viernes, 28 de diciembre de 2012

Las pequeñas emociones de la autoridad

Regalan los Reyes Magos a mi sobrina este bonito libro. Se llama Las pequeñas (y grandes) emociones de la vida, de una mujer sensible y amante de los niños, llamada Montse Gisbert (Valencia: Tàndem Edicions, 2009). El objetivo del libro, como bien explica  la contraportada,  es "definir las pequeñas y grandes emociones de la vida, que van surgiendo unas tras otras, a través de las experiencias cotidianas y de las relaciones con los demás", "definirlas para comprenderlas mejor o simplemente para reconocernos en ellas".


Vale, todo bien. Es verdad que uno podría plantearse qué necesidad tienen los niños de identificar, poner nombre y reconocer sus propias emociones, como hacen los adultos para evitar ser arrastrados por ellas y poder acabar siendo, como dios manda, unos seres dóciles y taciturnos. Pero bueno, es Navidad y no hace falta estar todo el rato buscándole los tres pies al gato. Ya ves tú, también puede ser educativo que la niña aprenda a llamar furia a la furia y cachondeo al cachondeo. Aunque sólo sea por una cuestión de enriquecer vocabulario.


Abrimos un rato el libro. Teníamos razón. No hay que estar siempre a la caza del asno. La primera página explica lo que es la felicidad: algo así como ser "un pez en el agua, chapotear en una bañera de agua calentita y no tener preocupaciones". Está bien. No problem. Los que pasamos algunos ratos con niños también sabemos que la felicidad para ellos puede ser meter un palito en un hormiguero hasta joderlo del todo, recibir una ventolera en la cara o asomarse a la boca del tobogán más sucio, pero bueno. Se le ve un poco el plumero a esa señora que está escribiendo el texto del libro: la pobre debe estar tan preocupada con afrontar las cuotas de su hipoteca que sólo se relajará metiéndose hasta las orejas en una bañera de agua caliente, como hacen las actrices de Hollywood. La única forma de que se le quite unos días esa preocupación vital será que le bajen un poco el Euríbor. Qué le vamos a hacer, es su libro y si a ella le gusta que sus niños se le parezcan, dejémosla estar con su satisfacción.

Nosotros vamos a seguir pasando páginas. La siguiente es sobre el Consuelo, fíjate qué bonito, y la de más allá sobre los Celos... Ey, ey, ey, eso de los celos es delicado, vamos a ver cómo explica esta señora con angustia lo que son: 
Cuando tenemos miedo de que la persona a la que queremos pueda querer a otra.
¿Pero será hija de puta? ¿Por qué tienen los niños que saber eso? ¿Por qué deberíamos presentarles esa mierda de sentimiento como si fuera lo más natural del mundo? ¿Quién le ha dicho a ella que mi amado tiene prohibido amar a otra persona y que si lo hace lo normal es que yo sienta canguelo? Que hable por ella, que es una tía cagona: la gente sensata, si su ser amado quiere a otra persona, lo que siente es satisfacción, o cólera, si por fin se va para siempre con ella. ¿Pero quién dijo miedo? Los celos deben ser erradicados de la vida y no es justo que nadie nos los describa como si fueran algo espontáneo o general.
Cuando acaparamos a la persona a la que queremos sólo para nosotros, sin querer compartirla ni siquiera con la hermanita.
Vale, es verdad, quizá esté yo un poco susceptible. Por el dibujo está claro que estamos hablando de la "pelusilla", la "pelusa". No hay que ser tan cabroncetes con las hermanitas, niños. Es bueno que estos enanos empiecen a aprenderlo.

Pasamos página. Ahora tenemos el Orgullo. Qué cosa esa el orgullo. ¿Pero qué ven mis ojos? ¿Tener una bicicleta más grande que las de los otros nos produce orgullo? "Con la cara sonrosada de orgullo y satisfacción..." (claro, un guiño de los Reyes Magos a nuestro Borbón), "...estamos contentos con lo que tenemos y nos gusta mostrárselo a los demás". Si el libro fuese para educar mayores, que falta les hace, seguro que habrían dibujado a dos fulanos enseñándose directamente la polla. Quizá sería más pedagógico para los niños también: ya que queremos que los críos se vuelvan mayores y sepan poner nombre y coto a sus sentimientos, mejor enseñarles un par de pollones bien gordos, para que se los midan, se los comparen de una vez y no se les ocurra hacer esa cochinada nunca más.

Menos mal que la siguiente página es la de la reconciliación, porque yo ya estaba a punto de tirar este libro a la basura. Es bonito reconciliarse a veces con la gente, aunque la gente sea por lo general muy diferente a uno y den ganas muy legítimas de matarlos a todos a guillotinar. Es que no se puede estar todo el día a la que salta, hombre.



El siguiente sentimiento es la morriña: básicamente, se definiría como tener un perrito gallego y que tu madre te diga que no lo vas a ver más. Hay niños a los que esa circunstancia les genera deseos de cometer parricidio, pero no es lo normal. Lo normal es que el perro se quede solito por un tiempo y nostros aprendamos a convivir con una "cierta" nostalgia canina, una "pena inmensa", como la inmensidad del mar.


Después de unas páginas la cosa se complica, y mi odio hacia esta señora corruptora de niños se empieza a exacerbar. ¿Cómo se le ocurre incluir en su lista de sentimientos  el sentimiento de Pudor? Anda que Andrés Sopeña estaría encantado, y encima ilustrándolo con un grupo de gente con cara de vergüencita en la playa en bañador. Menos mal que al final lo arregla, y nos sugiere que a los negros y a los yanomamis les importa un rábano andar en pelota picada por la selva, porque de eso se trata la multiculturalidad.

A veces nos da vergüenza mostrar algunas partes de nuestro cuerpo. A veces queremos esconder nuestras emociones, nuestros pensamientos. El pudor es un sentimiento de reserva, diferente según las culturas.

Pero el plato fuerte viene casi al final. La hipotecada Montse Gisbert y su ilustrador le dedican una página entera al "sentimiento" de Autoridad.


Hete aquí la descripción:
Mandar, dar órdenes, dirigir. Ejercer la Autoridad. Como la maestra en la escuela, los padres, el profesor de música o el capitán de un barco. Cuando reconocemos la autoridad de alguien es fácil hacerle caso.
Ya lo hemos decidido. Es literal. Estamos hartos de estos farsantes que nos envenenan con sus ideas de gente gris. Esta tarde mi sobrina y yo nos vamos a divertir aprendiendo a pintar as circuladas en los libros absurdos de la autoridad.