viernes, 29 de enero de 2021

Post data

Los datos que recoge la universidad de Johns Hopkins sobre la evolución del coronavirus en el mundo son cada vez más homogéneos. Ya no es la locura de los primeros meses, en los que no se entendía por qué en unos sitios se moría tantísima gente y en otros tan poca. 

Al menos en Europa y América, los datos son bastante parecidos. Los peores países del mundo ahora mismo, con las tasas de letalidad más altas, son países pequeños, con poblaciones envejecidas, pero tampoco tanto: Bélgica, Gibraltar, San Marino y Montenegro se acercan ya a los 2.000 muertos por coronavirus por cada millón de habitantes, con porcentajes de personas que se han contagiado entre su población cercanos al 10%. O sea, en un territorio en el que ya ha pasado la COVID una de cada diez personas, lo normal es que se haya muerto por esa enfermedad aproximadamente una de cada quinientas personas. En España la tendencia es la misma: ahora mismo estamos en 1.200 muertos por millón de habitantes con un 6% de la población que ya ha tenido o tiene la enfermedad. Otros países con un 6% de su población que ya se ha enfermado, tan diferentes y distantes como Suiza, Suecia y Panamá, informan de una proporción de muertos muy cercana a los 1.200 por millón de España. 

Con esta progresión cada vez más clara y consistente, los negacionistas que siguen defendiendo que deberíamos contagiarnos todos y ya está, en realidad lo que están pidiendo es que se sacrifique al 2 por ciento de la población, que al fin y al cabo ellos seguro que pertenecen al 98% restante joven y sano que va a seguir con su vida como si tal cosa. Son los mismos que en el curro mirarán para otro lado cuando echen a un compañero, o que preferirán llevar a sus hijos a un cole concertado o privado si en el público que les toca hay gitanos, migrantes o niños con discapacidad. Por eso los negacionistas son unos fascistas. 

Porque la verdadera conspiración no es que nos estén engañando con los datos de muertes ni con las vacunas ni con las características de la enfermedad, ni que nos nieve plástico, ni que haya aviones que destruyan con mercurio las nubes, ni que las antenas 5G se comuniquen con extraterrestres. La conspiración ya existía de antes, es muy sencillita y lleva delante de nuestras narices desde que nacimos. Se llama capitalismo, un sistema económico y político por el que 2.153 milmillonarios en el mundo acumulan la misma riqueza que 4.600 millones de seres humanos, de los cuales 690 millones pasan directamente hambre. La conspiración es que esos multimillonarios tengan dispuesto a su servicio todo un aparato militar y policial coercitivo para impedir que esos 690 millones de personas que están muriéndose de hambre se rebelen para arrebatarles lo que acaparan y se lo repartan para poder vivir dignamente o, por lo menos, para dejar de pasar hambre, como sería lo lógico y razonable.

¿Es que no es suficiente conspiración esa? Si viniese un marciano de esos en los que los conspiranoicos creen a la Tierra y se enterase del sistema en el que vivimos, con un genocidio diario de gente ahogándose en los mares o muriendo en las fronteras por intentar huir del hambre o las guerras inducidas por cuatro tipos que quieren vender armas o agenciarse recursos naturales, ¿no pensaría que estamos como gilipollas sufriendo en silencio una conspiración de dimensiones planetarias? 

Pues eso. La conspiración se llama capitalismo, ya existía y seguirá existiendo, adaptándose a cualquier circunstancia, a menos que haya una verdadera revolución social. La conspiración es que los cerdos que gobiernan nuestros países, por conservar los privilegios y las riquezas de un puñado de empresarios sinvergüenzas que necesitan mantener este sistema corrupto funcionando, no hayan paralizado de verdad todas las actividades hasta tener a toda la población vacunada, argumentando con todo su descaro que hay que conciliar la economía con la salud de la gente. La conspiración es que hayan empujado a la gente a contagiarse en los curros, en los coles e institutos, en los transportes públicos, que es donde se está cogiendo la enfermedad la mayor parte de la gente, no en fiestas nocturnas descontroladas. Los cerdos de nuestros gobernantes, ministros y consejeros no van a sacrificar al 2% de nosotros, como querrían los fascistas negacionistas, sino al 0,6 o 0,7 %, que serán los que acaben muriendo hasta que cierren por fin todas sus componendas y chanchullos y, para el verano o para diosabe cuándo, todo el mundo por fin esté vacunado. Y esta conspiración, la de estar pasando por encima de nuestras vidas a cambio de "conservar el tejido productivo", como dicen ellos, debería ser motivo más que suficiente para nosotros invadir capitolios, hacer barricadas, asaltar bancos y tiendas de lujo, derribar antenas y quemarlo todo para construir sobre las cenizas de este desastre un mundo radicalmente nuevo que ya está bien de que algunos tengamos que llevar escondido y, hasta con vergüenza a veces, encerrado en nuestros corazones.

 https://www.oxfam.org/es/notas-prensa/los-milmillonarios-del-mundo-poseen-mas-riqueza-que-4600-millones-de-personas