A pesar del emplazamiento hostil, la asistencia se prevé multitudinaria y el debate intenso. Los docentes inmersos en los grupos de trabajo de Educación y de Huelga General del 15-M y los delegados de sindicatos combativos (CNT y CGT) y plataformas independientes de profesores interinos como PICAM estarán allí empujando por una huelga indefinida que supedite el comienzo del curso a la retirada de los decretos que recortan, entre otras cosas, en 3.000 personas la plantilla de profesores de secundaria en Madrid. Haciéndoles frente, las cúpulas de los sindicatos amarillos (CCOO, ANPE, CSI-F, FETE-UGT y STEM) intentarán que la reunión sea, igual que la del pasado día 20 de julio en el instituto Beatriz Galindo, un gallinero donde no se puedan alcanzar acuerdos claros ni aprobar horizontalmente un calendario de acciones contundentes. Querrán reconducir el desencanto de los profesores madrileños hacia una huelga parcial de un día o de unas horas, un pasacalles disfrazado de manifestación, una pataleta. Esos profesionales de la desidia, los liberados sindicales, harán todo lo que esté en su mano por asustar al público ante cualquier propuesta valiente que hable de encierros en los centros de trabajo, piquetes, cajas de resistencia, organización asamblearia, acampadas con alumnos, padres y demás familia.
Sin embargo, la situación ha cambiado mucho en Madrid en estos últimos 98 días, y es muy posible que ahora los sindicalistas a sueldo reciban por fin su primer tortazo serio. Los habitantes de Madrid, incluidos los profes, se han acostumbrado a sentarse en asambleas, a escuchar respetuosamente la voz ajena en las plazas públicas y, lo que es más importante, a tomar en colectivo decisiones que afectan a sus propias vidas, pasando olímpicamente de escaños y de escabeles. Incluso los profes que no han participado en el Movimiento a buen seguro pasaron el último trimestre del curso anterior recibiendo, desde las filas de atrás de sus aulas, en las guardias por los pasillos, o en los corrillos de después de los claustros, zumbidos inquietantes de conceptos como "consenso", "pensamiento colectivo", "autogestión" y, ¿quién sabe?, tal vez hasta "lucha de clases". Confiemos en que algunos de ellos dejen en sus casas por una vez los blocs de arandelas, los partes de sanciones y las estilográficas para anotar ceros y positivos, y acudan a la reunión del miércoles solamente con el manual de moderación de asambleas en sus maletines. Después de la experiencia de la caótica reunión de fin de curso en el I.E.S. Beatriz Galindo, aquel manual que difundieron en su día las comisiones de dinamización de las asambleas de Sol y de los barrios, y que tanto bien le hizo al Movimiento, debería convertirse en el libro de texto obligatorio para los profes que se decidan a no empezar el curso. Porque resulta más que evidente que en la dinámica asamblearia irradiada como luz cegadora desde la plaza ocupada de Sol, mejor dicho en la capacidad de los profes madrileños para reproducirla en el seno de su colectivo en lucha, está el futuro de nuestras hijas y nuestros hijos, sus pupilos.
En ese sentido, también es importante destacar que la capacidad organizativa del gremio de docentes madrileño está en estos momentos a años luz de la de cualquier asamblea, grupo de trabajo o comisión emanada del 15-M, lo que dice mucho a su vez del compromiso de los profes con su sociedad, de su molicie de funcionarios hipotecados que, en su mayoría, NI aprenden NI dejan a los niños aprender. Ayer por la noche, después de la manifestación contra la reforma constitucional, ese diferencial de compromiso entre profes y gente del 15-M quedó muy patente en la Asamblea de Sol.
Como primer punto del orden del día, el grupo de trabajo de Huelga General sometió a consenso un breve texto en apoyo a la lucha de los trabajadores de la enseñanza pública madrileña con motivo de la crucial reunión del próximo miércoles. Como se mencionó la ubicación de la asamblea en la sede de la empresa de servicios laborales CCOO, enseguida brotaron los disensos entre los asambleados, y no se pudo llegar a un acuerdo al respecto. Los que disentían pedían unánimemente que la reunión de los profes madrileños se hiciera en la calle, y que la Asamblea de Sol no apoyase de forma explícita ningún evento que tuviese que ver con "los sindicatos". Sospechaban los discordantes sobre el resultado de una reunión que se celebrase en casa del enemigo.
A este humilde redactor le hierve la sangre de horror y de alegría cuando escucha ese tipo de manifestaciones. De horror al descubrir que los asambleados del 15-M siguen despotricando de "los sindicatos" de la misma manera que lo hacen de "los partidos", y de alegría al ver que la incorruptibilidad del cuerpo del 15-M continúa siendo notoria a pesar de las maniobras de los dirigentes de Comisiones, UGT e Izquierda Unida para aproximársele y sacar tajada de su milagro. Me explico.
En verdad, me parece un horror que la gente del 15-M, especialmente los más jóvenes, no se hayan percatado todavía de que lo que CCOO, UGT y las demás organizaciones sindicales corporativas precisamente no son es "sindicatos" (del griego δίκη, 'justicia'). El mero hecho de seguir utilizando ese término genérico para referirse sólo a ellos, aunque sea con la intención de descalificarlos y desmarcarse de sus movidas, es una ofensa para la gente que milita en verdaderos sindicatos, especialmente para los que son más viejos. No haberse informado todavía de que en este país sí existen los sindicatos combativos y de clase, y de que alguno de ellos, incluso, lleva más de cien años funcionando con los mismos principios, tácticas y finalidades con las que se desayunan desde hace tres meses muchos de los indignados del 15-M (tomando todas y cada una de las decisiones en asamblea, sin tener representantes, sin recibir subvenciones, sin participar en elecciones, autogestionándose, financiándose únicamente con las cuotas de sus afiliados, defendiendo a ultranza la acción directa y el apoyo mutuo, etc.) es un error de bulto y un horror enquistado.
