran pobres y, aunque vivían aquí, no habían nacido aquí? ¿Qué hacías mientras se torturaba a los presos, a los políticos y a los que no lo eran, sistemáticamente en las cárceles? ¿Qué hacías tú, cuando a la gente que se manifestaba en la calle contra ese tipo de abusos, les sometían a montajes judiciales, les condenaban a pagar multas enormes, les encarcelaban y les daban palizas en mitad de la calle? ¿Qué hacías tú mientras mataban a Alpha Pam, a Patricia Heras, a Soledad Torrico, a Juan Andrés Benítez, a Diego Pérez?
- Yo, hijo, trabajar, para labrarte a ti un futuro. Para darte de comer, pagar la hipoteca de la casa en la que ahora vives y el coche que cuando seas un poco mayor te dejaremos que te lleves por ahí. Trabajar para que tú también sigas trabajando y nos compremos todos esa tele de plasma que nos quitará las ganas de hacer preguntas tontas cuando salgamos del trabajo.
Y tus hijos te mirarán con unos ojos de amor tan como platos que parecerá que ha pasado un ángel, o un terremoto, y ha dejado en medio el vacío de toda una vida sin sentido.