lunes, 28 de febrero de 2011

Boda turca

¿Quién sería antes, el huevo o la gallina? ¿Lisandro Alonso o Semih Kaplanoglu?

Es algo increíble cuando uno descubre estas coincidencias en el cine del mundo. Y últimamente las coincidencias más luminosas ocurren todo el tiempo en ese cine que viene, sí, de la periferia, pero no tanto.

Como la revolución que estalla en Sidi Bouzid, y no en Túnez capital, o en Benghazi, y no en Trípoli, el cine que más nos emociona hoy es el que llega desde las provincias argentinas, a miles de kilómetros del centro, o desde los barrios insulsos de Montevideo, o de Bucarest, o desde los pueblones medio industrializados de la Turquía asiática, que se parecen tanto al pueblo donde se crió uno.

Nos hemos pasado la vida rezongando del concepto de multiculturalidad, porque había unos que lo usaban mal: los que te sacaban mil veces el temita del "melting pot" en Estados Unidos, o los que lo repetían vestido de fantasía en Brasil, o los que se emborrachan con las cervezas que les venden los bengalíes en las plazas de Lavapiés, sin pararse a pensar ninguno de ellos en la segregación en clases raciales que tienen delante de sus narices.

Pero hoy, empezamos a pensar que habría que recuperarlo y defenderlo con uñas y dientes. En este mundo que parece que se despereza, el que se haya dado cuenta antes de que un currito (o un poeta) nacido y criado en la Anatolia profunda es lo mismo que un poeta (o currito) criado en un pueblacho de Castilla la Vieja, tendrá mucho camino avanzado.



Semih Kaplanoglu. Yumurta (Huevo). 2007