Menos mal que de Claudia Llosa vimos primero La teta asustada y no Madeinusa, porque si no creo que nunca nos hubiéramos reconciliado con ella. Ahora habrá que esperar a la próxima peli para condenarla o admirarla, así de la forma que hacemos los maniqueos.
Cuando estrenaron aquí La teta asustada, confieso que fuimos con toda la mala leche del mundo (nunca mejor dicho), con la armadura calada hasta las cejas para librarnos de los esupitajos de ese engendro intelectual que es su tío Mario Vargas. Pensábamos que si las ideas de Claudia estuvieran muy lejos de las del doctor honoris causa por la Universidad de Georgetown, jamás hubiera podido hacer una peli en Perú, y que algún sentido homenaje a su tío Gilito nos acabaríamos comiendo. Además, estábamos convencidos de que la película sería una mierda formal y una cursilada de historia (tipo las del susodicho literato), y en eso fue en lo que más nos equivocamos.
La teta asustada nos pareció una obra maravillosa, con una narración inteligente, original, una fotografía preciosa y una historia en absoluto trivial. Sus ramalazos "huachafos", como dicen ellos, sí que tenía (el personaje empalagoso del jardinero fiel, por ejemplo), y en su discurso ideológico es verdad que había algo un poco ambiguo: al principio, cuando se refiere a la violencia en las zonas rurales, nos temíamos lo peor (Abigaíl Guzmán otra vez en traje de preso y los indios arguedianos esperando cabizbajos la llegada del orden, el progreso, y el desarrollo global). Sin embargo, el reflejo de las miserias de los barrios del extrarradio de Lima, con sus dosis de humor y de humanidad, y la denuncia del expolio de la cultura indígena por parte de la oligarquía blanca, compensan de sobra esa primera impresión. Y sobre todo, la belleza y la sinceridad del relato hicieron que nos tragáramos nuestros prejuicios y nos fuéramos a casa con una radiante cara de satisfacción.
Ayer por la noche vimos la primera obra de Claudia Llosa: un verdadero desastre: una historia ñoña, repetitiva, unos actores desastrosos y ese paternalismo racista que tanto asco nos da. Exactamente lo que hubiéramos esperado de La teta asustada, de no haber sido porque La teta asustada resultó ser, tres años después, una película excepcional.