Pero por otra parte el hecho de observar que los asambleados del 15-M saltan como fieras cada vez que alguien menciona las siglas de una organización política o sindical, denunciando ocultos intereses que ensuciarían el Movimiento, es, en sí mismo, un gustazo para los sentidos. En el caso de ayer me parece que se equivocaban, puesto que incluso los afiliados de las secciones de enseñanza no universitaria de los sindicatos combativos irán a esa reunión de todas formas, y en ningún momento, conociendo sus fuerzas, se han planteado intentar boicotearla o reclamar hacerla en otro sitio.
Así pues, queremos aprovechar estas líneas para animar a los profes madrileños a que acudan a la reunión del miércoles y para que apoyen, sin mirar por una vez su bolsillo, la huelga indefinida en la enseñanza no universitaria. No es ninguna broma lo que está en juego. Aunque muchos de los profes de nuestro país sigan lloriqueando por las esquinas su pérdida de prestigio en la sociedad actual, deben saber que en sus manos está el fuego que podría acabar con esta dictadura en la que vivimos. Si los profes son valientes y tienen la inteligencia para establecer asambleas de distrito y de centros de trabajo, incluyendo en ellas a padres y alumnos, su huelga puede ser el principio del fin del regimen capitalista que nos está estrangulando. El sueño del 15-M de extender el movimiento hacia los centros de trabajo se habrá realizado en el mejor de los escenarios posible: el del colectivo que, por mucho que ellos se lamenten, sigue siendo el más reputado en este país.
A ver qué dicen los tertulianos de Telemadrid cuando los profes y los maestros de la enseñanza pública se pongan en huelga. A ver quién es el guapo en la barra del bar que se atreve a llamarlos pijos engominados, como a los controladores de AENA, o piojosos, como a los limpiadores del Metro, o salvajes locomotores, como a sus maquinistas. Son los maestros y los profesores, y la educación se les supone.
Con el apoyo de las clases medias españolas asegurado, el mayor riesgo que enfrentaría el profesorado madrileño en caso de una verdadera huelga en la enseñanza primaria y secundaria vendría sin duda desde dentro. Una idea fuerte ya ha empezado a comercializarse desde las asociaciones de padres más reaccionarias, una idea que a buen seguro sería apropiada por las cúpulas de los sindicatos verticales tan pronto como las posturas más combativas y una gestión verdaderamente asamblearia de la huelga del 15 de septiembre pusieran en peligro sus privilegios. Consiste en decir que no es nada pedagógico ni nada educativo el gesto de no empezar las clases y dejar a los chicos en casa de sus padres ad perpetuum, o sea que la estrategia del enfrentamiento directo de los trabajadores con la Administración y el Estado para lograr los objetivos de paralización de los recortes en educación es una postura impopular e impropia de profesionales de la enseñanza. Dirán los padres que aún votan a PP-PSOE y los liberados sindicales que la suspensión del principio del curso puede tener consecuencias graves en el diseño curricular del año, en la complexión de los planes académicos, en la proporcionada distribución de los exámenes y las evaluaciones, y que los intereses de los docentes no pueden ponerse por encima de la formación del alumnado. Frente a eso, y en el caso de que se acuerde el miércoles la huelga, ojalá que los profes más conscientes sepan inculcar entre sus compañeros de gremio la idea de que el paro y el enfrentamiento abierto con la Administración del Estado no necesita, no, autocontrol. Todo lo contrario, que es la mejor enseñanza que les pueden transmitir hoy por hoy los docentes españoles a sus alumnos, para que en el futuro no sean NI unos simples NI unos esclavos. Ojalá, por lo menos, que los profesionales más dignos y más indignados sean capaces de alimentar entre el profesorado, de natural medroso, aquella duda que ya tenía Guyau a principios del otro siglo: si no será mejor dejar a los niños en la pereza que convertirlos en neurópatas (Education et Heredite. Étude sociologique, 1902, p.8).
En Egipto, el 27 de enero de 2011, un recién nacido Sindicato Independiente de Profesores se unió a la Federación por unos Sindicatos Independientes en Egipto, firmando un manifiesto y encabezando, junto a médicos y enfermeros, las subsiguientes invasiones de la Plaza de Tahrir. Quince días después cayó el tirano. Misteriosamente, en su camino a la Plaza de la Liberación de El Cairo, los profes egipcios arrastraron a las calles a miles de otros profesores en un lugar tan alejado del mapa como la ciudad de Madison, en el inhóspito Midwest norteamericano.
Después de las trágicas movilizaciones de profesores y estudiantes en Santiago de Chile hace unos días, este miércoles la pelota les cae como por arte de magia a los profesionales de la enseñanza madrileños. Y es que, si en Madrid los docentes deciden por fin ir a una huelga indefinida el próximo 15 de septiembre, de pronto las tizas de otros lugares del mundo, tal vez en Belgrado, o en Oaxaca, o en la valerosa ciudad de Urmia, estarán apuntando la lección de lo que pasa en España. Será cuestión de seguir aprendiendo, porque la caída del régimen capitalista es un hecho y ocurrirá tarde o temprano. Falta saber la ubicación del estrado donde se derrumbará primero y con mayor estrépito.
Pero no se admiten apuestas. Tendrá que costar lo que cueste.